Crónicas | Víctor en el país - Por Ernesto David Sánchez

¿Existe una relación entre la literatura y nuestras propias carencias?

De chico, mi viejo me leía «Alicia en el país de las maravillas», la novela de Lewis Carroll. Teníamos pocos rituales y cada vez nos quedan menos: tomar licor, jugar ajedrez y Alicia.  A mi viejo, Víctor, le fascinaba ese país de las maravillas en donde Alicia, una niña criada para comportarse de manera contenida, protocolar y lógica, se veía obligada a recorrer un mundo delirante y lleno de asociaciones libres. Para Víctor, leerme ese libro era una licencia propia para el juego sin sentido. Ni siquiera el licor o el ajedrez lograron que Víctor jugara tan en serio como jugaba con Alicia.

Hoy, mi viejo y yo estamos en la sala de espera del teatro La sonrisa de Beckett. Logré convencerlo de que me acompañe a partir del título «Víctor en el país» pero cada vez me cuesta más hacer que me acompañe a ver obras; como casi todas las personas que conozco, él es más del cine que del teatro y, por desgracia, las obras a las que lo llevé casi a la rastra no resultaron ser demasiado buenas como para cambiar su visión.

Víctor en el país | Foto: FB Oficial

Un violinista pellizca notas sueltas como música de ambiente. Nos acomodamos en nuestros asientos y algunas personas aprovechan para taparse con las frazadas que brinda el teatro para no pasar frío una vez que apaguen la calefacción, para que no haya ruidos molestos. Una vez acomodados, el músico nos da la bienvenida, toma su lugar en un rincón del escenario y empieza a tocar.

Timbre.

Una señora muy entusiasta y llena de collares va a abrir la puerta. A los empujones y con algo de manoseo, la señora hace entrar a Víctor, un joven que parece desorientado y algo incómodo. La mujer no parece estar demasiado cuerda, pero Víctor intenta ser respetuoso. Tratando de eludir sus insinuaciones, el joven le explica que es escritor y quiere presentar su nueva novela ante una asociación de críticos literarios de la que leyó un aviso en el periódico. «¡Somos nosotras!» dice automáticamente la mujer, y llama a su hermana y su sobrina para que participen de la lectura. Víctor no parece convencido por la situación, pero las mujeres no le van a permitir retirarse tan fácilmente.

La obra necesita pocos elementos para funcionar porque lo más interesante son los personajes. Las actuaciones cumplen con el tono caricaturesco de la mayoría de las comedias pero al mismo tiempo se permiten matices y gestos que parecen ocultar que hay algo más profundo y complejo por debajo. Algo que poco a poco va a ir ganando relevancia en la obra y poniendo en duda el tono humorístico.

Pausa. Antes de seguir, te tengo que aclarar algo: como la obra se basa en romper la lógica y está llena de delirio, chistes y simbolismos, toda interpretación que siga corre únicamente por mi cuenta. Más que «alerta spoiler», esto es un «alerta, que te voy a condicionar la lectura de la obra». Si todavía no la viste, andá que la vas a pasar bien.

¿Retomamos? «Víctor en el país» es una obra escrita por Mirko Buchin (creo que en 1995) que juega sobre el cuento de Lewis Carroll, pero con elementos que nos hacen dudar de si estamos en nuestro propio mundo o en un mundo de fantasía.

En este caso, la obra es una versión libre de mi parte favorita del libro: la llegada de Alicia a la mesa del té, cuando se encuentra con la Liebre de Marzo, el Sombrerero loco y el pequeño Lirón que duerme en el azúcar. Tan así que con mi viejo jugamos a buscar un paralelo entre cada acción del cuento original y cómo lo habían versionado en esta obra.

Me gusta mucho la apuesta a los detalles sonoros. Tanto, que incluso se me quedó corta. Sumado al violín y como parte de la alegoría de la mesa de té, en el escenario hay tiradas unas cincuenta cucharitas de postre que acechan al protagonista como mariposas metálicas, y acompañan con tintineos lo delirios de las tres mujeres.

Víctor cumple el rol de Alicia, al ser el visitante que porta la voz de la razón en un mundo que se rige por el sinsentido y, por este motivo, es acosado por sus anfitrionas. Sin embargo, como este mundo más cercano al nuestro, la obra se permite abandonar las limitaciones que tenía la obra de Carroll por ser un cuento infantil y permite que aparezca el deseo. Las actuaciones trabajan con el nivel justo de erotismo para enriquecer la historia y la comedia, pero sin llegar nunca a algo burdo.

Víctor en el país | Foto: FB Oficial

Lo más sorprendente es que la obra atraviesa diferentes emociones. Se permite el humor y el delirio pero también aparecen momentos densos que le dan profundidad a los personajes y nos hacen entenderlos mejor. Algo que en el cuento original nunca podría haber tenido cabida, porque el fundamento de un «País de maravillas» es que las maravillas no sean explicadas. De hecho, la obra de Carroll ya cuenta con diferentes versiones, sobre todo cinematográficas, pero a mi gusto esta es una de las que mejor respeta su esencia y al mismo tiempo de las que la reinterpretan de forma más innovadora. Se podría decir que Buchin triunfa en donde Tim Burton fracasa.

Terminada la obra, con mi viejo nos vamos sin saludar a nadie. Víctor es parco y tímido, y supongo que eso también lo heredé de él. Tal vez por eso disfruto del teatro y los personajes extrovertidos. Sobre Víctor, desconozco si la obra le habrá gustado lo suficiente como para empezar a incluir al teatro dentro de nuestras rutinas, pero por lo menos sé que por fin lo llevé a ver algo bueno.


Contacto
Víctor en el país

Ficha Técnica
Autor: Mirko Buchín
Dirección: Nahuel Portero
Actúan: Nahuel Portero, Silvia Stel, Verónica Pardal, Carolina Lombardo


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