El campo es una larga explanada sembrada de fieras y de contiendas; la belleza, su excusa, busca los espacios vacíos, donde la podredumbre no floreció, para amanecer en su esplendor. Esa es su batalla secreta, la que afirma su existencia, y la sola dimensión en que podemos concebirla.
Entumecida la flor por nacer en este día,
no entiende lo rústico de este mundo.
El ayer niño, hoy hombre, agoniza por su impaciencia
trata con locura de gritar todo su temor.
Almas que desconocen sus cuerpos
-algo difícil para sacar al sol y a la vida-
pobre alma que en la risa sumergió la pena,
mientras su cálido interior se quiebra.
Condenados están los que se animan al cambio,
los desafiantes a la naturaleza de este rígido dios.
Pero felices, felices de conocerse como libres
y no ser reos en este tormento social.