¡Vayan a laburar! (apuntes sobre la vida sacrificial)
Por Ezequiel Gatto | Fotografía: M.A.F.I.A
Por Ezequiel Gatto | Fotografía: M.A.F.I.A
Por Aníbal Rossi | Ilustración: Emendez
Por César González
Los hombres y la patria, dos dibujos que se labran en cera, en historia, tienen formas humanas, rostros desfigurados, cuerpos duros que, con el tiempo, se desvanecen, vuelven a crearse y, a veces, algunos los subastan en conferencias públicas. Entre la angustias y otras emociones, el presente es una interrogación potente, recargado de pasados, de leyendas, de atributos y rumores.
Un gaucho anda por la frontera. No tiene origen, porque lo perdió al abandonarlo. Se puso al frente de los otros, amenazó a los suyos. Enfrentó al invasor, y sembró el pánico entre los que esperaban un orden autónomo pero subordinado, el orden de sus intereses, de su privilegio interno. Es polvareda, son caballada, paisanos y campesinos armados. Otro nombre que trae muerte, pero también vida. Es un fantasma, de los que recorren el silencio de la historia. Además, se puede hacer palabra.
Hay voces escondidas, cubiertas de otras voces, letras enterradas debajo de pilas de palabras, toda una poética de lo invisible, que está, latente, subyacente. La ascendencia negada, la sangra destilada, una historia de confines atrapados. La literatura argentina se colora en un sueño de extanjería. Hacia afuera adquiere su cromatismo. Todo lo demás, es ritmo ajeno, viejo, dejado atrás, de otros.
Las marchas son coreografías, ocupación de la calle, reformulación urbana, gramáticas que se forman y expanden. Movilizan: es necesario salir de la obviedad, agitar y agitarse. Las dimensiones de la tragedia, el movimiento para que las emociones no se fosilicen. Cuerpos y reacciones, salidas de la valoración moral hacia lo sensible. Un testimonio y una apertura de discusión, el arte y sus posibilidades.
La pregunta por el presente atrae la necesidad de volver al pasado, otra vez interrogar, buscar continuidades, ir hacia atrás, recorriendo las instancias, periodos, momentos, buscar similitudes, extensiones, y también rupturas, reformulaciones, nuevas maneras de actuar, mostrarse, concebir la realidad. La imagen del Proceso es inevitable ante lo que sucede, esa pregunta, también.
La mirada, fija. La cosa está ahí, ahora es cosa, no es ser. Separado, por fuera, profanador. Para mirar bien, antes hay que destruirse, atacarse y demolerse. Hay riesgo de repetir. Se configura sobre lo configurado, se asume el registro afectivo que nos echan encima, se lo hace propio, creación de uno, y el mundo se mira, entonces, desde ahí, es el reflejo de esa mirada. Lo otro, amenaza. Se ontologiza el demonio, se lo ve, camina, come, pide, asalta. El terror es un asunto de preguntas, hechas o ignoradas.
Hay un pedido, una exigencia, una condición; una necesidad se impone, hay que esquivar los baches, sostenerse arriba, no caer. Odiar el bajón, no atenderlo, negarlo. Toda angustia es un detenimiento y lo importante es fluir. Nada de crítica, ningún pesimismo, tampoco la novedad, nada que revuelva, convulsione, agite. El imperativo de la alegría crece y nadie tiene derecho a cuestionar.