La realidad, tantas veces construida sobre ilusiones que creemos reales pero no podemos palpar, se torna más interesante cuando confunde los límites de lo imaginario. Quiénes somos o jugamos a ser, en la vida y en la actuación, son elecciones que hacemos y nos hacen.
Texto por Marianela Luna – Especial para El Corán y el Termotanque
Por ser mi primera vez, disimulé a la perfección. Entré a Empleados de Comercio como si conociera el lugar. El frío y la ansiedad consiguieron agrupar a los ansiosos junto a la boletería que desde la entrada pude localizar.
El bullicio de las parejas, familias y grupos de amigos realzaba mi soledad: mi compañera no había podido acompañarme y la incomodidad se reflejó en continuas consultas a mi celular. Si bien suelo salir sola, fingí estar esperando a alguien más. De a ratos, miraba hacia la entrada como quien espera a un impuntual. En el tumulto yo era una desconocida, ¿cómo sabrían que estaba actuando?
Pasados unos diez minutos, la masa de ansiosos –coquetos y deseosos de una butaca preferencial– se precipitó hacia la escalera. Allí se formó una fila que lentamente fue ascendiendo y obligó a concluir diálogos. Estando sola, pude escabullirme entre la gente y conquistar mi cometido: las primeras butacas. Esquivé a los indecisos y logré sentarme en la segunda fila; la cercanía es la posibilidad que más me seduce del teatro.
Un placard en medio del escenario, un tocador con luces y una puerta conforman la escenografía de la obra que, en su sinopsis, anticipa una fusión de realidad y ficción. La puerta me invita a pensar en escapes, cortes y márgenes. El tocador, por el contrario, en ficción. Recuerdo la barata interpretación que arriesgué en la boletería, de la mujer que espera a quien nunca iba a llegar y se esfuerza por que nadie lo note. Las luces se apagan y una voz nos pide apagar los celulares. Comienza el show.
Actriz y director
Un director de teatro y una actriz entusiasta se enredan en fuertes discusiones sobre actuación en un camarín que, de a ratos, oficia de habitación de hotel. Ella, constantemente corregida y sermoneada por el director, revela el complejo mundo de la interpretación: los errores, vicios y aciertos. Empecinada con una libreta donde él atesora secretos y anotaciones, se embala en caóticas situaciones para intentar robársela. La acción se sucede en cómicas escenas que provocan carcajadas y mezclan continuamente ficción y realidad. Las discusiones que mantienen logran encender la misma furia que sugiere el guión de la obra que están por presentar.
Perseguidos por la ley y atrapados por el amor
Cuando ella es Señorita Sugar, una femme fatale prófuga de la justicia, él deviene un detective que hace años la persigue y no logra atrapar. La historia que los envuelve genera una tensión que excede la ficción: cuando menos se espera, el hotel vuelve a ser camarín; pero la seducción persiste. Él nunca logró atraparla porque en verdad la ama. Ella, motivada por Señorita Sugar, juega a desafiarlo confundiendo los márgenes del libreto. La idea de persecución y captura está presente en toda la obra.
Azúcar impalpable
La atención es clave. Por momentos, los espectadores encarnamos el rol de detectives y seguimos con detenimiento las escenas tratando de distinguirlas. Pero es en vano: con la misma gracia que Señorita Sugar se jacta de no ser atrapada por su detective, logra burlar las pistas que creemos detectar. Embelesados por las geniales actuaciones, compramos todo lo que vemos. Indetectables, como tantas mentiras que nos creemos; intangibles, como las verdades que más felices nos hacen.
Las situaciones que recorren los personajes y sus emociones nos involucran con una intensidad que logra trasladar el interrogante planteado en la obra a nuestra realidad. El público se entrega en un aplauso enérgico que parece nunca acabar. Abandoné la sala y llegando a la puerta de salida me detuve y miré hacia la calle en busca de mi amiga. Mi propia mentira logró confundir mi realidad.
Fotografía: Analía Mignaco / Más imágenes aquí
Contacto
Señorita Sugar
Integrantes:
Directora y dramaturga: Daniela Martinangeli
Actúan: Marcela Ruiz y Juan Pablo Yevoli
Asistente de dirección y producción: Magalí Drivet
Diseño: Ito García