Me duele la bicicleta en las piernas
las calles se corren
para que los autos pasen
esquivamos la muerte
mientras ellos le erran
la remera se pega al cuerpo,
mientras pienso que pocas cosas
asustan más que el frío de los enfermos
y pienso en mi casa
en las sillas de madera
acomodadas cerca del ventanal
el sofá y las noches de lujuria
cuando celebramos raspando sus patas contra el piso
¿qué importa que los vecinos se quejen?
hay que coger más, volverse agua más seguido
si al fin de cuentas, el tiempo está ahí
mirando cómo le caminás la espalda
para caer en el mismo lugar que el resto
hay que coger más, pienso mientras chupo el cuarto mate
que todavía está demasiado caliente
la heladera es un reflejo miserable
vacía y ruidosa, con ese motor que no para nunca
tal vez así sea la angustia,
un vacío ruidoso que no permite
mirar hacia ningún lado más que adentro
y comprobar que no hay nada más que ruido
hay que coger más,
preguntarse menos cosas,
si la juventud se escapa y nos vacía, como la heladera
me recuesto adonde alguna vez fuimos un solo abrazo
sigue el ruido de fondo, que ya es parte del silencio
el techo aún no tiene manchas pero sé que no tardarán en aparecer
te extraño desnuda,
con los ojos cerrados inventando
una oscuridad que no existe, evitando la mirada que confunde
la belleza de la imaginación, con las miserias de la verdad;
que todo sea mentira, al menos hoy,
porque el sol nunca da tregua
pero ahora no hay nadie, ni siquiera me reconozco en mis pies
tan sólo puedo acostarme, figurarme tu cuerpo caliente y soñar
que te acaricio las piernas,
y todo alrededor calma
y me salvas del miedo,
del frío de los enfermos.