Por Juan Represión | Foto: Agostina De Mileto
Disculpe, pero no puedo, sucede que no me sale,
tampoco es que lo intento, está claro
pero no, no puedo
no puedo quedarme quieto,
mucho menos no entrometerme
no me creo aquello del algo habrán hecho
tampoco elijo quedarme callado
es que la realidad nos está comiendo los ojos
y no consigo quedarme inmóvil, detrás del vidrio,
esperando las buenas noticias que no vendrán.
No puedo, disculpe, usted insiste en que no me meta,
que es mejor no hablar de ciertas cosas,
entonces me persigue con su quietud y la desprecio,
¿qué es lo que lo mantiene en silencio, cómplice
de esta masacre al futuro?
¿Cómo se atreve a detener a los que ensucian sus codos,
a ponerles la mano en el pecho para frenar su avanzada?
Disculpe, de verdad, pero no puedo.
Afuera, los monstruos del pasado arrancan las flores
quieren llevarse puesta hasta la primavera,
¡y usted me pide que no me meta!
Traen las nuevas viejas promesas que nos comieron la carne
mientras ajustan los candados para dejarnos del otro lado de la vida
¡y usted me pide que no me meta!
Disculpe, pero no puedo
es que la neutralidad no conduce a ningún lado
y hasta sospecho que exista
(usted ahí parado no está siendo neutral, también ha tomado posición)
Venga, lo invito. Serán necesarias todas las manos.
Poblaremos las calles, por el centro y los costados,
para que nos vean hasta cuando cierren los ojos.
Habrá que escribir, habrá que cantar y no bajar la guardia.
No faltará la guitarra ni la poesía.
Venga, que siempre queda lugar.
Pida canciones, abrazos y un mate
pero no se le ocurra, ni siquiera lo intente;
no se atreva a preguntar por el sosiego de los rendidos:
aquí no hay espacio para el reposo;
si los triunfos no son eternos, y mucho menos las derrotas,
no hay razones para abandonar la calle
no insista
no puedo.