Crónicas | Alegres y mucho - Con varios caminos por recorrer, pero con varios kilómetros en el lomo, un grupo despeinado se adueña de las tablas del escenario y arranca de las abrumadoras certezas que transpira la cotidianidad, a cualquiera que comparta el mismo aire. Su cielo amarillo esconde un refugio para olvidar, al menos por un rato, los fastidios que […]

Con varios caminos por recorrer, pero con varios kilómetros en el lomo, un grupo despeinado se adueña de las tablas del escenario y arranca de las abrumadoras certezas que transpira la cotidianidad, a cualquiera que comparta el mismo aire. Su cielo amarillo esconde un refugio para olvidar, al menos por un rato, los fastidios que el cemento trae.

Por Federica Rubio – Especial para El Corán y el Termotanque

Ska, funk y reggae se combinan en una mezcla explosiva y eclética que invita a dejarse llevar.
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Sábado frío y algo triste: acabábamos de perder otra final futbolísitica. Y aunque a quien escribe no le interesa mucho este o cualquier otro deporte, debo admitir que algo de esa amargura me entró en los poros, junto con el crudo invierno, estación que detesto.
Pocas eran mis ganas de dejar el calor de mi departamento, pero al fin y al cabo decidí enfrentarme al mundo y salí a la calle, junto con una fiel amiga que se prestó a acompañarme. Por suerte, mi destino estaba a sólo un par de cuadras.

A eso de las 12 llegamos al Distrito Siete, donde se presentaban los Alegre No Tanto. Conseguimos una mesa, algo más alejada del escenario de lo que yo pretendía, y pedimos una cerveza.

Después de una breve espera, amenizada por un improvisado show de freestyle que brindaron tres jóvenes asistentes, la banda salió a escena. Admito que hasta el momento sabía muy poco de ellos: cuando decidí ir al evento, escuché un par de temas para ‘entrar en calor’, pero eso era todo.

Preparada para descubrir lo que Alegre No Tanto tenía para ofrecer, me recliné en la silla y dejé que me sorprendan, y lo hicieron. Siete, ocho, nueve, no sé cuántos eran arriba del escenario, lo que estaba claro es que el Topo, la voz cantante, no pasaba desapercibido: inquieto, movedizo, parece llevar consigo el espíritu del grupo, y contagiarlo a su público, dentro del cual, según pude observar, cuentan con una sólida base de fanáticos, probablemente fruto de su larga trayectoria en la escena rosarina.

A medida que el show avanzaba, mis pies empezaron a moverse cada vez más al compás de la música, de manera que abandoné mi lejana mesa y me fui acercando al tumulto. De alguna forma, que no sé explicar, me vi a mí misma arrastrada al centro de la escena, envuelta entre los cantos y bailes del exultante público.

Las letras de los Alegre versan sobre temas tan variados como recurrentes como lo son el amor, la injusticia y la sociedad, acopladas a la perfección con potentes melodías que oscilan entre el reggae, el ska e incluso rastros de funk.

La mezcla de temas de los dos álbumes de la banda, Otros Sabores (2004) y Simple Apariencia (2010), incluyó también un pequeño adelanto del próximo disco, y la promesa de volver al D7 en septiembre con un recital acústico.

Fueron, en definitiva, dos horas a pura música, en las que pasé de ser una espectadora primeriza a confundirme en la masa de gente que terminó aclamando a los Alegre No Tanto, agradecidos por las buenas vibras que desprenden en cada una de sus simples pero agradables melodías.

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