Poesía | Deuteronomio - Por Florencia Garat

Hubo fuego, hambre y cubiertas quemadas, edificios tomados, asambleas, ollas populares, imágenes de lo posible estalladas, figuraciones de lo por venir a cada cuadra. Y la muerte rondando. La crisis, fue un nombre. La impunidad, su continuación en el tiempo. Momento de invención, de pruebas, de arrojo y espontaneidad. De dolor conjurado y dolor postrado. De restos que se diluyen e interrogaciones que permanecen. Otro diciembre que se va. 


Hacía rato estábamos
en la esquina de la escuela de cadetes viendo
cómo metían gente presa.

Apenas dos, ya teníamos celular.
Lo llamaron al otro y le dijeron y él nos dijo.

Caminé hacia donde
el Juane, Nora la anarquista, Loli
y varios más estaban.

Lo mataron a poshho dije y como no me salió
lo dije de nuevo pero me doblé
y me babeé.
Nora la anarquista dijo: ¿qué dice?
y alguien le dijo y ella lloró.

Ahí el que podía llorar lloraba.
Yo estaba afuera del llanto.
Parpadeando y quedándome adentro
los segundos de los ojos cerrados.

Hasta tarde estuvimos
en esa esquina con gente tomando gaseosas
esperando a los que estaban presos
un señor tenía la mujer adentro
y el bebé tenía que tomar la teta.

Vimos cualquier cosa:
autos sin patentes
patrulleros sin número
chatas con gente atrás
un auto que pasó el control
el tintorero de enfrente del negocio
con medio cuerpo afuera y un arma larga
y gente golpeada, niños incluso, los de la murga.

El monumento no estaba lejos
pero no parecía el lugar para estar esa noche.

Había que ir temprano a tribunales.
cuando me desperté tenía sueño
y pensé cómo podía ser tan porquería
de tener sueño a pesar de todo.

Ya estaba el papá de Pocho
y Mariana me presentó:
“ella era amiga de su hijo”
me avergonzó esa medida.

El velorio fue en la escuela.
Hacía rato que no iba.
El cajón estaba en la parte techada del patio
en el resto el cielo nos rajaba.

En esa escuela nos habíamos reunido
los jueves durante un par de años.
Hacíamos la revista y el velorio cayó jueves.

El mundo asqueroso en el patio
ese diciembre con un cajón.
Un poco de pelo rubio que veo
y tu cara pero muerta
y cierro los ojos.

No importa que el hombre era
de verdad muy bueno.

El cielo busco boca abierta
lengua afuera y ahora sí
que no puedo parar de llorar
tomo agua de la bacha y me mojo
mil veces por lo menos.
Se me acerca el juane,
le hago con la cabeza que no.
no puedo. Lloran los chicos.

Nos tomamos un colectivo para ir al centro
nos abrazamos con Paula en la calle,
entramos a un kiosquito a comprar agua.

Después sí
fuimos al monumento de
y con la bandera.

Pasamos navidad a los pocos días
en el patio por el calor puteando
porque al toque se acabó el hielo.

La vez que viniste a conocernos
a la casita de los ciegos con la olla
grande que tenías para convidar
el campamento con lluvia al borde del río
los volantes de otros que repartías con tu voz de hombre bueno
tus papelitos con palabras
cómicas para mí como deuteronomio
y el tic de tu cabeza asintiendo.

Pocho Lepratti, por Marta Motti

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