Nada hacía pensar que ese miércoles sería trascendente. Ese lunes cerrábamos la consulta del Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO) donde 3 millones de voluntades exigían un cambio de modelo, habíamos demorado el inicio un par de días porque «casualmente» estallaron saqueos en el conurbano coincidiendo con la fecha de lanzamiento. La «mano negra» del PJ bonaerense se olía en el aire pero la cosa estaba jodida.
En Rosario los centros CRECER llevaban dos semanas cerrados por falta de insumos, los piquetes frente a supermercados eran parte de la cotidaneidad y el «corralito» desfinanció el gasto corriente de sectores medios, bastaba una chispa, y me sentía casi rídiculo entre el centenar de militantes concentrados en Rectorado sin demasiadas propuestas para asistir a esa reunión de Consejo. Algunas generalidades pero no mucho más que mantener movilizado al «activo» tras un año de mucho conflicto. Algún insulto a las autoridades, cruces con los patas de plomo de la Asociación del Personal de la Universidad de Rosario (APUR), vagar por el centro rosarino buscando confluir con una movilización docente que quizás jamás existió y así hasta decidir que por la tarde nos reuniríamos en Humanidades y tal vez la tomaríamos.
El llamado de Agus interrumpió mi almuerzo y el frenético zapping entre TN y Crónica que alternaban la cobertura de la protesta de los ahorristas y los conatos de saqueo aquí o allá. Quedé en pasarlo a buscar y remontar Entre Ríos desde Montevideo a Córdoba tratando de reconstruir algún hecho «borroso» del fin de semana.
Para variar dice algo sobre mi responsable, Mariel, y respondo: «Tan dulce que empalaga, hermano. Mucha mina para nosotros los mortales». La saludo y lo dejo para ver qué línea vamos a tirar en la asamblea. Lo de siempre: recitar épica guevarista y bancar una toma de Facultad más parecida a una pijamada que a un hecho político. Enseguida me pongo con Guille a organizar la logística para entrar escabio de contrabando y analizar cómo profundizar las relaciones intra e inter orgas entre 12 y 18 centímetros, más de 25 en el caso de la Iguana. El celular de Grillo no para de sonar.
La cosa empeoraba en los barrios, ya no eran conatos, los saqueos se generalizaban por todo el sur y oeste rosarinos. Grillo ya no busca cómplices para tomar una birra frente Humanidades y comienza a lucir preocupado. Un herido, dos… Una compañera de Magnano, Rosa si no recuerdo mal. Nos aliviamos al saber que sólo es el corte de un vidrio cuándo trataba de sacar un par de pibitos del super antes que empezarán a reprimir. Zoilo, del MST, me dice algo sobre una compañera del MTL. Era Graciela Acosta. Poco después me confirma su muerte. Y cada novedad era más alarmante.
Más por impotencia que por otra cosa, decidimos hacer un acto repudiando la represión frente a la Bolsa de Comercio. Pao, la petisa, grita si alguno se cree Obi Wan Kenobi para finiquitar una discusión absurda entre el MST y el Pampillón sobre si montar seguridad con «palos» o sin «palos» en una marcha de cuadra y media. Obi Wan Kenobi parando plomos con un pedacito de madera me hizo gracia en un clima cada vez más desolador.
Pali baja la orden de que ningún universitario pise el barrio, ya tenían bastante los compañeros para andar preocupándose por pendejos de clase media. Basta que nos miremos para saber que tomar esa facultad ya resulta estúpido. Replegarse y reorganizar, ir a poner el pecho en territorio, reventar el súper más cercano o prender fuego la sede de Gobernación. ¿Tomar Humanidades? Pura culpa de clase.
La asamblea se desarrolla sin más. Ni Grillo, ni Mauro, ni yo nos anotamos entre los oradores, no recuerdo si Seba estaba o había viajado a San Nicolás. Acompañaríamos si se tomaba, pero ni de casualidad nos íbamos a sumar a la ridiculez estéril de discursos ampulosos de nenes bien mientras la yuta de Gambacurta entraba tirando a cualquiera por los pasillos de Magnano y Las Flores.
Había pocos celulares e internet estaba en pañales, así que entre las orgas nos íbamos soplando la información que entraba, más lo que de a ratos espiábamos de la transmisión de TN en el barcito frente Humanidades. Con suerte, preguntarle a los movileros de LT8 y LT3, aunque sabían aún menos que nosotros.
El semblante de todas las orgánicas era adusto, los nenes bien del Pampillón e independientes vivían su nube de pedos proponiendo establecer un «faro» en Humanidades para concentrar las luchas. Se reproducían los heridos, llevábamos semanas conteniendo no otra cosa que el hambre y los barrios eran zona de guerra. ¿Vos te crees que a alguien le importaba si doscientos chetos montaban una olla popular en Entre Ríos al 700? Dos motos en Santa Fe y dos motos en la peatonal era toda la preocupación policial por unos revolucionarios de probeta.
«Tengo miedo» grita Aymará del Pampillón en uno de lo momentos más sinceros y también rídiculos de la historia política rosarina. ¿Miedo? No, preocupación, incertidumbre, desolación, bronca y hasta desesperación. No miedo, quizás un poco de indignación ante tanta payasada mientras repasaba medidas de seguridad con los cumpas y comenzaba a sugerirle a los «sueltos» que se fueran, lo que pasara debían bancarlo las orgánicas que teníamos respaldo y no pibada que tardaría horas o días sin que nadie preguntase por su paradero. Tingui casi salió corriendo, el muy cagón, Paula, Agus y Ángel lo entendieron más o menos a regañadientes, pero Giyu aún me putea.
Los del PCR comenzaron a «esfumarse» para esconderse bajo la cama a medida que se hacía más fuerte la versión del Estado de Sitio, las orgánicas troskistas más algún Pampillón seguían argumentando una toma que ya debía realizarse o no, no daba para más dilaciones como desde el silencio entendíamos nosotros y los grupos peronistas, muy marginales en aquel tiempo, por eso sorprendió cuándo Edu Toniolli pidió la palabra.
«Han asesinado un compañero de ATE y la Cocina Centralizada, Claudio Lepratti». Nos invadió un silencio absoluto, ni siquiera puedo explicarme por qué tenía el recuerdo vívido de un rostro que a lo sumo vi dos veces y sin prestarle mucha atención, sólo sé que giro y veo llegar a Gabi Sosa cruzando la peatonal envuelta en llanto y apenas pudiendo empujar la bicicleta. Nunca la había visto así, era mi dirigente y referente política por antonomasia, sólo atiné a correr para abrazarla lo más fuerte que pude. «Es el horror», sólo alcanzó a decir.
Ayer murió el dueño de ese Horror. El Horror que me marcó y nos marcó, que nos tuvo resistiendo en las calles hasta erradicarlo y fundirme en un abrazo interminable con Agus frente al Concejo tras verlo huir como rata sobre un mar de sangre. Murió el Horror, no un hombre de la democracia, no un ex Presidente, simplemente el mayor Horror que enfrentó mi generación hasta Macri.