Desperté diez minutos antes de ir a trabajar
no desayuné
me olvidé la boina
hay que seguir yendo
salí de casa y el frío me encandiló la nariz y las orejas
llegar
llegar
sólo tengo que llegar yendo
después con la sucesión de clientes
se acomoda el rostro
primero hay que llegar y seguir yendo
ya son nueve y cinco
caminé todo lo rápido que podía
pensé que seguía durmiendo
o que caminaba soñando
pues la ciudad a esa hora
nunca está en silencio
además
la vereda se puso blanda
oscilante
inabordable.
Quise seguir yendo,
pero me desperté en la esquina de casa,
un obrero me preguntaba a viva voz:
¿Qué hacés, flaca?
Y también:
¿Sos boluda? ¿No ves que está fresco?
Y yo,
zombi del presentismo,
tenía que llegar y seguir yendo,
y ni disculpas le pedí.
Después, con la sucesión de clientes se acomoda el rostro.
Pero primero hay que llegar
y seguir yendo.
Como Sísifo.