Tarde de domingo. Camino de la mano con mi hija por las calles de Pichincha rumbo al teatro. Desde esta mañana ella ya no es una niña pero aún vamos de la mano cantando a viva voz nuestras canciones preferidas. Cuando llegamos nos encontramos con el siguiente cuadro: las personas grandes –previsiblemente, «padres»– están sentados contra las paredes de una gran sala de espera y los niños –ellos sí, seguro «hijos»– ruedan, gritan, saltan o salpican por todo el espacio. Mi hija me mira con cara de desagrado. Calculo que por los niños, por esa etapa que ya dejó atrás. Para descongestionar la situación vamos al baño, a la vereda, hablamos con Mari sobre la obra… hasta que comienza la función.
―¡Tengo una idea!―, sentencia una gota loca y ya estamos expectantes, deseosos de escuchar, ver y disfrutar del próximo plan para recuperar la lluvia. Las cuatro gotas son prodigiosas mujeres monocromáticas que tienen entre mano una misión seria. La única forma que se piensa como posible para encontrar una solución es el trabajo colectivo. Toda la obra está desplegada desde la premisa de compartir y del trabajo en equipo. La aventura es más divertida si están juntas.
Al ritmo del viento y la lluvia se despliega la estética del arte pop, el plástico de los pilotos y un paraguas multicolor. Las gotas poseen una mímica exacta y unos movimientos acuosos. Sentada en la silla del teatro lo que veo es tan familiar como estar frente a la pantalla mirando dibujitos animados, explotando el estilo expresivo de los animé. Las cuatro gotas aparecen triunfales como heroínas con un poder: la locura.
Cuando un niño nace es todo agua. Será por eso que los niños se apropian de Cuatro gotas locas cantando y bailando en el comienzo y en el final, formando parte de la función, parte del juego, cómodos con el lenguaje corporal y simbólico que la obra les ofrece.
Los adultos seguimos siendo agua más que otras cosas. ¿Qué serán esas otras cosas? ¿Seguimos siendo niños? ¡Tengo una idea! Si A es igual a B y B es igual a C… (¿?) … ¡Todos somos niños agua!
Los adultos, o a lo mejor yo y algunos más, queremos quedarnos a vivir en este espacio en el que las estrategias no tienen lógica y en el que las reglas del juego son las no-reglas para continuar jugando. Y si todo sale mal ya tendremos otra idea, algo se nos ocurrirá para no aburrirnos.
Esta obra se presenta en jardines y escuelas, con el acompañamiento de un recurso educativo. Sin caer en un discurso didáctico o expositivo, a medida que avanza la epopeya por recuperar la lluvia se van sugiriendo diferentes conceptos para un trabajo posterior de investigación en el aula: el cambio climático, los recursos naturales, las cuencas hidrográficas y otras problemáticas del agua en el mundo de hoy.
El placer puede continuar: el grupo presenta una nueva obra titulada Club Arte y Acción, el 17 de mayo en Espacio Bravo a las 19. Y les aseguro una cosa: los niños, los más grandecitos, los grandes y los que tienen el agua hasta el cuello van a pasar un buen momento.
Contacto
Ficha técnica
Actúan: Elisabet Cunsolo, Carla Gordillo, Corel Martínez Tuset, Julia Livolti.
Asistencia técnica: Mari Zárate
Dramaturgia: Creación Colectiva
Producción: Teatro de la huella