Crónicas | Aprovechar el tiempo - Por Mariel Ghilino 

La parca está ahí, esperando. Se sabe ganadora y por eso no tiene prisa. La vida, en cambio, debe reinventarse en cada instante ser algo más que el prólogo al final anunciado. Si bien todos los caminos conducen al mismo sitio, el desafío aparece a la hora de marcar el sendero y adormecer, entonces, el resultado ineludible. En esa puja aparece el amor, como una fuerza capaz de embellecer todo a su paso, para acariciar la inmortalidad y doblegar a la muerte.  


Aprovechar el Tiempo I

Aprovechar el tiempo destruyó lo que imaginé que me iba a encontrar: una historia de amor romántico, en todas sus fases. En cambio, el amor toma otras formas, más crudas y desencantadas, que permiten repensar prejuicios y estereotipos sociales en torno a la ancianidad.

Los ancianos parecen hallarse desautorizados para acceder a los constantes cambios que vivimos; por lo tanto, se los piensa ralentizados, en otro tiempo, sin futuro. En otras palabras, desvalorizados como todo lo que no tiene un horizonte («ya vivieron y tienen que ceder lugar a otra generación») o bien, suponiendo desde afuera qué forma de vida tienen («de la farmacia de Pami donde hablan boludeces con otros viejos, a la cama a ver televisión»). Sin embargo, cuando alguno intenta correrse de los límites sociales que delimitan la ancianidad son ridiculizados.

En cambio, en Aprovechar el tiempo, los personajes son los abuelos que quisieras tener, aquellos que no reparan en habladurías. Por un lado, un hombre de 78 años que desde un principio se muestra lejos de ser ese viejito adorable libre de todo mal. Ella, unos cuantos años más joven, es una mina que va de frente, cuestionadora, con mucha energía. ¿Qué tienen para decirnos?

Sus cuerpos están inscriptos por sus vivencias, trazados de amores, traumas, deseos. Los tiempos de la vida, la sexualidad y la muerte corren para ambos, pero un poco desfasados. Sin embargo hay algo en ese encuentro, en esa elección, que es lección. La pareja se presenta como inquisidora de uno mismo y la herramienta para ello, en este caso, es la sexualidad. Contradiciendo la costumbre, lo tácito, de ver esos cuerpos como asexuados, despojados de todo deseo, lejos de ser bellos, amando sólo a sus nietos.

Ellos se aman, se odian, se desean y se repelen en una puesta en escena que es el ámbito de la intimidad. A causa de esto, me advertí intrusa en medio de secuencias privadas de pareja: sexo, seducción, discusiones, decisiones. Pero a Aprovechar el Tiempo IIIla vez, me sentí involucrada con miradas que me hacían cómplice. Incluso tuve que contenerme de intervenir: asentía o disentía con la cabeza como si me estuvieran interpelando directamente.

Mientras el presente de ambos se erigía cotidiano y pasional, repentinamente, una pregunta, un acontecimiento, despertó fantasmas. En ella, el miedo al futuro, en él un hecho del pasado que se repite. Es que las presiones del hoy despiertan las del ayer, figuradas como sueños, como repeticiones, como condenas que ponen a prueba la relación, su futuro. Personalmente, respiré una atmósfera de reminiscencia, algo de eso que viví y tal vez siga viviendo. En otras palabras, son las crisis de pareja que atravesamos, que en definitiva son metamorfosis de uno mismo. Puesto que el tiempo transcurrido es juez de nuestros actos, irrevocablemente adoptamos una actitud cuestionadora: ¿aprovechar el tiempo es tomar decisiones acertadas? ¿Quiénes somos, qué hicimos, cómo llegamos hasta acá? En otros términos, la relación como otra mirada sobre la propia vida.

Si esta historia de amor hubiese sido, como dije en un principio, el testimonio de una forma de amor tradicional, hubiésemos esperado que la idea de pasar los últimos años de vida juntos sea, libre de decisiones, un mero fluir. A mi juicio ese posible futuro imaginable niega las consecuencias del pasado y niega la muerte. Vivir conflictuados parece ser parte de la vida. Concluyo que aprovechar el tiempo se aproxima a una idea de la cual nos servimos constantemente como motor para movilizarnos hacia otras experiencias, o bien, para quedarnos con aquello que parece único y no nos podemos arriesgar a soltarlo. Esta dupla elige lo primero.

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Ficha técnica

Actúan: David Edery y Claudia Schujman
Dramaturgia y Dirección: Ricardo Arias
Gráfica: Federico Tomé


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