La madre descansa en una metamorfosis constante, como un péndulo incansable que se hamaca entre la vida que explota en los colores del ambiente y las sombras que apagan la belleza de la flor. Desde otro plano, con los sentidos al servicio de la curiosidad, el ojo persigue el contorno perfecto para apropiarse de él en una imagen que devela el sentido del cosmos.





