Hay un pasado reciente que, encendido y caliente como las brazas que respiran en el fuego, atraviesa la carne y reaviva los ecos que marcaron el camino. Lejos de avanzar sin mirar las huellas, la historia alza su grito y exige un protagónico acorde al tamaño de su fuerza; allí, en medio del aquelarre que explotagracias al encuentro de los tiempos, la poesía toma nota para contar el momento.
A un amigo no tan amigo, conocido (sólo en sueños), cercano en la memoria –la del corazón-.
Por las sonrisas en las mañanas de otoño te debo un puñadito de perdones; por los mimos en la espalda te debo mil temblores.
Te conocí tres años antes de conocerte, te vi, como te vi me gustaste pero el tiempo decidió otra cosa.
Te volví a encontrar una noche a finales de abril pasado y quisieron tus ganas y el vino que nos encontráramos los cuerpos y las caricias.
Quiso el vidrío frío de tu ventana sentar en su regazo el vapor de nuestros alientos revolucionados, quiso la ventana empañada que viera ofuscada la mañana.
Quisimos los labios y la miel, los abrazos y la piel.
Quisimos todo, incluso la despedida.
Quisimos volver a vernos, quisimos las risas y como nuestros cuerpos se cupieron.
Quisiste dormir, quise dormir (un poco más cerca tuyo me hubiese gustado, pero estúpidos artificios del corazón esos que nos hacen dudar y amedrentarnos por temor a entregarnos un poquito más)
Quisieron los encuentros prolongarse en el tiempo, quise yo un día no verte más. No sé bien hoy porqué, por miedo, por sentirme estancada, por tener ese cierto rechazo y empacho de vos al día siguiente, por mi renuencia a todo lo que tenga que ver con los sentires, tan herida y cansada de las pasiones estaba ese abril.
Quisieron los días que no te tenga en cuenta, cruzamos en varios meses no más que un par de miradas y saludos distantes, y a pesar de los kilómetros que nos poníamos en el medio todavía podía distinguirse un remanente de pasión en las miradas.
Quiso el verano que se acercaba, un grupo de amigos, asados y salidas de por medio que volviéramos a cruzarnos.
Quise un poco arisca y no quise tan nerviosa.
Quiso mi fiaca no aceptarte un partido de truco, quiso la suerte que nos ubicaran al lado, quiso la postura de mi cabeza que mi perfil quedara en tu ángulo de visión más perfecto, quiso la panorámica de mi vista notar como me mirabas ante cada gesticulación de las palabras que como una catarata nerviosa y apresurada surgían de mi boca.
Incómoda, sabía que me mirabas, sabía lo que nuestra piel se decía a los gritos, lo sabía tan bien que ya no gesticulaba sino que hablaba a los gritos tratando de ensordecer el murmullo de los poros que me aturdía el corazón.
Quise que no.
Quisiste decirme algo, nunca voy a saber qué.
La última vez que te ví, ofuscada por el vino –como cuando te volví a conocer- entre los festejos y el gentío, distante como siempre, creo que te dije “feliz año Javi”, nada me dijiste.
Quisieron los inexplicables cursos que toma el caudal de la vida que una mañana 9 días después dejaras de latir.
Quisieron los 98 días que pasaron en el medio que estuvieras más vivo que nunca, presente en las lágrimas y en los sueños.
Triste artimaña de la mollera para retenerte, aunque sea en retazos de noche, arraigado en la memoria, en hechos que nunca sucedieron y momentos que nunca compartimos.
(Todavía)
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