Crónicas | Selva Almada: literatura y̶ con feminismo - Por Marcela Alemandi

Selva Almada transmite sus ideas al modo de la mejor tradición filosófica: en un diálogo, en una tertulia amable en la cual los sentidos se van construyendo y sus palabras, más que señalar un camino, se abren en varias direcciones, en forma de preguntas, relatos sobre la propia experiencia y voces de otras mujeres, que escribieron antes, que ella trae y revive. Es una de las tardes más frías del invierno y el Galpón del Arte, centro cultural en Venado Tuerto, es un refugio cálido, de sala llena, pañuelos verdes, mates y gente atenta, en el segundo encuentro del ciclo Cátedra Bailable.

«El feminismo invadiéndolo todo es un fenómeno muy nuevo, hay muchas cosas que se están construyendo y pensando en este mismo momento», advierte la autora de Ladrilleros, antes de empezar su intervención y el diálogo con el público. Prosigue contando que hace unos meses que está poniendo en cuestión el par «literatura y feminismo» y, como a lo largo de todo el encuentro,  se pregunta: ¿por qué sigue siendo necesario «remarcar» el carácter feminista de la literatura hecha por mujeres?, ¿por qué, de hecho, se remarca que son mujeres?, ¿por qué no hablar de literatura a secas, ya que, considera, muchas de las obras más importantes de la narrativa argentina en la última década fueron escritas por mujeres?, ¿por qué, en ferias, encuentros culturales y conferencias ponen a las escritoras a hablar solo entre ellas?, ¿qué pasa con el «Panteón» literario, que sigue siendo integrado casi exclusivamente por hombres.

Fotografía: Paloma Chelencof, para Cátedra Bailable

Selva no tiene las respuestas, pero sí ensaya la búsqueda, como narradora de oficio que es, contando historias: testimonios de otras mujeres que escribieron antes, también conscientes de que el lugar que ocupaban, al ser mujeres, era un lugar ignorado a la hora de las recompensas por su trabajo, el ejercicio de sus deseos o el reconocimiento de su talento. Como el caso de Isabel de Guevara, llegada a América junto a la expedición de Pedro de Mendoza, que en 1556 le escribe una carta a la reina, para reclamar que, en la distribución de las tierras del nuevo continente, las mujeres eran ignoradas, a pesar de que trabajaban codo a codo con los hombres, a su mismo nivel. ¿Por qué Isabel de Guevara le escribe a la reina, y no al virrey o al rey? Porque, incluso entonces, siempre una mujer espera mayor comprensión al hablarle a otra mujer. La sororidad, esa palabra que está ahora (por suerte) cada vez más en boca de todas y todos, se esperaba y se practicaba, aún sin ser conscientes de ello. O nuestra célebre Mariquita Sánchez de Thompson, tan conocida en la escuela primaria, que, además de prestar su casa para cantar por primera vez el himno nacional, fue una gran defensora del derecho de las mujeres a la educación. Notoriamente, en una carta a Sarmiento, entonces Director General de Escuelas, le dice: «Usted es injusto, no se contenta con la política y quiere pelearse con las mujeres, ¡pero no sabe usted qué malos enemigos son!». Estas mujeres, aventura Selva, escribían ya con una perspectiva feminista, incluso sin saberlo.

Pero, ¿qué pasa ahora, cuando el feminismo parece estar invadiéndolo todo? ¿Se puede escribir con perspectiva feminista? O, mejor aún: ¿se puede escribir ficción con esa perspectiva? Dice Selva: «Leer con una perspectiva feminista es fácil, el problema es escribir ficción con esa perspectiva. No me interesa la literatura panfletaria, no creo en los grandes temas y creo en la literatura como fin y no como medio para «hablar de…»: si alguien escribe un cuento para hablar de la justicia, por ejemplo, pero no pensó ni los personajes, ni el tono ni la voz de ese cuento, se nota demasiado». Al mismo tiempo, admite que es imposible sentarse a escribir sin su pasado, sus deseos, sus miedos: «La mirada no se deja al escribir».

Hace un tiempo, varias escritoras hicieron un experimento: vaciaron sus bibliotecas, dejando en ellas solamente los libros escritos por mujeres. El resultado: estantes casi vacíos. «Nos hemos pasado la vida leyendo a varones, la literatura hecha por mujeres ha pasado desapercibida. Por suerte, eso se está revirtiendo en los últimos tiempos: no solamente hay más mujeres que escriben y publican, sino que también se están recuperando y reeditando grandes escritoras, que habían sido olvidadas». Una de esas escritoras, a quien Selva menciona una y otra vez, es Sara Gallardo, a quien alguna vez halagaron diciéndole que una de sus obras «Parecía escrita por un hombre». Autora de novelas como Eisejuaz y Enero, a pesar de ser de una familia (muy) patricia (nieta de Ángel Gallardo, bisnieta de Miguel Cané y tataranieta de Bartolomé Mitre), Sara Gallardo pudo mostrar en sus historias la vida de los trabajadores de campo y las situaciones a las que se ve expuesta una chica de familia pobre, que no quiere tener el hijo que fue producto de un abuso, pero que no puede abortar, mientras que las chicas de clase alta pueden disfrutar de sus aventuras amorosas sin esas preocupaciones. «La moral y las buenas costumbres viven en el discurso de los patrones, pero se hacen carne en el cuerpo de las mujeres pobres».

¿Qué sería, entonces, la literatura feminista? ¿Existe la literatura hecha por mujeres y no-feminista? Tales son algunas de las preguntas que surgen del diálogo, y a las cuales Selva intenta dar amplitud, si bien nunca una respuesta definitiva: «Antes pensaba que las mujeres escribían sobre temas de mujeres, y los grandes temas eran abordados por hombres. Hasta esperaba que no se notara que era mujer cuando escribía. Ahora ya no creo en los grandes temas, no creo ni siquiera en los temas a la hora de escribir». La respuesta que la autora de Chicas Muertas ensaya, al final de la tarde, es que tal vez el objetivo ya dejó de ser, hace tiempo, disputar ese lugar, ese «Panteón» literario integrado por hombres, y habitar los otros múltiples espacios creados por mujeres, gays, lesbianas, trans y otras identidades disidentes, que son mucho más variados e interesantes. Quizás, siguiendo por ese camino, ya no habrá Panteón que ocupar, porque se caerá de tan pesado y vacío.


Cátedra Bailable | Selva Almada


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