Silencio, a todos. ¡Silencio!
La hoja que mi mano sostiene, habla de un hoy escrito con sangre.
Más allá del horizonte de nuestros ojos, un pueblo se inmola sobre un muro de injusticias.
Les amputan la tierra en que la que sus sueños labraron, y escriben mensajes mortuorios, en bombas, que los han de incinerar.
En la delgada franja del mapa que a todos nos aglutina, vuelven, como tormentas de arena, para agolparse ante la puerta que de la vida los excluye.
La «kefia» envuelve sus rostros en la bravura de la Intifada, y del cielo las piedras llueven, reclamando el suelo que las vio nacer.
Ondean su bandera, huérfana de Patria, y suplican que el viento les convide libertad.