Crónicas | Letras de cambio. Hablar de Monedas. - Por Santiago Beretta

¿Con qué moneda se paga el vino?

¿A qué nos referimos cuando hablamos de la Moneda? ¿Qué es el dinero en definitiva? ¿Tenemos en claro cómo se inscribe su uso en nuestra vida cotidiana?

Con estas preguntas comenzó la primera radio abierta del año de El Corán y el Termotanque, en la cual la antropóloga Fabiana Fernández y el economista Marcos Kofman fueron invitados a conversar y debatir. Entre las corridas financieras, el vencimientos de las LEBACS, la fugaz pero fantasmal reaparición del ex ministro de economía Domingo Cavallo y la constante devaluación del peso argentino, el tópico de la charla no parecía casual: Letras de cambio. Hablar de Monedas.

El lugar donde se realizó la actividad, si bien es sede de El Corán desde hace tiempo, también daba qué pensar. El Trocadero—algo así como lugar de trueque—, ubicado en calle Santiago al 900, aloja producciones agroecológicas y cooperativas de todo el país. Distintos productores intercambian allí sus productos y también los venden al público. Su origen se remonta a las asambleas post 2001, a las mesas de trueque y a los emprendimientos colectivos.

A pesar del frío de la noche, cerca de cincuenta personas se acercaron y entre vinos, empanadas y pizzas caseras, participaron de un debate que además fue transmitido vía streaming hacia el mundo entero.

«La economía digita tu contexto, es como que vivís adentro de ella, pero no la terminás nunca de entender si no sos economista». «Bueno, todo bien, pero quién va a poner la plata para el vino». «¿La charla es sobre la moneda en términos económicos o en términos simbólicos?». «Basta de hablar de estas cosas que después igual no llego a fin de mes».

Entre otras cosas, esto se decía minutos antes del comienzo formal de la actividad. La complejidad del asunto, como podía notarse, ameritaba una charla no lineal, y de esto se encargaron el escritor Lucas Paulinovich, la periodista Laura Hintze y el sociólogo Ezequiel Gatto, quienes luego de dar inicio al ciclo radial 2018 guiaron la conversación con sus preguntas e intervenciones.

«La moneda no se define por lo que es sino por la función que cumple», dijo Kofman ni bien arrancó, metiendo al público en la problemática conceptual de pensar La moneda. Fernández, por su parte, se refirió los distintos elementos cambiarios que hubo en otras sociedades: la sal, el ganado, las conchas y el oro.

«La moneda no es la moneda», concluyó una mujer desde una mesa, en el momento en que Hintze hablaba de la «importancia que tiene la forma de llamar a las cosas».

Parecían llegar a un mismo lugar a pesar de usar expresiones diferentes. Y es que tanto ella como sus compañeros, los invitados y el público, trataban de construir un mapa desde el cual pensar, hablar y entender la moneda.

«Desnaturalicémosla y repasemos cómo opera en nuestras biografías, en nuestras historias, en la construcción de nuestras subjetividades», propuso Fernández. Dio como ejemplo el ahorro y su íntima relación con la proyección de un futuro; y las deudas como la imposibilidad de dar un siguiente paso en la vida. Es decir, intentó pensar lo económico como algo ligado a nuestra vida afectiva y sentimental más íntima.

El auto que mi viejo compró a mitad de los noventa y que al año empezó a fallar es lo primero que vino a mi cabeza. ¿Cuántas discusiones familiares y cuantos discursos angustiosos emergieron por ese arruinado Renault 21? ¿Acaso el argumento no era la plata, o mejor dicho la falta de ella?

Abierta esa referencia, me di cuenta que los ejemplos sobraban: el primo que perdió todo porque quería más y más; el tipo del barrio que por hacer plata no tenía tiempo para ver a su hijos; la amiga bohemia que siempre aclaraba que, entre el tiempo y la plata, elegía el tiempo pues era lo único que valía en verdad. Y la lista podría haber seguido.

Fernández contó luego una anécdota referida a una chica que conoció trabajando en Programa Andrés. Una adolescente a quien la familia le había controlado la economía a tal punto que, cuando salía sola a la calle, no sabía cuánto costaba el colectivo que tomaba, el helado de chocolate que tanto la tentaba o el vestido que llevaba puesto. El valor que se le da a las cosas, el poder entenderlo y el apropiarse de ese saber para valerse en el mundo, eran aspectos fundamentales —reflexionó— de la problemática del dinero.

Y esta idea dio origen a la siguiente formulación, que fue tomando cuerpo a partir de las intervenciones: ¿Es mediante el dinero la única forma de darle valor a las cosas de este mundo? «No todo mercado es capitalista», aclaró Kofman, y habló de distintas monedas —distintas unidades de cambio y medida— aun dentro del capitalismo.

Entre los asistentes estaban los chicos de la editorial rosarina Pesada Herencia y algunos participantes de la revista Apología, que al formar parte del circuito de intercambio de El Trocadero, sacaban vinos y grapas que se equivalían a los libros y revistas que se habían dejado ahí. Y aunque estaban más preocupados por la influencia de las bebidas en sus espíritus que por el contenido de la charla, parecían poner en práctica algo de lo que se hablaba.

¿Qué cosas quedan por fuera del capitalismo? ¿De qué manera medir e intercambiar sin usar el dinero en una transacción? ¿Cuántos espacios manejaban economías alternativas dentro de este sistema y cuáles son sus alcances?

La pregunta inicial, finalmente, había sido atravesada a esta altura por muchas preguntas más. Y aunque cada vez se abrían más caminos y más interrogantes, algo empezaba a quedar claro: hablar de la moneda no es solamente hablar de lo monetario, aunque lo monetario ocupe un lugar central. Se hablaba de un estar en el mundo y de una forma de interactuar con el afuera, se hablaba de formas de proyectarse a corto y largo plazo, y de búsquedas que intentan organizar y dar sentido a nuestra azarosa existencia.

La moneda podría ser entonces la búsqueda de poder y esto explicaría el porqué de las injusticias en la historia del mundo, aunque hay un resto oscuro y confuso en la palabra poder. También podríamos pensarla como la posibilidad de un futuro seguro, aunque nada más endeble que tener certeza sobre lo seguro; y por algo el dicho popular afirma que a Seguro se lo llevaron preso.

¿Será en definitiva la moneda —lo que ella intenta medir, designar y organizar—esa moneda de cinco centavos que siempre falta para el peso? ¿Será acaso un lenguaje casi autónomo que intenta dar sentido a ese resto sin sentido que constituye nuestro núcleo existencial?

Al finalizar la charla, y tras comentar algunas preguntas que llegaron vía internet, se tenía la sensación de haber dotado de contenido a dos o tres disparadores que daban para seguir pensando largo rato. Afuera el mundo seguía girando absurdo y cruel como siempre. Y mientras algunos se preparaban para volver temprano a sus casas, otros juntaban la moneda para tomarse un vino: la que sobraba, la que no había que gastar pero igual se gastaría, la que se iba a pedir prestada por tiempo indeterminado.


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