La traición tiene manos blancas, sugiere prosperidad, nubla los orgullos, uniformiza. Extienden vergonzantes tentaciones. Pero en la fibra de los acontecimientos también hay lugar para que crezcan ecos que resisten los embates. Defensas y ataques que empujan las vallas del privilegio, que erosionan las capas duras de lo retrógrado, voltean los monumentos de la entrega. Son desplazamientos, momentos de reorganización, flujos y reflujos, y nuevas consolidaciones.
No cuentes conmigo para bloquear la ciénaga de sueños
el barrial de ilusiones de nuestra carne, la suciedad de esperanzas transpiradas
ni pretendas que mis pulmones soplen las antorchas de los que marchan
yo prefiero que resistan las llamas enrojecidas
que la luz encandile a los brujos que vuelven desde el tieso lago
se reaniman los recuerdos terroríficos, resucitan las pesadillas que se habían ido:
de ellas bebieron todos estos años
sé que hubo miedosos que no observaron
la indiferencia, el sopor, la apatía marchita y cómplice:
algunos pernoctarán inocentemente en la oscura cueva de los deshonrados
serán arrastrados por la intensidad de una horrible ignorancia
y cuando miren las pacíficas procesiones y vean fijamente el resplandor perpetuo de esos fuegos
el pecho les atronará y su garganta rasgará la inútil furia de los demonios
deberán resignarse al tormento imperdonable del temor que los paraliza
nosotros seguiremos marchando envueltos de convicción
las voces roncas no harán llagas en nuestros oídos
y la condena cancelada del pasado, ya impotente, no arrebatará el presente
es por eso que te advierto con un suspiro duro: no cuentes conmigo.