Ensayos | El capitalismo: devorador de auras - Por Joaquín Ficca y Bernabé de Vinsenci

Benjamin ya había denunciado la ‘pérdida del aura’ desde el momento en el que el capitalismo intervino en el arte. No lejos de ello, Habermas tomó dichas reflexiones y complementó el análisis. Ahora nuestros compañeros redoblan la apuesta y desnudan al sistema que sostiene y contamina al mundo.


«Abordaremos diversas pautas donde el sistema vigente de nuestros tiempos -el capitalismo- está instituido de tal manera para adquirir la potestad y rendición de las masas, formando al hombre en inútil-autómata-, encarcelado de su propia tecnología, herramienta de sus herramientas y ávido de objetos prescindibles que pasan a ser imprescindibles para el “progreso” de la sociedad industrializada. Es decir, cómo moldea, de alguna manera, a los hombres confiriéndoles una identidad de consumo instaurando un ciclo de deseos-poder de nunca acabar: la sistematización de comprar-consumir; todo durante un período congruentemente efímero, propio a su vez de la filosofía contemporánea. Y cómo ciertos mecanismos de poder subyacen bajo el manto de ‘benignidad natural’, arropando la naturaleza autoritaria bajo un embozo pseudodemocrático».

Las técnicas y estrategias que el poder propiamente confecciona están apoyadas en la producción de tecnologías finas, calculadas y reproducidas para la resignación; en otros términos podríamos especificarlas como:revoluciones técnicas de subordinación. El propósito es almacenar a los sujetos en la obediencia de la ley y del poder contrarrestando toda manifestación -subvertere, rebellis, degeneris- frente a las normativas natura?. De lo contrario, aquellos desobedientes, recibirán el medicamento disciplinar en tanto que la infracción sobre lo instituido puede demandar métodos rigurosos: el aislamiento.

El capitalismo: devorador de auras

El filósofo francés Gilles Deleuze, acerca de las sociedades disciplinarias en una conferencia, expone: Las sociedades disciplinarias se definían como la constitución de lugares de reclusión: cárceles, escuelas, talleres, hospitales, etc. Como instituciones necesarias para mantener una continuidad ideológica. El filósofo Foucault en su obra “Vigilar y Castigar” esboza las semejanzas jerárquicas y organizacionales que conservan instituciones específicas como, por ejemplo una prisión y una escuela, dejando entrever que las instituciones son el statu quo de la burguesía acomodada. La Elite ha explotado a fuerza de errores y perfecciones mecanismos de mayor virtud en repuesta a los efectos de masificación de la clase obrera. Despliega un temperamento hegemónico hacia el conjunto de los grupos sociales que le son subalternos.Retomaremos de nuevo a Michel Foucault quien ha de problematizar los discursos provenientes de las esferas dominantes. Al considerar que tanto la verdad como el saber están suspendidos en las relaciones de poder y que todo saber no es una mera acumulación de conocimientos neutrales sino que es producto de las batallas, podemos dilucidar qué: “la verdad es guerra” entre conciencias que quieren “conducir” y conciencias que resisten a esa conducción. Foucault no pierde de vista que en el siglo XVII el cuerpo es administrado relativamente a una máquina: su adiestramiento, el aumento de sus aptitudes, su integración en sistemas eficaces de control y económicos. Estas problematizaciones foucaultianas nos advierten los vínculos entre soberanía-súbdito: cuerpo-vida, opresores-oprimidos: cuerpo-vida. Michel, escribe en su Historia de la sexualidad que existe un componente indispensable para el proceso capitalista: el biopoder. Refiriéndose a las disciplinas del cuerpo y a la regulación de la población que instituyen la organización del poder sobre la vida.

Estos controles activan mecanismos de sujeción, racionalmente confeccionados para la “felicidad” de los individuos, que pasan a ser sujetos “obedientes” y súbditos del confort. Poseídos con significaciones imperativas y pertinaces que lo han cristianizado como un signo más; es la réplica de un mundo de significaciones que responde a los deseos de una sola lengua: capitalista. ¿Acaso el panóptico no es una construcción lógica y racional en el que cada sector cumple una función establecida dentro de un complejo engranaje? Un acontecimiento histórico que puede servir de ejemplificación es lo que Antonio Gramsci denominó Americanismo (acá se menciona un concepto de Gramsci y luego se pasa a Taylor.) El influyente libro de Frederick Winslow Taylor, “Principles of scientific management”, modo que los propietarios capitalistas habían hallado para sostener el efectivo control del proceso de producción en relación a los obreros.

En las fábricas automotrices se incorporaron cambios: por un lado la eliminación de los tiempos muertos con el sistema de turnos rotativos y continuos, la aplicación de la cinta de montaje como forma de evitar la movilidad obrera dentro de la fábrica y facilitar la fijación de la tarea. Además las iniciadas tendencias por las firmas norteamericanas de adosar a la propaganda de sus productos un cierto conjunto de símbolos y significaciones que resumían un estilo de vida a adquirir junto con la compra del producto. Estamos aquí ante el nacimiento del management.
Por último combinaron una política de salarios consignada a convertir a los obreros de la fábrica en consumidores básicos de productos automotores, con el interés de ampliar el mercado de esos productos. Puede verse el inicio de una conducta “coercitiva-legal”, pero burocráticamente violenta, que ejerce el poder desde la estructura atravesando la superestructura. Y cómo se organizan las praxis obreras dividiéndolos en pequeños grupos (rangos, jerarquías, separaciones productivas, etc.) con el fin de dificultar alianzas que proyecten contraconductas ante los discursos de los dueños del capital, “divide y reinarás”.

El progreso de la racionalidad capitalista-tecnológica invalida actitudes, cualidades, potencialidades de manifestación, las confrontaciones de resistencia, aún así las víctimas juegan a ver quién gana primero la naturalización de las normas. A cualquier forastero, aquel que sabe y maldice a los patrones, el statu quo le caerá encima -de modo represivo- por actitudes nocivas y conductas que infringen lo estimado.

El poder instituye y opera sobre una base binaria: legal e ilegal, permitido o prohibido. Todo lo que es ajeno a lo legal puede significarse como corrupción: sentidos irracionales, vidas desnudas, vidas precarizadas que corroen lo instituido y logran despertar una manifestación contra-hegemónica debido a la alteración semánticas de las imágenes, y de los deseos prefigurados. Por lo tanto la actitud disciplinaria es control racional y permanente contra las conductas legales e ilegales: el disciplinamiento todo lo ve y todo lo oye. La sociedad cohabita en el rostro de una lengua demoniaca que peregrina signos, lingüísticas determinadas, singularidades en su tentativa de naturalizar-normativizar: ¿Acaso toda pronunciación, toda particularidad lingüística no está excluida dentro de normativas sociales?Las instituciones procesan discursos (hegemónicos) que luego de ser interiorizados, habituados y apropiados bajo la sensación del “sentido común” –que lo podríamos llamar inseminación discursiva, tirano invisible-; no obstante cada individuo es una imagen y semejanza de esa proyección poder-discursiva. Los proyectiles informáticos agencian la subjetividad operando en la autonomía reflexiva y abatiendo la producción deseante de los individuos. Como expresamos anteriormente, el telos (de la conciencia dominante) es que cada uno viva los acontecimientos interpretados o empaquetados done el lenguaje sea impropio en cuanto al esfuerzo de significar y la militancia de esa significancia ¿Por qué? Porque el deseo es revolucionario si se le permite desear verdaderamente.

Por lo pronto organizan (quienes?) una especie de canil en tanto que delimitan perímetros a los flujos-rabias (trascendencia) y flujos-voluntades (potencialidad) que estructuran, economizan y exigen convencer el consumo de mercancías: sexo-producto, moda-producto, afecciones-producto. Dicho de otro modo, la “ontología occidental” se halla en la avidez de mercancías, parafraseando a Buadrillard decimos que: “el consumo no es más que un simulacro de libertad”.

En el instante que asistimos al mundo nos encontramos ante una sociedad signada globalmente, típicamente instituida, en la que hemos de lidiar por nuestra singularidad para no perderla en el “poderío de los otros que haciendo propia la hegemonía, defienden de ella”. Los instituyentes inéditos habrán de apalear una relación orgánica frente a lo instituido en el modo en que la coerción no se aprecie.

De lo contrario las fuerzas legibles –mecanismos de represión– inyectarán en el individuo un anticuerpo funcionando como inmunología de lo establecido. Sartre expresó alguna vez: “los hombres son productos de las estructuras pero en tanto las superan”,prevalecer las estructuras constituye que la aprehensión de signos permanentes que asimilamos sean devueltos –al exterior – alterados o transfigurados mediante la crítica subjetiva, mediante los autos-mecanismos que defienden la radicalidad. Ocasionando códigos propios, lenguas personales-diferenciadas de los códigos sociales; pervertir el campo semántico y transportarlo a lugares inexplorados.Al plantearnos, por ejemplo, el problema de la locura surgen ciertos cuestionamientos a seguir: ¿Qué es el loco o enfermo mental? El demente, enfermo mental – monstruo, CsO, etc. – no es más que el terrorista de la “diosa” razón; el que fracciona la “armonía” y el “orden racional” de la sociedad, el que dificulta lo instituido e impuesto por las clases dominantes -que, a su vez, son los que encarnan la Razón- y el que sitúa el peligro en la maniobra de las estructuras con su praxis. El que obstaculiza ser imagen y semejanza de los saberes discursivos-hegemónicos; por ello hay que privarlo de la sociedad –no vaya a ser cosa que contagie a los demás individuos con su “trastorno psicológico”- ¡El loco al manicomio! por ser sujeto irracional, asintáctico, que envía su practicidad contra los dictámenes de la lógica imperativa. Las instituciones psiquiátricas asisten a efectuar el papel de salvaguardar el “orden sacralizado” y encerrar a todo objeto de estudio que no esté con los requerimientos de un “campo disciplinario” o de un “cuerpo sano, reproductor”.

El capitalismo: devorador de auras

Luego lo inspecciona y categoriza: patologizando lo que suponga inoportuno. El sistema exige individuos disciplinados: heterosexuales, fecundadores, controlados que fijen y acomoden lo reinante. Sujetos culposos y neuróticos que demanden siempre lo mismo y estén atemorizados ante lo nuevo. Por ello es que Deleuze plantea la “filosofía de la diferencia”, múltiples puntos de fuga que nos trasladen a territorios desconocidos.La razón requiere de la locura para mantenerse en su forma natural, precisa su contrario y negación que la valide como tal, nutrirse de su némesis para prosperar y propagarse: Si la Locura no existiera la Razón la inventaría. Ahora, ¿Cuál es el verdadero y cuál el imaginario?, ¿Existe la locura o la razón?, ¿Es un juego discursivo de poder y saber perfilado históricamente? O ¿Es una pseudo-categorización proveniente del discurso-científico-técnico que determina lo que “es” el desorden en una sociedad? La Parte dominante mediante la utilización del discurso ingenia una diferenciación o distanciamiento en el que crea a un “otro” (particular y concreto) que no se adapte a la idea de “Progreso”, “Cultura”, “Ser”, etc. Para así, evidenciar toda praxis barbárica en contra de ese otro artificial que fue menester para la expansión de los deseos reinantes ¿Qué hubiese sido del nazismo sin los judíos? “No hay orden sin progreso ni progreso sin orden” proclaman las lenguas que pretenden establecer un ideal social que al fin y al cabo configuren los cimientos de la burguesía en el poder. Existe, entonces, un binarismo, lo permitido o prohibido, lo ilegal o legal. Aquello no anclado con la “organización” y que escape a los patrones específicos que las conciencias dominantes instauraron para “armonizar” y “equilibrar” las conductas de los individuos. Se intentará clausurar y apartar (mediante el castigo) para que no convierta una apertura y transforme los principios del plan de organización y desarrollo.

Al admitir que éste es el único mundo posible y que no se alcanza estar mejor (actitud panglossiana) nacen las “resignaciones deseo” y una perpetuidad institucional que codicia eternizarse y preservarse cuando siente que está siendo embestida por aquello que piensa por sí mismo. Toda estructura elabora mecanismos de defensa para conservar su existencia por lo cual someterá cuerpos, conciencias, singularidades; disciplinará –sin importar la región–.

Por ello, al hallarnos en un mundo “unidimensional”, hemos de revelarnos frente a lo que somos (coseidad) para impugnar un devenir de autenticidad y radicalidad. Parándonos en la vereda de enfrente, embarazando un “metalenguaje sui generis”, ampliando el campo de posibilidades existenciales, siendo lo que somos; ¡posibilidad!

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