Almíbar ilustre que embellece nuestros ocasos
besa mis labios del borde mágico,
a la par de aquellos socios ya vencidos,
que son la imagen nítida
de lo sublime.
En los admirables restos
de lo que el humo supo absorber en sensaciones,
que no son dadas a cercarse en cárcel alguna, allí,
por momentos adormece, y en otro nace una bestia voraz,
capaz de morder la carne y sembrar la tierra.
¡Continúa, no detengas la armonía,
los gustos excelsos
y los ambivalentes elementos!
¡Bebe aún un poco más,
fútiles mortales,
aunque exclusivos e inmediatos!
¡Bébelo en compañía de aquél!
Que el veneno bondadoso del presente
lubrique los recuerdos,
y broten hermosos, casi divinos,
como caricias de un tiempo eterno.
Enciende el argumento, la sutil razón
de nuevos placeres,
que aún restan descubrir.
Compártelo…
que aquellos dos,
útiles e inoportunos, no se avergüencen
y comprendan lo que sucede,
que dure por siempre.
¡No, no vengas a mí, razón…!
¡No me salves de este lugar
que estas perfidias me hacen extasiar!