Condenados a la estupidez del tiempo
que continua su trazo inexorable,
deseo un arrebato.
Una rebelión apoteótica y aviesa.
Robar de su guarida las agujas indomables,
que escapan a la quietud
y confunden sus paralelas en el lejano infinito.
Allí, donde descansa el viento.
En el sitio que las brújulas desconocen pero anuncian;
en el crudo paisaje que tejen los espíritus del soñador;
en la arena que dibujan los renglones del poeta.
Allí te espero para cometer el pecado
y derrumbar la bruta verdad a la que nos han sometido
con el cruel y sencillo acto de traernos al mundo.
Cortaremos sus alas y su piel será nuestro abrigo.
Beberemos la sangre del tiempo y su jarabe endulzará el color de tus ojos.
Ebrios y eternos, a salvo de Dios, fundiré nuestras almas
y en el estrépito de la pasión,
tu lengua abrazará mi cuello
para hacer un cuerpo del todo y así reírnos de la historia.
Seremos nosotros.
Los impíos, los escépticos.
Vengan los que quieran.
Borraremos violentamente
el olor de la muerte,
para desafiar al destino
y reescribir la obra.
Hermoso poema