Crónicas | Antígona Vélez - Por Noelia Navoni | Especial para El Corán y el Termotanque

Desde la mitología griega a la pampa húmeda sin escalas: Leopoldo Marechal reescribió la obra y le cambió el color de la tierra. Nuestra cronista se anticipó a las sorpresas y tomó nota de ello, antes de pisar el teatro. Adentro, el amor y la muerte se confunden con la historia y la Conquista del Desierto. Dos hombres, unidos por la sangre y separados por el tiempo, esperan el sepulcro; pero sólo el destino, que tiene cuerpo de mujer, podrá volver a unir a los hermanos. 


«¿Y tú te vas? ¿Te vas?... No, no te vas: yo te retengo…
 Me dejas tu alma entre las manos como si fuera un manto»*

Cuando me entero de que voy a escribir sobre esta obra, Antígona Vélez, mi ser ya emprende su búsqueda. Lo primero que me viene al cuerpo es el recuerdo kinestésico de leer a Leopoldo Marechal en Adán Buenosayres, su obra emblemática. Esa grata sensación es como tocar la seda de un kimono de un cuadro de Klimt con un fondo de  risas y complicidades entre amigos. Pero como nunca leí Antígona Vélez ya tengo una nueva misión al alcance de la mano en mi biblioteca.

Antígona Vélez I

Si Marechal en AB hizo nacer otra vez al primer hombre con una  estirpe argenta, ¿hará lo mismo con Antígona? ¿Será Tebas otra Buenos Aires? ¿Quién es Antígona? ¿Una Eva? Hija de… Hermana de… Sobrina de… En el mito original, Antígona es hija de Edipo. De Edipo y Yocasta. Yocasta es madre de Edipo. Cuando Edipo enloquece al saber sobre su perturbadora situación abandona Tebas y Antígona es su lazarillo en la ceguera del padre/hermano. Hasta que muere y ella vuelve. Sus hermanos se disputan el trono y en el enfrentamiento los dos perecen. Ahora debe enterrar a su hermano, muerto por su otro hermano, quien sí tiene quién lo entierre según las costumbres mandan. Se sacrifica por su padre/hermano y vuelve a hacerlo por sus hermanos/tíos. ¿Todos los hombres exigen sacrificios?

Surgen varios caminos, si leer el texto dramático de Marechal primero o leerlo después de ver la obra. Al final leo un poco antes, leo mientras… Busco y encuentro: un artículo de la Enciclopedia del Conocimiento, el mito de Antígona, la obra de Sófocles y el libro Fuegos de Marguerite Yourcenar –tan querido y releído– que incluye un capítulo llamado «Antígona o la elección». Por unos días me encuentro cautivada por el universo de los dioses griegos, por esos personajes y relaciones que logran difuminar las divisiones del tiempo y el espacio,  de la ficción y la realidad. Sufro junto a una Antígona blanca, envuelta en sábanas blancas, que pisa caminos de nubes blancas, y que sufre la fatalidad celestial.

Llega el día de la obra y desafiando al frío caminamos junto a mi amiga para llegar al teatro con una puntualidad capricorniana. Es feriado y estamos cerca del solsticio de invierno. En el cielo reina una hermosa luna glacial. Ya en la puerta nos sorprendemos por la cantidad de gente empollando por los pasillos, en busca de calor y también de teatro. Me dijeron que en el teatro «La sonrisa de Beckett» reparten mantas, como en los aviones. Esa posibilidad tan teatral y paródica de un público que espera ser atendido por azafatas vuelve a mi cabeza. ¿Me darán mantas? No es joda, hace mucho frío. Busco las entradas y me pongo en la cola.

«Por mucho que yo cambie, mi destino no cambia.
Cualquier figura puede escribirse en el interior de un círculo»*

Cuando entramos no nos dan mantas, nos dan almohadoncitos para sentarnos en el piso, en el borde del espacio teatral delimitado por ramas. Yo ya me siento en el campo. Mi familia es de campo y vuelvo a esos horizontes con mucha facilidad. En el escenario se presentan dos coros multitudinarios separados por  hombres y  mujeres. Cantan canciones corales y visten austeros y sencillos trajes en blanco y negro. El rojo marca la sangre y por lo tanto las prendas rojas convierten a los actores en los personajes principales: Antígona Vélez, Lisandro Galván (Hemón) y Don Facundo Galván (Creonte). Los hermanos Ignacio Vélez (Polinices) y Martín Vélez (Eteocles) ya están muertos Antígona Vélez IIcuando comienza la acción y sólo son referenciados: Ignacio el desertor, el amigo de los indios Pampas, la carroña; y Martín el hijo/sobrino/hermano bueno que respeta las reglas y por lo tanto tiene su merecida tumba.

Suena un bombo legüero y toda la pampa se hace presente en la magia nocturna. La estética guarda reflejos de la época en la que surge la obra: 1951. El texto de Leopoldo cobra vida. El territorio se va poblando de indios, criollos, gringos y mujeres que están para eso: poblar y cumplir la ley. Todo el resto de las posibilidades parecen prohibidas por el miedo. En una sociedad de frontera el recorte de lo real es tan cerrado que todo se revuelve y se sincretiza: el cristianismo y la hechicería, los rezos y los conjuros. Y aunque la única rebelde sea Antígona todos los personajes –que actúan como un inconsciente colectivo, como la gran voz de los «pueblos chicos, infiernos grandes»– caminan agachados y culposos. Y aunque la pampa es tan vasta como el desierto, tanta soledad de mantillas blancas y lamentos negros van creando ese clima irrespirable de vivir al Sur.

¿Por qué Antígona se encapricha en enterrar a su hermano? ¿La justicia es un capricho?

«Soledad… yo no creo como ellos creen,
no vivo como ellos viven, moriré como ellos mueren».*

Al final el amor entra en escena. ¿Quién no se enamora en esas tardecitas rurales, junto a la tranquera o bajo la copa de un árbol?  «Dos amantes atravesados por una misma lanza». El amor es tragedia y poesía.

Antígona Vélez III

El grupo «BONDI colectivo teatral», con un elenco de veinte actores,  interpreta la obra jugando con una abundancia de recursos. La puesta despojada –dirigida por la dupla Hernán Peña y Cielo Pignatta y realizada  en conjunto con los actores/creadores– colabora para que el campo y la inmensidad se sientan. Un público numeroso (la sala llena) viajó a esos lugares inhóspitos y peligrosos en los que vivieron y murieron nuestros antepasados. En cada persona habrán resonado distintos hechos de la historia reciente y del presente.

Antígonas somos todas cuando velamos por la vida y por la muerte. Por una justicia visceral, la del amor. Hacia la muerte camina Antígona con flores de cardo negro en las manos. Las tragedias clásicas –en este caso a través de la adaptación de Leopoldo Marechal y de esta apuesta de un grupo rosarino– vuelven a ser el espejo donde las culturas actuales pueden reflexionar sobre los conflictos humanos esenciales.

*Marguerite Yourcenar, Fuegos (1935)


Contacto

BONDI Colectivo teatral

Ficha técnica

Equipo de Dirección: Hernán Peña y Cielo Pignatta
Equipo de Actuación: Dannae Abdalla, Angie Ambrogi, Karina Ayerza, Claudio Benitez, Gisela Bernardini, Hilda Bryndum, Lucas De Vincenti, Daniel Feliu, Facundo Fernández, Julia Castillo, Verónica Leal, Julia Logiódice, Vicky Olgado, María Eugenia Perasso, Franco Perozzi, José Pierini, Ebelyn Rita, Nicolás Terzaghi, Mónica Toquero, Marita Vitta y Natalia Zatta.


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