Puede haber llegado la derrota, se volvieron a formar las líneas, a sonar las marchas, a instalarse la venia, quizás, cayó sobre nosotros la tragedia, se escucharon palazos, salieron los camiones, caminaron los altaneros, también puede ser lluvia o nubarrones, lástima y tristezas, pero siempre necesarias, incontenibles, resistidoras. Pase lo que pase, algunos siguen.
Somos los ilusos
esas tontas almas
que tontamente
esperan
algo mejor.
Sudando, entre llantos
y amargos lamentos y recuerdos tristes.
Solitarios, como un ingente
cúmulo de abandonados.
Esperando, murmurando,
aun cuando no es el momento
de las grandes luchas
o las monumentales hazañas
en las que la historia
cree capturar la sustancia
de la vida
y habitamos la gloria
mínima
atómica
pero global:
la discreta militancia
la silenciosa tarea
la construcción espontánea
porque no podemos
hacer otra cosa
porque somos
los mismos
encandilados de siempre
que en el mínimo gesto, encuentran,
otra vez, la fortuita oportunidad
los arrojados y eternos
enamorados
los que lloran
tanto como ríen
ajenos al complejo
como a lo moderado
los que no dejan de luchar
con discreción y paciencia
con jubilosa entereza
los que no cesan
y arremeten
furiosos
y convencidos
contra lo adverso
los que se agitan
en la malaria
y hundidos
como en los fárragos
de un añoso y olvidado aljibe
aunque sepamos que
todo esto ha sido en vano
y que en la primera curva
del sinuoso camino
nos espera
cruel y doloroso
un nuevo enemigo
una nueva amenaza
tan real como otras veces.
Pero seguimos
abriendo los sueños
como compuertas de plumas
que al galopar del viento
se vuelan
y se pierden
en el celeste del cielo
detrás del vapor
de las nubes
y otra vez vuelven
resurgiendo desde las nieblas
y afilamos nuestros deseos
y no hay otra opción
porque, de la resignación,
no aprendemos, porque
seguimos creyendo
que la injusticia
no tiene perdón
más que volverse justicia.
Y aunque entorpezcan nuestros actos
y mancillen nuestro orgullo
y ataquen nuestros principios
y exhiban sus fuerzas
y ostenten sus riquezas
y se ufanen de su frivolidad
lo seguiremos haciendo
simplemente
porque no sabemos
hacer otra cosa.