Existe un momento indescriptible y fascinante entre el artista y la obra donde el universo se detiene para que el arte vomite su rabia. Un parpadeo o varias eternidades, no importa, el tiempo no es tiempo. Allí se paró nuestro compañero y nos regaló esto.
Eso que los poetas persiguen,
eso que hace despertar al viento,
que desaparece en lo ubicuo del relámpago ,
que dibuja perfume en derredor
Aquello que coagula al infinito
que escarcha la constante y
entumece los sentidos
Iza su estirpe,
levanta su luz, estalla y se va.
Huye de encuadre,
y juega a desaparecer o
a hormiguearse como el mercurio.
Y se escapa, pero se queda
y ensaya una despedida de regreso
mientras los poetas,
escriben y escriben,
al ritmo del viento.