Crónicas | Slam de poesía oral en Rosario - La generación y la sangre son río y puente, agua que se encuentra con agua, tiempo que se reproduce en tiempo. Dos miradas que miran lo mismo, lo mismo devuelto dos veces. Abuela, nieto, o viceversa. Artistas, espectadores, o al revés. Otra vez: generación y sangre se unen, corren y se separan. Dos tiempos, ahora, en un mismo momento. La poesía es oral, se dice, se grita, se actúa. Está, cruza sobre el río, une lo de antes con lo actual, hacen que el ahora sea un momento presente en el pasado, o que lo anterior tenga algo que decirnos sobre todo esto.

La generación y la sangre son río y puente, agua que se encuentra con agua, tiempo que se reproduce en tiempo. Dos miradas que miran lo mismo, lo mismo devuelto dos veces. Abuela, nieto, o viceversa. Artistas, espectadores, o al revés. Otra vez: generación y sangre se unen, corren y se separan. Dos tiempos, ahora, en un mismo momento. La poesía es oral, se dice, se grita, se actúa. Está, cruza sobre el río, une lo de antes con lo actual, hace que el ahora sea un momento presente en el pasado. O que lo anterior tenga algo que decirnos sobre todo esto. 

Texto: Mafalda Maiocchi Mussin de Elías y Nacho Estepario | Fotos: Marianela Luna

(La cándida Eréndira, y su nieto desalmado)

Vastos años de experiencia maravillándome con las sorpresas cotidianas que ofrece la vida no reparaban en quitarme expectativas sobre lo que sería la noche del Slam de Poesía Oral Rosario.  Invadida de una inquietante curiosidad, llego a la dirección indicada. Digamos que en verano viene bien cualquier lugar gratarola para ir a escabiar y prenderse uno, principalmente si la gente que ha cliqueado «asistiré» no es tan ortiba y pelotuda, y te alberga un microclima estructural de paredes chorreando humedad, Esterichia coli y literatura.Ph: Marianela Luna

Lo primero que veo al llegar es una larga escalera, cuyos escalones me esperaban desafiantes. La mente rápidamente convence a mis maltratadas septuagenarias piernas para que enfrente la prueba, de la que salgo modestamente airosa. Estos antros que los bohemios te okupan son una perdición para cualquier sistema inmunológico. Arquitectura de conventillo decimonónico y casonas hechas pijas siempre sientan un caldo de cultivo ideal para que copule la poesía rizomática de liturgia posmoderna, aflore una colonia de letras sedientas de oralidad, fogonee una sinergia de ambrosía de musas y bacanales de merca, abone subjetividades que se tranzan en danza, y pulule el arte libre sin inspección bromatológica, sin testeos de derrumbe, sin barrotes que condicionen: porque ni la escalera tiene baranda.

Cautivada por el ambiente ascóndito, se produce mi encuentro con cuántos jóvenes en un clima tan bullicioso como acogedor. Todos faloperos, putos, borrachos, trolas, tatuados y tortilleras. Pibas y pibes maravillosos. Artistas del faso y poetas de WhatsAppUna vez más, mis ataduras de raigambre forastera me someten a la disyuntiva: «No soy de aquí, ni soy de allá». ¿Sería capaz de aggiornarme apaciblemente? Obvio, en estos lugares la afectividad está tan al palo, que todo es garche de los sentidos, por momentos sexo violento, por otros beso parisino en luna de miel hippie, sin reparos en las edades, ni escrúpulos hacia las inmensidades. El arte lo penetra todo.

Y como que me llamo Mafalda, me acomodé entre tanta juventud que, sin preconceptos, me incluyeron inmediatamente; y así comienzo a escuchar a una veintena de poetas. «Poetas», ponele.

Oigo cada una de las poesías, y no sé si la métrica y la rima están cuidadosamente expuestas. No tienen un carajo de idea qué son la métrica y la rima. No obstante, siempre advertí que, al fin y al cabo, ni la ciencia, ni las reglas, encriptan al arte. Poetas libres con la audacia insolente propia de la juventud pintaban la realidad desde toda su intercadencia, unas veces embelesando visualmente, otras pletóricas en sentimientos, muchas altisonantes desde la conciencia directa, algunas teñidas con dureza irónica, y tantas embebidas en gravidez de humor, otorgándoles color y delectación. Qué lejos de lo formal y qué cerca de la libertad de la palabra se vivía cada momento. Un re viaje. Barriletes cósmicos hacia las entrañas emocionales, puñaladas lisérgicas que te dejaban flasheando en letras Nacho Estepario, por Marianela Lunatan morbosas como viscerales. Erección surrealista, fuerza poética de orgasmo múltiple, y lluvia de eyaculación precoz literaria.

Escuchando a estos poetas sentí la sensación de que quedaban mirando como si esperaran algo. Sentí en mi interior que era una proclama encendida contra el desconcierto de la robotización, la violencia de la exclusión y los sufrientes, que era el inicio de un proceso persiguiendo la utopía de humanizar la humanidad[Acá mi abuela se fumó algo y está tan hermosa escribiendo que no me quiero meter, y tampoco sabría cómo seguirla].

Fiel a su símbolo de llama votiva en su Monumento a la Bandera, Rosario se yergue como la Llama Ardiente del Arte en sus diferentes expresiones. Cuna y formadora de artistas. Desde Libertad Lamarque a Novaresio, desde Litto Nebbia a Amalia Granata, desde Antonio Berni a Pachu Peña, desde Juan Carlos Baglietto a Silvina Luna, desde el Negro Fontanarrosa a Dalila, desde Fito Páez a Raúl Castells.

Testimonio de ello fue lo vivido en el Slam de Poesía. Felicito a los que impulsan y participan de estos espacios, pues si callan los poetas y los cantores, calla la verdadera historia. Aunque parecen demasiadas flores para un par de boludos a los que les pinta escribir y con ello transitar las miserables vidas, lo cierto es que Rosario brilla tornátil y descollante por su arte, susurrándome un mimo aleluyado, jocundo y apacible al alma. Orgía.


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