Las puertas de la percepción se abren al universo musical que la banda rosarina exhibe luego de su gira por todo el país. Llevando la sangre de la cumbia a domicilio – cocida al calor del reggae y el funk – alteran el curso del tiempo y obligan a todos los que están frente a ellos a despegar las suelas del piso y confundirse entre la muchedumbre: no hay tregua.
Texto: Regina Cellino | Fotografía: Eva Wendel– Especial para El Corán y el Termotanque
Quiero que lo sepas bien, yo no me arrepiento
Dije que sí enseguida, en realidad, pedí presenciar el primer festín peyotero del año. No sabía muy bien de qué se trataba ni qué tipo de música tocaban. Sólo había oído de ellos tiempo atrás y, también, sabía que mis amigas habían ido una vez y sus relatos contenían la alegría de la experiencia. Dije que sí, tal vez, cebada por la euforia que traía de la primavera catalana. En fin, fui con ellas, por supuesto.
Viernes, 23 horas: mucho frío. Atrás quedaba el calorcito primaveral. Nos encontramos en la puerta y, en seguida, nos unimos a la fila de espectadores dispuestos a esperar que el señor de la puerta nos diera su permiso para escabullirnos dentro del Distrito Siete. Debo decir que de las tres era la que más expectativas tenía, especialmente, porque las últimas dos salidas nocturnas para este medio no habían sido de lo mejor. Mejor, entiéndase, para alguien que hace tiempo dejó de conmoverse. Por eso, yo estaba ahí, atenta y cautelosa.
El festín peyotero debía comenzar a las 22 con Efecto Nebuloza, pero como muy sabiamente nos había escrito nuestra gran captadora de instantáneas, Eva, a esa hora recién estarían desayunando. Fuimos, como dije, a las 23. Media hora después, salieron a escena los integrantes de la primera banda. Calentaron la pista a un público que se iba acrecentando con el correr del ritmo y de la noche.
Debo decir, entre nos, que es el primer espectáculo con tanta gente sobre el que escribo (espero estar a la altura de ese público). Sentadas contra la barra, oímos a Efecto Nebuloza con mi amiga Nani, al tiempo que nos poníamos al tanto de nuestras cosas. A esa altura Eva ya se había perdido detrás del lente de su cámara.
Terminó el baile de la primera banda, y comenzamos a acercarnos a la pista para presenciar de cerca la experiencia peyotera. No sé bien cómo llegamos pero de repente estábamos al lado del escenario paradas las dos con cuarenta kilos de ropa en los hombros y en los bolsos. Eva, peleando su lugar contra aquellos otros dispuestos a sacar la mejor foto. Recién ahí, en medio de los seguidores de la banda, comprendí que aquello que se avecinaba era prometedor.
Que nunca olvidará su sueño original, de querer viajar un poco más allá
Los músicos salieron a escena, entre ellos, el gran Ethan Hawke en la guitarra. Apenas Eugenia, la excéntrica cantante, la dominatriz de esta banda, se presentó, el lugar estalló. Ella con su portentosa, dúctil e inigualable voz y su tutú negro cautivaron al ritmo de la mezcla del reggae, la cumbia, el funk, al público que bailaba y cantaba sus temas. Admito que en medio del meneo un poco olvidado pero deseado, Nani me comentó que los Mamita Peyote habían estado recientemente nominados a Mejor banda reggae y música urbana en los Premios Gardel. «Y con justicia», me dije.
Uno a uno pasaban los temas, la fiesta peyotera iba in crescendo junto con mi entrega total a ella. Durante casi una hora y media, sonaron las canciones de su último CD, también dos temas propios que no se incluyen en el disco, «Nada» y «Déjalo fluir», casi todas las composiciones me sorprendieron por sus letras en lo que concierne al despliegue poético. Con «Eterna» explotó la cumbia, porque como dijo Eugenia, «de la cumbia venimos» y hacia ella vamos, agrego yo. Luego sonó una excelente versión de una canción que hasta ese momento me era desconocida, «Start wearing purple», de Gogol Bordello. Con «Tú serás», Mamita musicalizó el video de lo que fue su gira por la costa argentina.
Mamita Peyote no me defraudó, todo lo contrario, hizo que por momentos quedara fascinada escuchando las letras y por otros, bailando al compás de variados ritmos. Una conjunción maravillosa para quienes deseamos que las canciones nos hablen, nos digan cosas al oído al tiempo que nuestro cuerpo es arrastrado por la música.
Entre un público efusivo y heterogéneo que casi no cabía en el D7 (muchos quedaron afuera), dancé y canté con ellos, me dejé llevar. Pasé de ser una espectadora, una simple observadora de la situación, a formar parte de la masa que se movía, imposible no hacerlo con la cadencia de Mamita Peyote.
Como ya dejó asentado en otra crónica mi colega Nani, espero con estas palabras haber estado a la altura de las circunstancias. Espero con el lenguaje, siempre opaco y resbaladizo, haber podido manifestar algo, un poco siquiera, de mi primera experiencia peyotera, experiencia festiva y arrebatadora del estatismo. Espero que en mi escritura se haya deslizado algo de lo físico, del sonoro movimiento corporal.
Contacto
Integrantes:
Voz: Euge Craviotto Carafa
Guitarra: Fede Mendo
Guitarra / Trombón / Ukelele: Charly Bertolin
Trompeta: Javier Diaz
Batería: Sebastián Cudos
Bajo: Carlos Cubero
Teclado: Pato Masini