Cuentos | Quizás quería conocerla y descubrirla - Por Agustín Peanovich

No sabe cómo empezó, una tarde le dio vida. Encendió un cigarrillo, preparó un café e izó el bolígrafo hasta el mentón. La muerte había comenzado a escribir.

Una tarde, de aquellas tardes prescindibles, la conoció en el caudal de varias tardes, él quería y veía notoriamente como su cuerpo se degradaba. Miraba el espejo y el maxilar superior derecho estaba completamente deformado en comparación al izquierdo. Sentía una terrible presión en el cráneo. Puntadas en la unión del fémur y su cadera que bimestralmente cancelaba una rutina.Se sentía acéfalo y atrapado por las drogas. Persuasivamente la muerte lo acechaba y le carcomía el cuerpo con ficciones desgarradoras.

Ahora sí anhelaba los disfrutes y regocijos que entregaba la vida, contradecía deseando la vida pero su consentimiento estaba con la muerte. No quería ir al médico, pensaba que era obra y norma burocrática de la misma vida (ir al médico sería confirmar su muerte en papeles).

La muerte: es su idea y ha inferido en él con interminables precipitaciones delirantes, terribles derrames cerebrales que arreciaban en la noche.Todo se encontraba en el mismo lugar, su figuración estaba bien, su imaginación convivía con el misterioso y atroz momento en el cual la humanidad no puede contar después de atravesarlo, éste, que es, lo es, y no es, las cosas, ya sabemos: perversidad, malicia, iniquidad, depravación. No tuvo clemencia y se quedó a vivir con él, ese atajo y recinto que propone el organismo; la existencia y el desistir de cada uno de los mortales. En pocas palabras seria así: la muerte arraigada a su imaginación, engañando a la vida con un mero simulacro de muerte.

Esta es la calamidad más horrible y hostil que ha vivido un ser humano.

Expediente N°77.700.

Anexo: documentos de defunción conseguidos por antropólogos
listan:

29 de Febrero de 1988
Mirko Djiovok ha sido encontrado muerto en un arrabal de la ciudad de Zagreb, Su muerte indescifrable no puede ser catalogada ya que no se encontraron sus miembros, ni su cabeza. La única prueba falaz es un manuscrito encontrado en Argentina que tiene indicios de la morbosidad de su imaginación.


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