Vivimos en una sociedad que –a pesar de algunos logros en materia de género- todavía contempla en gran medida el machismo. Hoy, una mujer destacada es aquella que rompe con el status quo que estamos acostumbrados a ver en el sexo femenino. Quien se las rebusca para hacer de madre y padre, ama de casa y al mismo tiempo de sustento económico es una mujer destacada. Diría que la mayoría de las mujeres contemporáneas lo son.
Pero inevitablemente hay ciertos personajes que han dejado su huella en la historia, en la cultura e incluso en la lucha diaria. De esto se trata Bendita tú eres.
Aleida March
(Libro: EVOCACIÓN. Mi vida al lado del Che)
Una joven cubana de orígenes humildes a la que le tocó crecer con el golpe de Fulgencio Batista en 1952 y una gran concienciación revolucionaria. A partir de su deseo de libertad, comienza a militar en su ingreso al Movimiento 26 de Julio en el año 1956.
Más adelante, Conocería al Che Guevara en plena guerra civil cuando éste llegó con la Columna Ocho a combatir a la región, en octubre de 1958.
Una vez caída la dictadura de Batista el 1 de enero de 1959 y tomado el poder el nuevo gobierno, Hilda Gadea junto a su hija se trasladaron a Cuba, donde se divorciaría de Ernesto. Poco después Aleida March y Ernesto Guevara se casan (el 2 de junio de 1959), en La Habana. Juntos tuvieron cuatro hijos: Aleida, Camilo, Celia y Ernesto.
En su libro Evocación, Aleida dice: “Es difícil explicar por qué me sentía combatiente. Esa palabra expresaba cuanto sentíamos los que estábamos dispuestos a cambiar el estado de las cosas, depositando nuestra confianza en Fidel y en la disposición de luchar para borrar el oprobio y la degradación moral a las que nos habían sumido al pueblo de Cuba.”
Comenzó como mensajera en la guerrilla, tomó las armas como cualquier combatiente, fue tesorera en la etapa del Escambray y luego sería la secretaria del Che. Sostenía que sus años de labor clandestina le daban derecho a ser una guerrillera más. Incluso llego hasta tener un pedido de detención, motivo por el cual se dificultaban bastante sus objetivos.
En 1959 el Che emprende viaje a varios países que integraban el pacto de Bandung, del 12 de junio (pocos días después de la boda con Aleida) hasta septiembre. A pesar de fuertes insistencias de Aleida y hasta de Fidel Castro, no quiso que lo acompañe en su viaje porque creía que era un privilegio, ya que el resto de sus compañeros irían sin sus respectivas parejas; y Aleida antes de ser su secretaria, era su esposa.
Ese mismo año, en el mes de noviembre, Aleida asistió al Congreso Latinoamericano de Mujeres en Chile. Fue la antesala de lo que sería luego la Federación de Mujeres Cubanas. El objetivo era explicar la incipiente obra de la Revolución.
“Me parecía muy natural encontrarme junto al Che y viviendo los momentos más plenos de mi existencia, porque desde que me uní a él no dude nunca de que ese era mi lugar. Cada día que pasaba lo admiraba más por su entrega, lealtad y entereza.”, Aleida March.
Estando el Che en Shanghái nace Aleida, a quien no le ponen nombre hasta la llegada del revolucionario a La Habana. El Che quería que fuese niño y había elegido hasta el nombre. Se llamaría Camilo, en honor de su compañero Camilo Cienfuegos. «En tono jocoso y con su ironía habitual, me envió un telegrama que decía que si era niña la tirara por el balcón», escribe su mujer. Desde Shanghái le envió una postal que dice: «Tú siempre empeñada en hacerme quedar mal. Bueno, de todas maneras un beso a cada una y recuerda: a lo hecho pecho. Abrazos. Che».
Más luego la cosa se empezó a complicar por la persecución a Guevara, esto hizo que tenga que cambiar su identidad y apariencia transformándose en Ramón. Así, bajo ese nombre y con el supuesto rol de “un amigo uruguayo del Che” visitó a sus hijos por última vez antes de emprender nuevamente viaje. “Aleidita, en una carrera desenfrenada, se dio un golpe en la cabeza y fue el Che quien la atendió. Tal fue la delicadeza con que lo hizo, que al rato se me acercó para decirme un secreto que él alcanzo a escuchar: “Mamá, este hombre está enamorado de mí”. Nada nos dijimos, solo nuestros semblantes palidecieron ante tanta carga emocional”, cuenta Aleida March.
Antes de viajar a Bolivia, el Che le había pedido que comenzara a estudiar Historia en la universidad, “ocupe parte de mi tiempo en estudiar y lo hice casi como un náufrago que encuentra en ello su tabla de salvación”. “Hasta en eso, el Che me salvó de no quedar aislada en mi pequeño mundo espiritual.”
“La triste verdad era que sentía la lejanía y la ausencia del hombre que había sido mi primer amor y con el que había compartido los mejores y mas plenos instantes de mi vida. Creía casi imposible superar tanto dolor, pero no me encontraba sola, y una vez mas sentía su clamor –Ayúdame ahora, Aleida, se fuerte…”
Aun así, siguió ocupándose de todos sus hijos en los grandes y pequeños detalles. “Me entregué a mis hijos con una necesidad imperiosa de refugiarme en ellos”.