Cuentos | Bienvenida cara al sol - Dejarse ir, dejarse arrastrar o revolcarse sobre una superficie blanda, etérea, nada sólida ni sostenible, que fluye, va, viene o regresa y vuelve a partir, inconstantemente, buscando alguna forma del oxígeno, otra manera de que el aire penetre los poros, otra instancia de estar ahí, simplemente, recostado, sacudiéndose las pestañas levemente con la brisa, cubriendo […]

Dejarse ir, dejarse arrastrar o revolcarse sobre una superficie blanda, etérea, nada sólida ni sostenible, que fluye, va, viene o regresa y vuelve a partir, inconstantemente, buscando alguna forma del oxígeno, otra manera de que el aire penetre los poros, otra instancia de estar ahí, simplemente, recostado, sacudiéndose las pestañas levemente con la brisa, cubriendo delicadamente los ojos, que descansan dentro, templados con el sol que les cae. Difícilmente pueda decirse que esto es algo simple. 
 

Por Paloma Siemens

Ya se cayeron la mayoría de las hojas de los árboles, pesadas de colores otoñales. Ya vacié la caramelera de vidrio, el disco de Edith Piaf se me rayó… y ya estamos oficialmente invadidos por las chincheverdes, una vez más. Y una vez más vos, tarde, Rubén. Tarde.

Me fuí, estoy muy bien. Pero se notan en mí, cada tanto, esos vestigios de algo que no pudo llegar a ser.

A veces me entristece no poder poner mi cara al sol como vos. Disfrutar eso, ¿por qué no puedo hacerlo en paz, sin que la brisa me recuerde a mi abuela Anita, al gato del tercero D?

¿Por qué no puedo hacerlo sin que me duela? Creo que es todo tu culpa, sí sí.

Ay Rubén, te envidio esas pequeñas cosas que nos ofrece el mundo y no las puedo disfrutar, y verte a vos, que sí podés.

Escuchar una canción que me gusta mucho, que el viento me haga un nido en el pelo, reírme sin sentirme culpable por olvidarme de olvidarte.

Es que yo creo que no se puede olvidar, sólo vamos dejando las cosas en segundo plano. Pero un día te descuidas y ¡sácate!, se te caen todos los recuerdos encima y no los juntas con nada, eh, con nada.

El otro día me acordé cuando quisimos ir en bicicleta hasta lo de Lela, y nos dimos cuenta de que estaba pinchada a las tres cuadras, qué manera de pedalear. Yo iba chocha porque no se me movió ni un pelo. Hacía un frio terrible, ese que te quema la cara y te pone los ojos llorosos. Y llegamos y me abrazaste tan fuerte que lloré.

Y el gato… ¿te acordás del gato? Nunca había visto uno tan grande. Y era puntual el pobre bicho, todas las noches se sentaba en el techo que queda justo frente a mi balcón. Mirarnos era un ritual, siempre sentí que quiso decirme algo. La luna le quedaba a la espalda a esa hora y su contorno resaltaba terriblemente, lo que hacía del momento algo mágico de verdad. Me gustaba mucho cuando vos me ibas a visitar y el estaba ahí, porque así tenía una forma de mostrarte un momento que me hacía feliz. ¿Lo habrás sentido alguna vez como lo sentía yo?

Quizás estuve muy descuidada estos días, no sé.

Abrir un caramelo de nuez, que persista mi manía por juntar todo lo que veo en el piso, ponerme las medias que tienen un agujero en el dedo gordo… y que te me aparezcas, fatal e irremediablemente, cual espejismo. Chupando un caramelo furiosamente, regalándome un par de pánfilas medias verdes, trayéndome cosas insignificantes como piedritas de colores, pedazos de pulseras… pequeñeces, en el sentido de lo absurdo, que guardo y guardaré siempre con amor.

Cosas así. Todo el tiempo.

Esta es la tercera carta que te escribo, las dos anteriores las rompí. Capaz haga papel maché.

No la voy a mandar, voy a esperar que la vengas a buscar, para asegurarme de que la quieras leer. De que me vengas a buscar por fin, y en mi lugar sea esto todo lo que haya.

Tengo un prontuario considerable de palabras sin decir hechas papel. Eso siempre me pareció importante, escribir. Para que no se lo lleve el viento. Y bueno, soltar también. Algunos dicen, otros escriben.

Soltar…

Hay veces que miro el cielo, y me doy cuenta que no somos nada, ¿sabés? Somos a este planeta lo que las hormigas a nosotros, los humanos.

Una nimiedad, sólo instantes en este mundo en el que hay tanto para ver, probar, oler, caminar, sentir… tanto. Tanto que no leemos, que no escuchamos, vemos, tocamos. Y estamos tan quietos. Viviendo vidas de cartón perfectamente recortado y doblado. Tan quietos… esperando…

Nunca me voy a olvidar el día en que te fuiste, porque yo me fui un poco también. Y creo que para encontrarme de nuevo tengo que salir a buscarme.

Empezar a movernos, es serlo todo. Ya no quiero ser hormiga.

Esperar a veces nos beneficia, ¿sabés Ruben? es fluir, dejar que las cosas pasen. Y muchas más nos estanca. Al esperar, a veces pasa que nos acostumbramos a eso y nos estancamos. Y «el agua estancada se pudre». Entonces llega el momento de in-fluir, de actuar.

Yo creo que el gran secreto es darnos cuenta cuándo esperar, y cuándo actuar.

No decir, no hacer, nos duele Rubén, nos pesa. Por eso soltar es una palabra tan linda para mí. Soltar para funcionar mejor, para que sanar con el tiempo sea más fácil. Soltar para andar liviana.

Ya solté. ¿Qué más puedo hacer? Ya esperé.

¿Ya qué importa si esta lluvia me aplasta, amor mío? Si me entierra en el barro de la culpa, me sepulta en mis peores miserias. Si la vida me da una trompada más, una menos… Me escupe en la cara los fideos del mediodía, sin salsa por favor que esta vez Adelfa falló con la pimienta y fue jodido comer como si nada…

¡Hace cuánto no venís a comer fideos! Adelfa te extraña. Se le nota en los ojos, esos ojos que son terribles. Un terrible espejo.

¿Qué importa ya que lo intenté todo?

Acepté mis dolencias, viví y acaricié mis errores, mis fieles compañeros. Me dejé hundir, decaer.

¿Acaso no es desde el fondo que las cosas reflotan con más fuerza?

Y me fui Rubén, me fui.

Y hoy quiero que el diluvio me encuentre mirando hacia arriba, lista para la coartada final, abriendo bien los ojos, mirando esa golondrina y sabiendo que una vez me hizo feliz.

Sabiendo que siempre hay luz al mirar hacia arriba, y que todo está bien de cara al sol y brisa de frente.

Y sin Anitas, sin gatos…viento, y nada más.


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