Por Luciana Bertolaccini y Cecilia Villani | Especial para El Corán y el Termotanque
Hacerse una pregunta, muchas veces, es abrir o intentar abrir la puerta de un mundo que hasta entonces desconocíamos. En el género policial, quién, cómo y por qué suelen ser los interrogantes más frecuentes. El primer libro de cuentos de Melina Torres, Ninfas de otro mundo, nos presenta a Silvana Aguirre y Ulises Herrera, la dupla policial que recorre un entramado de indicios para llegar a la verdad.
Son tres los cuentos que conforman este libro. El alma va a venir, Ninfas de otro mundo y Secretos de cocina. En el primero, la pareja de policías viaja a un pequeño pueblo del Chaco a investigar el crimen de una mujer. En Ninfas de otro mundo, se adentra en la noche de la ciudad para resolver el asesinato de una travesti. En el tercer y último cuento se enfrenta a la misteriosa desaparición de la mujer de un reconocido cocinero. Sin lugar a dudas, el primero de los cuentos es el que más se destaca. No solo por su extensión, sino que funciona a modo de introducción: nos permite conocer más en detalle a esta dupla.
«Silvana Aguirre tenía más olfato que un galgo, una entereza a prueba de coimas, el mejor puntaje en tiro al blanco y una debilidad: las rubias tetonas». Pero por sobre todas las cosas es una mujer moviéndose en un mundo masculino. Modifica la representación tradicionalmente dada a la mujer dentro del género: no persigue a los malos en tacos altos imposibles de manejar ni lucha en la búsqueda de un equilibrio entre el trabajo y la familia. No se somete ni se conforma con un rol secundario. Nada de eso. Silvana Aguirre es lesbiana, futbolera y putea como nadie. Y como buena detective, su inteligencia es la carta bajo la manga que la ayuda resolver los casos. Esa capacidad de atar todos los cabos sueltos, y, al final, cual epifanía la verdad aparece.
Así como Silvana Aguirre representa la inteligencia de la dupla, Ulises Herrera es el compañero fiel y laborioso. «Herrera había entrado a la policía con un solo motivo: salir de pobre». Así como ningún/a pibe/a nace chorro, ninguno/a nace gorra. La salida laboral en la policía, muchas veces, es la única posibilidad de obtener un trabajo en blanco, con todos los beneficios que implica para muchos/as pibes/as pobres. Una maquinaria que les enseña a odiar a otros/as pibes/as con los que se criaron.
La historias que componen los cuentos interesan, sobre todo, porque en la lectura no puede sustraerse la pregunta por las violencias generizadas. Un femicidio, un travesticidio y la búsqueda de una mujer que no aparece hace semanas. Casos en los que las víctimas, piezas faltantes de un enigma a resolver, ante la falta de su propia voz para nombrarse, aparecen bajo la mirada acusatoria que las responsabiliza de las consecuencias. Enunciaciones estigmatizantes que refuerzan la construcción política de jerarquías y diferencias. Se trata de una victimización espiralada que opaca el entramado de la violencia machista, operando, en realidad, como un reforzamiento y una naturalización de esta. Primero, una muerte, un acoso, una violación en donde son determinantes la identidad de género y los modos de relación patriarcal, y, después, el sometimiento a un dispositivo sancionador por medio de estereotipaciones machistas. Por busconas y provocadoras. Por pobres. Por autónomas y desobedientes. Por jóvenes, por niñas. Por no trabajar, por no estudiar. Por mala víctima.
Como si se pudiese establecer una gradación, determinadas vidas se significan como desechables de antemano, no son dignas de ser lloradas, sufridas. Nada que lamentar cuando no hay nada que perder más que una vida estéril, frente a otras existencias que son pura oportunidad, pura potencia.
Melina Torres recrea estos personajes ultrajados cuyas vivencias van tomando distintas formas: esencialismos femeninos que son desafiados por aquellas que, se supone, deberían expresarlos; designios matrimoniales que son rechazados «por terca, por temor, vaya a saber por qué. Coria no era un hombre feo»; una amante de más de uno «que no dejó títere con cabeza»; individualidades resistentes a ser sujetadas por un otro, condenadas en su desacato de haber sido «siempre generosas»; subjetividades que disiden de un binarismo de género quedando invisibilizadas en la oscuridad de la culpa: «en qué te metiste, pensó en voz alta Aguirre». Determinaciones autónomas, deseos de libertad e ilusiones perseguidas. «Cómo le explicaba yo a ese animal que tanto fuego me quemaba».
Ninfas habitantes de sus propios mundos, dispuestas a una vida desnuda de los ornamentos que asignan las expectativas sociales y que son, por lo tanto, ajenas. Cuerpos de otro mundo, poco encorsetados, que se las ingenian para disfrutar, reír y bailar embarradas con la miseria de la vida. Representaciones desencajadas y agitadas para un mundo al que no pertenecen. Un deseo sondeando por terrenos escabrosos e incómodos. «Nadie huye cuando camina libremente».
Ninfas de otro mundo, de Melina Torres. Editorial Iván Rosado, 2016.
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