Crónicas | Festival del Encuentro Nacional de Mujeres - Por Mariel Ghilino

«Mujer bonita es la que lucha», leímos y nuestra cronista se encargó de explicarlo. Tomó su cuaderno y encaró para el Anfiteatro. Frío acallado con mate y baile. La música es clave, denuncia, fuerza expansiva, creación, sale del escenario y regresa, potenciada. Es pintura, que después se hace concreta, mural móvil. Las mujeres están y luchan, no hace falta explicar lo vivo. 


Festival #ElEncuentroSomosTodas

El sábado fue un día nublado y fresco, esos días en que un café y un buen disco en el hogar se vuelven irreemplazables. Pero esta vez el calor, la música, el encuentro se hallaba en otra parte. Bordeando el río en favor de la corriente, fui caminando de mi casa hasta el festival.

Llegué al anfiteatro: mesitas de ventas de comidas dulces, otras donde las compañeras inscribían para el encuentro, otras donde te informaban, y el candombe «La Hormiga» musicalizando.

Algunos se arrimaban tímidamente, atraídos por la curiosidad o la música, y otros muy seguros, buscando el mejor lugar para instalarse con el equipo de mate. El clima festivo y de entusiasmo le ponía color a las nubes grises y las primeras huellas de pisadas firmes en el terreno de lo que va a ser el 31° Encuentro Nacional de Mujeres en nuestra ciudad.

A medida que me iba acercando al escenario pensé, tal vez en asociación a la arquitectura del lugar en el que me hallaba, en el antiguo Coliseo, cuyo nombre en realidad fue «Anfiteatro Flavio». Esa estructura cobijaba las pasiones del pueblo que se encendían en uno de los espectáculos favoritos,  la lucha. Luchas entre hombres, entre animales, entre hombres y animales. Pensé también –aunque podrían surgir miles de ejemplos similares– en las mujeres ignoradas de esa Roma antigua: no tenían papel alguno en la cultura, ni siquiera en las obras de teatro (por ejemplo, los papeles femeninos eran interpretados por varones). Ya más cerca del centro del anfiteatro –donde estaba cantando con su guitarra Sandra Corizo– miré hacia arriba, en lo que sería la ultima grada, e imaginé a las mujeres de aquella época, a quienes les era designado el peor lugar en el teatro, donde incluso en ese orden, por estrato social, los esclavos tenían un lugar más privilegiado. Cuando volví la mirada y disfruté de la música que tejían los dedos y la voz de Sandra me inundé de aires de festival y entendí mi asociación de pensamientos: en nuestro anfiteatro estaba teniendo lugar una representación de la lucha actual, la de las mujeres. El poder femenino que se encarnaba antiguamente en una Diosa, hoy se resignifica en esta batalla: «Mujer bonita es la que lucha». Intentamos salirnos de la periferia y hacernos visibles, enunciar cómo queremos sentirnos, que nos vean; en otras palabras, vamos construyendo poco a poco nuestras propias luchas, nuestro propio escenario.

El Encuentro como un móvil, arte en circuito

Simultáneamente, pero a otro ritmo, se iba vislumbrando una imagen que un grupo de mujeres iban pintando y graffitteando sobre una gran tela al costado del escenario. Se trata de un «mural móvil» que va a acompañar al Encuentro y a las diversas actividades que se estarán realizando. Los trazos finales delinearon a una mujer plena, menstruando, cíclica, con símbolos, según nos explicó Shetza, una de las artistas. Junto al mural, otras telas nos rodeaban: sábanas colgadas que daban cuenta de una intervención que días atrás había tenido lugar en la Siberia. Alguna de ellas estaban pintadas con frases como: «Mujer no te calles», «Mi cuerpo es mío», «No quiero flores, quiero derechos», entre otras. Simbolizaban, según lo que se leyó durante el Festival bajo la forma de un manifiesto, todo lo que ocurre en la vida de una mujer entre estos tejidos: en ellas soñamos, parimos, morimos, decidimos, Festival #ElEncuentroSomosTodasamamos, odiamos, pero también, representan el trabajo doméstico, la tela donde nos violan, con que nos asfixian y asfixiamos… Las sábanas como testigo de momentos de alta sensibilidad, crisis y vitalidad.

«Manuelita abortó en Pehuajó, pero nadie se enteró…»

Las canciones también se intervienen, y en eso Las Locas Margaritas, grupo de teatro feminista, son expertas. Pese a que jamás pasan desapercibidas y desde 2001 vienen trabajando activamente, pude observar en cuatro muchachos, de al menos dos generaciones, lo que se siente al ver a estas «locas» por primera vez. Uno de ellos se quedó largo rato sosteniendo el mate cerca de la boca con la mirada fija, sin moverse. Otro masticaba un bizcocho muy lentamente, como si estuviera procesando una impresión. Y sí, es que Caperucita Roja, muy precavida, llevaba en su canastito preservativos y Cenicienta no caviló en tomarse la pastilla del día después. Las Margaritas hacen florecer en sus cuerpos los temas que más controversia social generan bajo el tratamiento del humor y el amor.

La trama de los géneros

La diversidad musical y artística es síntoma de que «El Encuentro somos todas»: el dúo Lis y Marcelo nos acercó con su música a una mujer pionera, fuerte y multifacética como fue Violeta Parra. Asimismo, otro dúo, María Sol y Germán Acuña, nos invitaron a entrar en calor Festival #ElEncuentroSomosTodascon aires de chamamé, así como también el ballet de danzas folclóricas de la Escuela Nigelia Soria. Irene Ocampo, poeta y activista feminista, se desnudó en poesía, leyó sus versos y le creímos.

Le creímos y sentimos a Evelina Sanzo, cuando a la hora de interpretar una versión o un tema propio –ya fuera una milonga, un tango o un candombe– sus palabras fueron como sentencias: «A ver si sos tan guapo y te aguantás mi lengua». Compuesta, según nos contó, bajo la inspiración de un tajante «puta» que le dedicó un chico. Ahí fue que mi atención se desvió a una de las compañeras que estaba contándole a un señor, mates de por medio, de que se trataba el Encuentro. Éste le preguntó quién era la cantante –parecía muy curioso– y finalmente, terminó depositando una colaboración en la caja que llevaba la compañera. Al rato, escucho que del celular del señor se reproducía música. Lo miro algo molesta, hasta que me doy cuenta de que –ganado por la curiosidad– había buscado el tema «Curandera», de Evelina Sanzo, que minutos antes ella había tocado arriba del escenario. Es esperanzador observar repercusiones sensibles en los demás, como una especie de transmisión que toma forma en el otro o la otra.

Cuando me estaba yendo frené en la última grada: todas las siluetas bailando, contorneadas por las luces del escenario era una imagen merecedora de una foto. La cumbia de Tita Print no dejó nalga sentada.

Las historias que estas artistas nos contaron, se tejen –como tejía Violeta Parra– porque «los tipos se encargaron de contar la otra mitad», dice Evelina. Unir y enlazar para crear otra cosa, resignificar y, así, transformarnos. El Encuentro de Mujeres, es sin dudas, metamorfosis pura y su consecuencia es inevitable: tejer esta experiencia a la propia vida y enlazarnos entre todas para hacernos más fuertes.

Todas las imágenes de la jornada aquí

 

Contacto

31° Encuentro Nacional de Mujeres – Rosario


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