Cuentos | La obra del semidios - Por Agustín Peanovich

El sueño -u otra forma de representación de lo real- traza la arquitectura y revive los personajes; están, como siempre, en el universo. En él se encuentran y conversan, y ese nudo de palabras se extiende y articula, y así nace un nuevo tiempo y un nuevo lugar, perfectamente ubicuos, intensamente concretos. La temporalidad se vuelve líquido, y su manantial es el de la creación literaria que, a esta altura, no es otra cosa que el eco tardío de la primera creación de aquel hombre invocado. 


En un punto desolado empezaron a correr los rudimentos y se erigió el tiempo, en un momento de este tiempo, usted, iba caminando por la calle y encontró estas páginas que dicen que usted soñó esta historia:

Estaba acostado en la cama, me entretenía la imaginación, que permitía la construcción de un mundo posible y distinto, éste se descompuso y murió cruelmente en la vigilia, viajó a la nada del olvido en nuestra memoria. Una ilusión final persistió en el abismo de mar de sueño en el que entraba y Luis Alberto Spinetta estaba ahí.

Inventó un puesto en su banda, le dio lugar a la ignorancia para hacerme feliz.

Un instrumento baladí colmó mis manos, era materialmente raro, tomaba las varas (cuatro o cinco) por el medio de su diámetro, unas bolillas en sus extremidades chocaban y emitían un ruido a lluvia.

En un instante en el escenario, haciendo la prueba de sonido (si la amnesia no me invade, sonaba el punteo de Cielo de ti), Luis se acerca, nombra mi nombre; a éste, lo siguen dos palabras más -¿cómo está? Si Bécquer o si Borges descifraran lo acontecido en mis pensamientos; hasta que solté las deplorables palabras: -¡Luis sé algo que vos no sabes, te amo, no el te amo sino otra cosa! Diantre a la situación terminé por desguarnecerlo, me daba gran tristeza. Yo podía decirle algo, quizás él con ese dato podría cambiar o alterar el destino. Cambiar o alterar indica la consecuencia de variación máxima en la que se particiona el destino.

…entre llantos, desarmado, le dije que moriría en dos años…

No tomé la línea del diálogo, no lo puedo volver a repetir.

Las primeras palabras que emitió me hicieron quebrar más en llanto aún. Temblando me dijo: -¡no me digas eso!

Él había visto en mis ojos la fidelidad de las palabras.

-Luis-, le dije y por favor que me escuche: como ya me había enterado en la vigilia lo ocurrido, el impacto que causó su muerte, no por fama de muerte, sino una expansión de su obra* en la conciencia e imaginación de la humanidad y que permanecer ubicuo le da un sentido de hermandad en cada uno de los hombres, que ahora en la vigilia (mi tiempo) está en todos lados y en el sueño (su tiempo), conmigo o en su casa o donde su voluntad lo determine y que si le quedaban dos años de vida, no los viva con tristeza. Le aclaré que si tomaba la decisión de modificar el presente para cambiar el futuro**, también modificaría el universo y que como ya estaba condenado en el futuro que va en busca de convertirse en vigilia (presente mío) era un ser fantasmal y hermoso, sin embrago, sentía yo un miedo oculto de que no fuera así. Antes de su respuesta, volaban ciertas golondrinas difuminándose y extirpando mi última visión. Comenzaba lo arduo, lo voluntuoso de volver a levantarse.



*Monumento de asombro y surrealismo.

**Habíamos llegado a la conclusión de que lo que estaba pasando era un error en el tiempo.

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  1. Anónimo

    Impresionante. Larga vida a Luis Alberto.

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  2. Paula

    No hay palabras… Excelente le queda chico.

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