Lecturas | Amor y sexo en Dubái: la gestación de un orientalismo urbano - El otro lado es una sospecha, el espacio del misterio, una tierra rodeada de incógnitas e incertidumbre; al otro lado está oriente, lejano, próximo, mediano, siempre distante, caído en las imaginerías que lo condicionan, le dan una forma presentable, lo vuelven moldeable a las necesidades de interpretación occidental. Ahí está como material y como destino. Lejos en lo próximo de este mundo, al fin. Tema de literatura. Obra de ficción.

El otro lado es una sospecha, el espacio del misterio, una tierra rodeada de incógnitas e incertidumbre; al otro lado está oriente, lejano, próximo, mediano, siempre distante, caído en las imaginerías que lo condicionan, le dan una forma presentable, lo vuelven moldeable a las necesidades de interpretación occidental. Ahí está como material y como destino. Lejos en lo próximo de este mundo, al fin. Tema de literatura. Obra de ficción. 

 

Por Daniel Ismael Gómez

 

A partir del siglo XX, las grandes ciudades tomaron vigor en la literatura y se convirtieron en el centro de las novelas de un buen número de géneros que abarcaron desde el policial negro hasta el tipo de ficción romántica popularizada por Danielle Steel. Un buen ejemplo es el uso de un imaginario urbano y orientalista basado en ciudades japonesas como Tokio: podemos encontrar rastros en novelas y películas de ciencia ficción de los ’80 (Neuromante, de William Gibson; las famosas escenas urbanas de la película Blade Runner con caracteres japoneses incluidos).

En estas últimas décadas se ha gestado algo llamativo alrededor de Dubái: la ficción romántica y de intriga utilizaron esta ciudad Foto 1como locación para sus relatos sobre sexo, peligro y marginalidad. Pese a que algunas de estas novelas tengan títulos como Acoso mortal (2014), Pasión en Dubái (2014), Power and Passion (2014) o Dubai Risk (2015), el enorme consumo que poseen no es un dato menor. Adicionalmente, estas novelas apelan a la atmósfera que Emiratos Árabes ha creado en los medios debido a su increíble expansión gracias a la combinación de gas y petróleo. Se ha transformado, en efecto, en uno de los puntos de referencia para los excesos de los millonarios del mundo y esto sin duda ha fomentado cierta imagen que alguna vez tuvieron ciudades como Las Vegas.

El entorno emiratí da mucha tela para cortar a quienes se sirven de la fantasía, pero lo singular de este asunto se da en el ámbito literario amoroso y erótico. El desequilibrio editorial produce cierta percepción orientalista en la que al lector se le plantea una disyuntiva: o bien «el mundo árabe» produce una imagen de represión sexual que se imprime en su literatura o, al contrario, es el espacio del exceso y la lujuria. Es el viejo dúo simbólico de la mujer árabe con velo y el jeque/sultán/hombre poderoso con su harén, expresado a través de numerosas autobiografías de mujeres árabes y novelas románticas y de intriga situadas en Medio Oriente con las que las editoriales saturan el mercado.

Si bien se ha desmantelado el imaginario orientalista del siglo XIX, que reducía a todo Medio Oriente a imágenes de desiertos, camellos y pirámides con uno que otro beduino y condimentos místicos, todavía persisten muchas representaciones que logran salir de sus marcos determinados e invaden otros espacios. El caso del erotismo es clave: abunda la tradición poética amorosa en la lengua árabe, incluso podemos remontarnos a la edad media y toparnos con los poetas andaluces que escribían sobre conquistar a mancebos con un yo poético masculino sin ningún pudor; pero las representaciones orientalistas hechizan y ponen en un escalón más bajo a la producción de aquellas regiones.

Dubái es acción, intriga y sexo pop escrito por autores de otros continentes. Los esfuerzos por parte de los escritores de Emiratos Árabes han sido en vano: más allá del gran número de poetas locales, poco se logró. Una de las excepciones, Sand Fish (2009), de Maha Gargash, apuesta fuerte y se esmera en la representación de los ciudadanos de la región desde la década del ’60, producto de la profesión de la autora como documentalista. Sin embargo, fue un éxito (se hará una película sobre la novela) por el tópico ya planteado por la ficción pop: la lucha de una mujer frente a un hombre millonario, los juegos de poder entre fuertes y débiles (estos últimos, siempre femeninos).

Dubái es un topos literario como lo fue París, pero en esta ocasión sin la presencia de los autores franceses colaborando en la construcción de dicho espacio y no precisamente porque ellos carezcan o tengan pudor de referirse a tópicos explícitos, crudos y viscerales.

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