Crónicas | Afínkalo en el Olimpo - La sangre se revoluciona en el clima caliente que el ritmo impregna en el aire sin siquiera pedir permiso; mientras, la inercia se adelanta al tiempo y obliga a mover los pies. Esta música –que fue parida en el caribe, cultivada con perfume afrocubano y cocida al calor del jazz brasilero– envuelve y despierta a […]

La sangre se revoluciona en el clima caliente que el ritmo impregna en el aire sin siquiera pedir permiso; mientras, la inercia se adelanta al tiempo y obliga a mover los pies. Esta música –que fue parida en el caribe, cultivada con perfume afrocubano y cocida al calor del jazz brasilero– envuelve y despierta a los cuerpos que se arriman al show. No hay escapatoria, habrá que aprender (o animarse) a bailar. 

Por Flor Gonella – Especial para El Corán y el Termotanque

«Allá va mi inspiración, desde mi Habana querida, es de allí la preferida mujer de mi corazón»

Caminábamos por Corrientes. En la esquina del bar había gente mirando hacia adentro por las ventanas. Veníamos hablando de laburo, pero dejé de escuchar mientras me preguntaba qué hacía toda esa gente ahí. Claro, mi poca afición al deporte hizo que no tuviera en cuenta que la selección argentina de fútbol estaba jugando.
Entramos y nos elegimos una mesa frente a la pantalla gigante en donde el Pocho Lavezzi metía un penal y todo se iba a ya saben dónde. Nos costó un ratito darnos cuenta de que en el medio del bar había una mesa de colombianos. Se reían, gritaban sus goles y se hacían señas con sus amigos argentinos. En fin, todo el bar gritaba y chiflaba, y saltaba de las sillas. Era imposible continuar nuestra charla de trabajo, así que nos dispusimos a observar la situación, tomarnos un vino y divertirnos un rato también.
El partido terminó, la gente empezó a dispersarse, creo que se iban al patio a fumar. El bar se acomodaba para lo que seguía. El escenario ya estaba armado, desde que llegamos. Alrededor de las 23:30 (minutos más, minutos menos) aparecieron los Afínkalo. Lo tengo que decir: ¡puro sabor!

 

«¡Que llamen a Ibrahim Ferrer, que busquen a los bomberos! Que yo creo que Tula lo que quiere es que le apaguen el fuego» 

 

Los conté. Eran once. Perdí la cuenta de los instrumentos. Pero me acuerdo de la percusionista que con su privilegiado centro del escenario, se mostraba rozagante y divertida. Lo comentamos, claro, «están de fiesta».
El primer tema no lo conozco. Dos minutos. Se me mueven los pies. Estoy sentada, pero se me mueven los pies y los hombros, y el resto del cuerpo se movería, si no estuviera sentada. ¡Esto es involuntario! El ritmo de Afínkalo nos iba penetrando los huesos. Y no fui la única, para el segundo tema, ya había en un rincón un grupito no tan tímido que se levantó para hacer sus bailes. No se cuál habrá sido la intención de Afínkalo, pero por unas horitas Cuba estuvo en el Olimpo.
De a poco, la gente se fue sumando. La temperatura iba subiendo. Nosotros no nos animamos, estábamos dispuestos a observar. Todo eso se veía (y se escuchaba) muy lindo.

 

«Que esta noche no voy a poder dormir sin comerme un cucurucho de maní»

 

Finalmente, con «El Manisero» la pista terminó de llenarse de gente. De repente, todo lo que veía era gente bailando. Solos, en pareja, en grupos de amigos. Se turnaban, se desplazaban, iban y venían. Por ahí se hacía un huequito y los podía mirar. Se veían realmente muy divertidos y nos transmitían eso a los que, comandados por la vergüenza, nos quedamos sentados.
Nos pusimos a discutir si tenían timbales o no. «¿Cómo se llama el instrumento que está tocando ella?». No teníamos la menor idea. Alguien soltó que se escuchaban unos buenos arreglos. A mí sólo me hicieron recordar mi viaje a Cuba, y eso me puso un poco feliz.
Afínkalo, orquesta de salsa. Llenaron la noche de alegría.

 

«Oye, latino, oye hermano, oye, amigo. Nunca vendas tu destino por el oro ni la comodidad»

 

Y así estuvimos, sin decirnos demasiado. Escuchando, atentos. Mirando la gente moverse, reírse, bailar. Cuando sonaba una canción que conocíamos, nos mirábamos y decíamos «éste es un temazo». La tribuna afínkalera estaba como loca. «¡Otra!», se escuchaba en coro detrás de mí cada vez que terminaba una canción. La misma tribuna que se cantó todo.
Yo estaba ansiosa por ir a buscar la lista de temas y poder sacarle una foto. Cuando terminaron, me acerqué al escenario y se la pedí a uno de los chicos. «Tomá, llevatela», me dijo. Un montón de gente se acercaba a saludarlos, a felicitarlos. Sus amigos, supongo, los más orgullosos.
Me vine a casa con la lista de temas. Y con muchas ganas de volver a Cuba.


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Contacto

Afinkalo

Integrantes:

Voz: Claudio Berguese
Coros: Matías Vant – Silvina Andueza
Piano: Ale Bluhn
Bajo: Manuel Corvalán
Flauta Traversa: Emiliano Zamora
Saxo: Federico Marti
Trombón: Milton Mendez
Timbales: Esteban Suarez
Bongo: Ana Velez
Tumbadoras: Luciano Corvalán

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