Sucede que el mundo
es a veces un grito,
un desconsolado motor que bulle,
una calesita de dientes,
una frazada de culpas.
Sucede que otras veces la calma
es coraza implacable,
una estaca lejana,
una bandera en cualquier parte,
un matrimonio de plantas.
Parece siempre que hay
una cosa circular:
un pacto macabro
entre el deseo y el disfraz.
Especie de crónica insistente
de un lento desgarro de inicios,
de una rabia poco escandalosa,
de un pedido sordo: no me alcances el cuchillo.
[Texto e ilustración incluidos en nuestra cuarta revista]