Pensando
Por Bernardo Mestre
Es que desde no hace mucho tiempo atrás, el fútbol ha asumido un nuevo carácter, donde magnates, jeques y otras formas de poderío económico, se hacen cargo de ciertos equipos a partir de sumas ostentosas de dinero y posteriores inversiones y compras, las cuales son totalmente desproporcionales si se las compara con los gastos que los clubes venían llevando hasta el momento. Hace tiempo ya que el enriquecimiento en el sistema capitalista no se caracteriza por la producción de bienes manufacturados, sino a partir de la circulación del dinero ya generado. El fútbol, entonces, se presenta como un escenario perfecto donde el capital financiero encuentra un nuevo terreno en donde invertir y, así, no interrumpir el transcurso evolutivo que venía teniendo.
De los casos más famosos, quien irrumpió en el mundo del fútbol en un breve período de tiempo fue Román Abramóvich en el Chelsea londinense. Hasta entonces, el equipo inglés contaba con una sola Premier League en su haber (la 1954/55) sumada a un puñado de copas locales, palmarés ampliamente superado desde el arribo del ruso en 2003. Pero el de Chelsea con Abramóvich no es el único caso de equipos que, desde la sumisión a las riendas de importantes multimillonarios, pasaron a ocupar los primeros planos de las competiciones más importantes a partir de planteles conformados por incorporaciones cotizadas en altísimos valores.
Actualmente, por ejemplo, se puede mencionar el caso del Málaga, donde se ha producido claramente una bisagra tanto deportiva como económica desde el arribo del jeque Abdullah bin Nasser Al Thani. Así, un equipo acostumbrado a luchar por la permanencia en la denominada “Liga de las estrellas”, pasó rápidamente a contar entre sus filas con figuras del calibre de Julio Baptista, Martín Demichelis, Ruud Van Nistelrooy, Jérémy Toulalan, Joris Mathijsen, Diego Buonanote, Joaquín, Santi Cazorla, Javier Saviola y Roque Santa Cruz, por nombrar algunos, todos ellos bajo la conducción técnica del chileno Manuel Pellegrini, hombre de larga trayectoria y no menos presupuesto. Así, entonces, el Málaga tuvo repentinamente unos 63 millones de euros a su disposición, los cuales le permitieron confeccionar un plantel competitivo que en 9 meses pasó de ser un equipo con esporádicas apariciones rutilantes a liderar un grupo de Champions League, esto es, el torneo más importante a nivel de clubes en todo el mundo.
Otros casos similares son los del Getafe madrileño, del cual casi la totalidad de sus acciones pertenecen al Royal Emirates Group (con sede en Dubai); y el Paris Saint-Germain francés, el cual gracias al aporte de 86 millones de euros (¡en un mes!) por parte del Qatar Investment, liderado por el jeque Tamim Bin Hamad al Thani, pudo volver a los primeros planos de la Liga francesa y hacerse, entre otros, de Zlatan Ibrahimović, Thiago Silva, Thiago Motta, Diego Lugano y de los argentinos Ezequiel Lavezzi y Javier Pastore, este último en una operación que se tasó en 43 millones de euros. La lista de equipos puede ampliarse, pero consistiría en caer en una redundancia. Excepto por un último caso, ya que se trata de un equipo que prácticamente está de moda: el Manchester City.
El conjunto de los ciudadanos de Manchester ha vivido últimamente a la sombra del otro equipo importante de la ciudad, el Manchester United. Los Citizens, como son apodados los primeros, gozaron de su época de gloria hacia fines de los años ’60 y principios de los ’70 pero luego, a partir de 1976, iniciarían una etapa de debacle deportiva que los llevaría incluso a transitar dos descensos en la década de 1990. Justamente por esos años, su archienemigo comenzaba a transitar una suerte totalmente antagónica a partir de una reactivación futbolística establecida por el escocés Sir Alex Ferguson en 1986, desde la cual los rojos de la ciudad nunca dejaron de figurar en los primeros planos.
Pero la mala fortuna también caducaría y la misma conllevaría una fecha de vencimiento: el 1 de septiembre de 2008 el grupo inversor Abu Dhabi United Group for Development and Investment, de los Emiratos Árabes y liderado por el jeque Mansour bin Zayed al Nahyan, desembolsó la aproximada cifra de 250 millones de dólares a cambio del control del Manchester City. La operación no era una irrupción en el club, sino la sustitución de un peso pesado por otro, ya que quien dejaba la conducción del City era el ex primer ministro de Tailandia Thaksin Shinawatra.
En la última fecha de la Temporada 2011/12, el Manchester City derrotó por 3 a 2 al Queens Park Rangers y, tras 44 años de sequía, volvió a consagrarse campeón de Inglaterra. Hace poco más de un año y bajo el liderazgo futbolístico del argentino Carlos Tévez (por entonces capitán del equipo) había obtenido la FA Cup. Este año el gestor del momento heroico fue otro argentino, Sergio Agüero, quien cuando ya se jugaban 4 minutos de tiempo adicional, decretó la consumación del título. Como si todo esto fuera poco, el campeonato se lo ganó al Manchester United, quien finalizó con la misma cantidad de unidades, aunque con 8 anotaciones menos en la diferencia de goles. Sin embargo, esa no es la totalidad de la noticia.
Apenas terminado el partido, la transmisión televisiva se encargó de poner en primer plano a Khaldoon Al Mubarak quien, desde principios de 2009, es el presidente del club pero quien, además, mantiene una relación estrecha con el jeque Mansour bin Zayed al Nahyan y es jefe del Departamento de Asuntos Ejecutivos de los Emiratos Árabes Unidos. No es raro que la transmisión televisiva, una vez finalizado un campeonato, enfoque al presidente del flamante campeón en el palco. Lo extraño es ver que un equipo inglés sea comandado por un árabe.
Poco podía captarse durante la transmisión a partir de los gestos de Al Mubarak. El partido se tornó difícil para el City principalmente en el complemento y a punto estuvo de perderse. Sin embargo, el presidente mantuvo siempre la misma postura. Cuando Kun Agüero se tomó un segundo más cuando parecía que ya no quedaba tiempo y, luego de un amago, decretó el 3 a 2 final, recién ahí pudo notársele una sonrisa al presidente. Él nunca hubiera podido hacer un regate similar, pero poco le importa. Total, está acostumbrado a que todo aquello que no tiene, simplemente va y lo compra. Agüero, por ejemplo, no es la excepción.
Así, el Manchester City se consagró campeón con un equipo que poco se sabe a qué juega, siempre y cuando no se argumente su estilo a partir del talento de sus individualidades las cuales, vale aclarar, poca historia mantienen con el club. Para ser más exactos, de los 22 jugadores con más presencias a lo largo de la Temporada 2011/12, sólo dos (el lateral Micah Richards y el arquero Joe Hart) provienen de las divisiones inferiores. El resto llegó al club en los últimos años y principalmente a partir del arribo de los petrodólares, confeccionando en total una cifra superior a los 480 millones de libras en fichajes en el período que abarca los últimos tres años.
Semejante realidad nos lleva a preguntarnos, ¿dónde está el mérito del Manchester City? ¿En haber aceptado la subordinación y haber alcanzado la cima a partir de contrataciones de jugadores de primer nivel? Claro que, a su vez, este tipo de realidades no constituyen un delito, pero indudablemente se aleja de la esencia del deporte, ya que siguiendo esta ruta cada vez más relegados quedan la formación de jugadores y las construcciones de identidades de juego. Seguramente en esta época la ciudad de Manchester ya no se encuentre teñida sólo de rojo y más de un hincha del City todavía esté disfrutando la coronación de un título de semejante envergadura, sin importarle demasiado el medio escogido para arribar a semejante destino. Pero desde la lejanía o, incluso, desde la neutralidad, puede recaerse en ese planteo.
Al respecto, Joseph Blatter, presidente de la FIFA, evadió la situación argumentando que ello ocurre en aquellos países donde la nacionalidad de los presidentes de las entidades no necesariamente debe coincidir con la de las mismas. Se trata del mismo Blatter que ya le aseguró a Qatar la sede para la realización del campeonato Mundial de 2022, decisión que rompió con el protocolo histórico de su federación, la cual escogía los destinos mundiales sólo con 7 años de anticipación y de a uno por vez; y se trata de un Qatar que hace tiempo viene acercándose al fútbol, ya sea mediante la organización de campeonatos mundiales juveniles (como fue el caso del Mundial Sub 20 de 1995) o con la contratación de grandes figuras en los últimos años de su carreras (aquí se pueden citar a Fernando Hierro, Josep Guardiola y Gabriel Batistuta, entre otros). En definitiva, se trata del mismo Blatter que, en la sumisión a los petrodólares, encontró la garantía de votos para asegurarse la renovación del sillón presidencial de la FIFA por los próximos años.
Al mismo tiempo, vale aclarar que la injerencia del mundo árabe en el fútbol occidental no es reciente. Como primer hecho llamativo puede rememorarse el gol anulado a Francia por el Mundial de España ’82, luego de que el jeque Fahid Al Ahmad Al Sabah, hermano del emir de Kuwait, así lo dispusiera. Para no distenderse en la descripción, se invita a recordar lo sucedido con el siguiente video:
Puede advertirse, entonces, el estado actual del fútbol al más alto nivel, tanto en lo deportivo como en lo económico. Los dueños del capital encontraron en este ámbito el negocio ideal donde depositar sus fortunas y seguirlas acrecentando progresivamente. El fútbol, a su vez, sirve también de medio para otros negocios, los cuales persiguen los mismos fines, por supuesto. Es que allí donde jeques y magnates encuentran un equipo donde hacer circular sus fortunas, encuentran también los sitios donde pueden impulsar otras tantas actividades con fines de lucro. De esa manera, en ciudades como las nombradas Londres, Málaga, Madrid, París y Manchester ya pueden notarse las proyecciones de inversiones en energía solar, turismo y construcciones edilicias. El fútbol, por lo tanto, está atravesando la era de la invasión de los multimillonarios árabes y, a raíz de su dependencia con el capital económico, se ha sometido a su dominación. Es eso, entonces, lo que tiene en común con el mundo árabe.