Un cuerpo contenido en una imagen, una figura sombría en la noche de los árboles, se recrea permanentemente en su afirmación, que es la de la existencia en lo marginal. A él lo visitan. Sus huéspedes llegan, gozan y se van. Su nombre nunca se conocerá. Su vida es esa única figura tibia y difusa. Ella es la noche.
Te vistes, desvistes, avestruz de luces punzantes
y agria es la aceptación de tu derivado
eres la mala ecuación del mundo desconcentrado,
que te conoce y prefiere ignorarte
para luego acusarte, de perversión y enfermedad
y… acaso, en este mundo de sombras enmascaradas
¿Nosotros, no nos travestimos?
¡Ja!
Y ay pucha que es fácil mirar con bata, café y faso
ese carnicero, chorizo regalado
que el dólar aumentó, la papa esta cara, huelgas,
y Ernesto mató a 3 hombres.
Todas las noches te desnudan con los faroles
agazapados te miran, babeados por la publicidad,
de tus pechos, no madre, leche no dan.
Cuan filosa es tu lengua y cuan firmes tus piernas,
caballo salvaje, para soportar tanta podrida huerta.
Que la noche es fría, y esos tacones rojos,
OH, guerrera mía, hacen eco en tu soledad marchita
que tiene sueños como yo, que fue un bebe como vos
¿Quiénes somos nosotros para juzgar?
Y bueno, si ese tatuaje en tu pecho hablara, mujer.