«La tierra firme», de Matías Aimino
Por Herminda Azcuénaga de Puchet | Especial para El Corán y el Termotanque
Por Herminda Azcuénaga de Puchet | Especial para El Corán y el Termotanque
La ciudad y la cerveza, la cerveza y los pobladores, el puente y el agua, el agua y la cerveza, por fin, momentos que componen una secuencia. Larga, inalcanzable. Se la puede escribir o se la puede contar oralmente. También las dos en un mismo acto. Así, la historia de Santa Fe es la de la cerveza, o a la inversa.
Las páginas se suman unas a otras y hacen un libro, que se seca en un estante, se pierde en las memorias de los lectores, que continúan sus trayectorias sobre otras páginas. La historia, otra vez, pone esas páginas en presente. Se leen, y es la historia la que se modifica, cómplice de la ficción, verdugo de los olvidos. La novela de Rosa Wernicke aparece como un cúmulo de interrogantes, una pieza del pasado con la ventaja del presente.