Ese instante que no se olvida, / tan vacío devuelto por las sombras,
tan vacío rechazado por los relojes, / ese pobre instante adoptado por mi ternura, / desnudo desnudo de sangre de alas, /
sin ojos para recordar angustias de antaño, /sin labios para recoger el zumo de las violencias / perdidas en el canto de los helados campanarios.//
Ampáralo niña ciega de alma, / ponle tus cabellos escarchados por el fuego; / abrázalo pequeña estatua de terror. // Señálale el mundo convulsionado a tus pies, / a tus pies donde mueren las golondrinas
tiritantes de pavor frente al futuro. //
Dile que los suspiros del mar / humedecen las únicas palabras
por las que vale vivir. // Pero ese instante sudoroso de nada, /
acurrucado en la cueva del destino / sin manos para decir nunca, /
sin manos para regalar mariposas / a los niños muertos. //
A la espera de la oscuridad – Alejandra Pizarnik (1936-1972)