Cecilia González aclara que no se siente escritora, sino que es una periodista que publicó libros. Claro que esas investigaciones que indagan en lo más profundo del mundo del narcotráfico y sus largos tentáculos se apoyan en el vasto lenguaje que ofrece el periodismo literario, con una larga tradición en el país, desde la prosa filosa y aguda de Rodolfo Walsh para desentrañar rigurosas revelaciones, hasta los actuales Cristian Alarcón y Leila Guerriero, sólo por mencionar a algunos de los nombres más relevantes del periodismo narrativo de nuestros tiempos.
Por eso, la tercera jornada del ciclo Cátedra Bailable en el Restó del Galpón de Venado Tuerto terminó siendo una apuesta acertada. Bajo la consigna «Periodismo y Literatura» la autora mexicana reinvindicó una manera de contar la realidad, más aún en tiempos de un periodismo en crisis con las formas tradicionales y la necesidad de captar la atención del otro (oyente/lector) en medio de la vorágine y la instantaneidad de las redes sociales.
Con 16 años en nuestro país pero sin dejar de ser una observadora externa, Cecilia González logra entender a la perfección muchos de los comportamientos del argentino medio. En especial, sienta postura sobre el oficio periodístico, sobre todo acerca de las singulares formas que fueron tomando el uso y manipulación de la información, con la imposición de lenguajes a los que trata de escaparles. Por eso, niega la existencia de «la grieta» tal como se la quiere presentar y le escapa a la idea de «medios hegemónicos», a los que prefiere llamar «medios tradicionales»; y trata de generar su propia agenda.
Por caso, en estos días su principal ocupación para la agencia mexicana en que trabaja es la situación de las universidades públicas, casi un tabú en días de montajes escénicos en el Congreso.
El lugar
La autora de Narcosur se apasiona cuando habla de periodismo. Como si hiciera falta, remarcó varias veces que «la objetividad es una falacia», pero que el rol de un buen comunicador es «darle herramientas a las personas para que piensen», siempre desde el universo propio de creencias e ideologías. Por eso defendió su postura de «no opinar sobre todos los temas», asegurando que un periodista no está obligado a tener opinión formada sobre cada una de las cuestiones.
Una de las primeras frases que soltó ante el público es que los trabajadores de prensa «no somos nuestras propias empresas, somos laburantes»; aunque enseguida expuso que hay periodistas que «escriben indignados y no lo reconocen, pero bajan línea y se nota». Además, despertó algunos murmullos entre la gente su recomendación de leer a periodistas «con los que no estamos de acuerdo», como un ejercicio para enriquecer el debate y comprender qué defienden y desde qué posturas, aquellos que se encuentran en la vereda ideológica de enfrente. Algo así como espiar en la trinchera adversaria para conocer mejor su ubicación a la hora de atacar.
El ocaso
¿Estamos asistiendo a una lenta muerte del periodismo? Cecilia González lo niega, pero acepta que hay una instancia de reconversión que no tiene un horizonte demasiado claro. «Las crónicas bien escritas e investigadas nunca pasan de moda», sostiene. Incluso, se animó a afirmar que los textos largos –de nuevo, interesantes y con buena redacción– siguen teniendo un público ávido de disfrutarlos y leerlos hasta el final: «Es falso que el periodismo se esté acabando», dictaminó.
El problema está en las páginas comerciales-informativas, donde el único objetivo es ganar el campeonato de clicks con títulos tan gancheros como engañosos, sin importar el contenido. «Estamos ante el desafío de hacer buen periodismo en un proceso de transición», afirma. También contextualizó los nuevos (malos) tiempos con los masivos despidos en la agencia oficial Télam y las dificultades para financiar las nuevas experiencias periodísticas.
En las redes
Es imposible pensar estos nuevos tiempos sin incorporar las redes sociales. Cecilia González las utiliza casi con devoción: vuelca opiniones, cuenta anécdotas personales y comparte información. Así, desde sus cuentas de Facebook y Twitter se pudieron seguir las contingencias que acompañaron su viaje a Venado Tuerto: desde un micro lechero que tardó horas y horas en llevarla desde la ciudad de Buenos Aires hasta el generoso tiempo que pasó durmiento en esta llanura pampeana y cuánto disfrutó de la segunda parte de la Cátedra Bailable, cuando se prendió a mover el cuerpo con el grupo cordobés Cony La Tuquera.
Más allá de lo anecdótico, la periodista considera que hoy las redes sociales se han vuelto una herramienta que le permite a cada uno «intervenir en el debate público», logrando en muchos casos instalar en la agenda algunos temas que por diferentes intereses se pretenden guardar bajo la alfombra.
Por caso, remarcó que la represión y posterior desaparición de Santiago Maldonado y los aportantes truchos para la campaña de Cambiemos en provincia de Buenos Aires, tuvieron repercusión mediática gracias a las redes sociales que se encargaron de mantenerlos vivos y denunciarlos.
Mujeres al frente
González se autodefinió como «activista del feminismo» y desde ese lugar no tuvo ningún reparo en destrozar al escritor Arturo Pérez Reverte por machista y misógino ante una pregunta que llegó desde el público. Celebró el terreno ganado en la sociedad a partir de las luchas feministas y defendió la instauración de los «cupos», considerando que «nunca se pone en duda la idoneidad de los hombres que ocupan un lugar, pero sí de las mujeres».
También hizo algunas reflexiones sobre el lenguaje inclusivo, entendiendo que es un cambio que se está dando y que se va a consolidar con el paso del tiempo, por lo tanto consideró estéril oponerse: «Es una evolución del idioma, como tantas otras que se han dado».
Durante casi una hora y media, Cecilia González cumplió con su cometido: ayudó a pensar, sentó postura y polemizó sobre cuestiones relevantes y logró transmitir su pensamiento con un lenguaje propio, sin subirse a ninguna ola ni tomar palabras de otros. Mostró en definitiva, que el buen periodismo sigue teniendo quién lo practique.