Séptimo Arte | La vigencia de lo sublime en el arte burgués: de El nacimiento de una nación a El caballero de la noche (Parte I) - Séptimo Arte Mucho se ha escrito y dicho acerca de El caballero de la noche. La obra de Christopher Nolan despertó miles de interpetraciones y lecturas. Nuestro compañero aporta una interesante perspectiva trazada a partir de Griffith siguiendo el itinerario de lo «sublime».     Por Andrés Calabrasa A mediados del siglo XX se define en el ámbito intelectual, […]

Séptimo Arte


Mucho se ha escrito y dicho acerca de El caballero de la noche. La obra de Christopher Nolan despertó miles de interpetraciones y lecturas. Nuestro compañero aporta una interesante perspectiva trazada a partir de Griffith siguiendo el itinerario de lo «sublime».  
 

Por Andrés Calabrasa

A mediados del siglo XX se define en el ámbito intelectual, el comienzo de una nueva era histórica, marcada por paradigmas que cuestionan lo principios fundacionales de la modernidad.


 El surgimiento de la burguesía en el siglo XV, trazó los lineamientos de la modernidad, revolucionando la economía, la política, la ciencia, las comunicaciones y el arte. En definitiva sacudió las estáticas estructuras medievales, apoyándose en el racionalismo filosófico. El reino de la razón, construido por la burguesía, se puede sintetizar con la siguiente frase de Kant “¡Ten valor para servirte de tu propia razón!; he aquí el lema de la ilustración”.

 La posmodernidad, tanto construida como desmantelada en el debate de ideas, trajo a la escena de pos guerra conceptos ya superados en el siglo XIX, pero que aún se mantienen vigentes como orientación de sentidos ideológicos.

Si entendemos que el pensamiento posmoderno se caracterizó por fortalecer el individualismo, el relativismo, el nihilismo con la idea de instalar los conceptos vinculados al fin de la historia y las ideologías. La burguesía se sirvió de las “altas casas de conocimientos” para hacer renacer a los pensadores que en el pasado le dieron su amplia base filosófica. El triunfo del pensamiento burgués se debe a una política mediática feroz, acompañada de una reacción económica, que mediante la crisis, marginó a amplios sectores de la sociedad del sistema productivo. La marginalidad estructural y el constante incentivo al consumo de bienes materiales, generan profundas contradicciones que determinan las acciones éticas, morales, espirituales, ideológicas y psíquicas de los sectores populares. Si no entendemos que la violencia económica genera violencia social, las respuestas para solucionar el problema, se van a orientar hacia canales represivos que solo terminan criminalizando la pobreza.

En este contexto, los conceptos apriorísticos y subjetivistas de Kant, absolutistas de Hegel, relativistas e individualistas Nietzsche y existencialistas de Heiddegger, vuelven a instalarse desde los escritos de Francis Fukuyama, Michel Foucault, Jacques Derrida, Jean Paul Sartre, Jean Francois Lyotard entre otros. Con la intención de encubrir las necesidades objetivas del capitalismo, creando un amplio sistema ideológico que termina fragmentando y paralizando las acciones sociales. En consecuencia desde las industrias culturales monopólicas, se siguen bajando conceptos a fines de mantener la hegemonía ideológica del imperio capitalista.

El arte en la etapa del capitalismo monopolista
Si hacemos un poco de historia, observamos como el arte a partir del siglo XX, derribó todas las fronteras espaciales y conceptuales presentándose en nuevos formatos no tradicionales, como ser la acción directa, la fotografía, el cine y el comic´s.

 La burguesía, atenta a estos cambios, comenzó a absorber estas manifestaciones volcando grandes sumas de dinero que le garantice la hegemonía de los contenidos ideológicos. El cine es una de las artes visuales más populares y fue desde su nacimiento, uno de los puntales de la propaganda política de la dictadura hitleriana y de los sectores conservadores en EEUU.

Recordemos que en 1915 David Griffith dirige El nacimiento de una nación que es, debido a su técnica, una de las películas más famosas de la época del cine mudo. También una de las más polémicas por promover la supremacía de la raza blanca y describir el supuesto heroísmo de los miembros del Ku Klux Klan. El carácter incendiario de la película incitó a pandillas de blancos a atacar a la gente de raza negra. En Lafayette, Indiana, un hombre blanco, tras ver el film, asesinó a un adolescente negro. Las analogías de la historia se hacen presentes, en el 2012 con los trágicos sucesos en la ciudad de Denver, Colorado, cuando se disponían a ver el estreno de Batman el caballero de la noche retorna. El asesino, James Holmes de 24 años estudiante de neurociencia en la Universidad de Colorado , utilizó la ropa del villano Dane y disparo sobre el público matando a 18 personas e hiriendo a 52, una vez en prisión sito partes de la película. La transformación de Holmes en Dane es un hecho de metamorfosis artística, ya no es Holmes el que actúa sino el personaje, que tiene forma y contenido. La magia del arte primitivo se hace presente en esta mutación, donde ficción y realidad se unen como en una terrible perfomance.

Siguiendo las definiciones de Heidegger, cuando nos habla de la esencia de la obra de arte, no es el artista o el arte lo que nos enfrenta, sino la obra de arte, la acción misma materializada de manera autosuficiente. Es la obra de arte la que nos atrae, la que ilumina todo lo que está a su alrededor. La acción criminal de James Holmes, se puede fundamentar desde una concepción del arte que busca terminar con la banalidad de la vida cotidiana alcanzando lo universal y transcendental. También mediante sitas históricas donde grupos de artistas realizaban acciones violentas y provocadoras. Desde los inicios de las manifestaciones que buscan unir el arte con la vida, con las destrucciones de obras mediante hachazos por parte de los Dadaistas, hasta el simulacro de secuestro realizado a Romero Brest por el grupo Tucumán Arde en Argentina.
 
La tragedia, retorna como afirmación de la vida, la voluntad se antepone sobre la razón, el poder sobre si mismo se realiza mediante un hecho creativo. Estas afirmaciones nietzscheana y heideggerianas, no solo se utilizaron de manera positiva para acciones que rompieran la sacra estructura artística, sino también para justificar las imposiciones de la cultura nazi y que reaparecen en acciones individuales de esta índole. Tal vez Holmes ni siquiera se propuso tal justificación, no lo podemos saber aún y tal vez nunca, pero si podemos afirmar la utilización de corrientes filosóficas de carácter idealistas y subjetivistas, como instrumento de opresión.

En 1935 Leni Riefenstahl dirige la película El triunfo de la voluntad que muestra el desarrollo del congreso del Partido Nacionalsocialista en 1934 en Núremberg. La película incluye imágenes de miembros uniformados del partido desfilando al son de conocidas marchas, además de partes de discursos de varios líderes nazis en el Congreso como Adolf Hitler. Fue Hitler quien encargó el filme y su nombre figura en los créditos iniciales. El tema principal de El triunfo de la voluntad es el regreso de Alemania a la categoría de potencia mundial, con Hitler como una especie de mesías que devolverá la gloria a la nación. El título de la película está claramente inspiradas en las teorías Nietzscheana de la construcción del súper hombre por medio de su voluntad de poder.


Las técnicas utilizadas por Riefenstahl, que incluyeron cámaras en movimiento, el uso de teleobjetivos para crear una perspectiva distorsionada, fotografía aérea y un revolucionario enfoque en el uso de la música y la cinematografía, han hecho que El triunfo de la voluntad sea considerado como el documental político artístico mejor consumado en la historia del cine. Riefenstahl ganó varios premios, no sólo en Alemania, sino también en Estados Unidos, Francia, Suecia y otros países. Esta película ha influido en otros filmes, documentales y publicidades hasta el día de hoy, aun cuando es un ejemplo que pone en cuestión la delgada línea entre arte y moralidad. Esta delgada línea se resuelve a favor de los sectores conservadores citando la concepción Kantiana sobre el juicio del gusto estético que es subjetivo y desinteresado. De esta manera la producción artística se juzga solamente de manera contemplativa despojándolo de todas las connotaciones sociales, éticas e ideológicas.

Este aparente “liberalismo” de la estética en relación a todo tipo de determinación o influencia es un concepto propio del pos modernismo y una ventana para resignificar todo tipo de símbolos u obras de arte despojándolos del contenido ideológico. En consecuencia lo único que importa es el hecho artístico sin atender al servicio de que causa se pone el arte u objeto estético. Es en este sentido que personajes de ficción portan contenidos perversos, autoritarios, xenófobos, entre otros, encubiertos de una estética heroica y sublime.

 

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