Crónicas | Maté a un tipo - Por Micaela Gazza | Especial para El Corán y el Termotanque

Ella está lista. Camina la ciudad con una dirección definida y la promesa de reparar en los detalles que compondrán el texto. Se acerca, acompañada, y sonríe más de la cuenta por ello. Adentro, tras la oscuridad que antecede al teatro, un cuerpo que no aguanta su propia presión, se abre para desnudar sus miserias. Los otros, que lo ven arrastrarse, acompañan el acto desde una tranquilidad peligrosa. La muerte y el deseo de encontrarla se buscan continuamente, sólo es cuestión de acertar el camino. 


Sábado a la noche, precisamente 20 horas fue cuando comenzó la función para mí. Por un lado, sentía nervios porque iba a ver la primer obra para reportar por este medio, y por otro estaba feliz porque iba con mamá al teatro después de tanto tiempo.

21.30 nos encontramos en Teatro La Nave, caminamos por el pasillo, subimos las escaleras y aguardamos. Pese a escuchar infinitas veces hablar de este lugar, esta noche era la primera vez que íbamos. Puntualmente ingresamos a la sala, la primera fila no la usamos, decía la chica, así que nos acomodamos en la tercera. No podía dejar de mirar los asientos, mejor dicho butacas, ya no son tan vistas en las salas rosarinas; me recordó al salón de actos de mi escuela, el mismo olor, casi la misma forma, inmediatamente me sentí como en casa. Vale aclarar que la música divertida que sonaba terminaba de componer ese cálido ambiente. En el escenario: tres sillones, típicos de living, dos de un cuerpo y uno de dos; blancos, al igual que el fondo. Las luces se apagan, segundos antes que los murmullos.

Cuando vuelve la luz vemos a Ernesto (Pablo Minervino) muy nervioso, y  a Marta (Liliana Oppido) súper relajada, en sillones enfrentados, ella le empieza a contar de una amiga con algunos «problemitas» maritales/ sexuales. De una forma precisa y divertida nos distrae, mientras se lo ve a Ernesto no aguantar más, como cuando nos mandamos una cagada que tenemos la necesidad de manifestar de forma urgente; no soporta más y hace su confesión… «Maté a un tipo». Paradójicamente, en este momento es cundo empiezan a asomar las primeras risas tímidas en la sala. Cuando él comienza a dar las explicaciones pertinentes después de semejante confesión todos nos sentimos identificados con la sensación de a veces querer matar a alguien y nos sumergimos en esta historia de humor negro, como ellos mismos dicen: negrísimo.

Muerte. El tema se trata, en mi opinión, de una manera original, sin dramatismo y con comicidad. Ernesto cuenta sus asesinatos de una manera divertida y apoyándose sólo de una bolsa de consorcio negra que es el único elemento que utilizan a lo largo de la obra. A mí me parece que fue acertada la escasa escenografía, quizás otra cosa hubiese sido demasiado con semejante historia.

La familia decide recibir en el hogar a un psicólogo (Javier Fernández), que promete ayudar con los ataques de violencia de Ernesto. La dificultad es que ellos no pueden «pisar el palito» y con el problemita de que la hija, Juli (María Victoria Vitta), es una tarada, este momento se convierte en el mejor de la obra. Juli mete la pata, confiesa todo y el juego con el psicólogo de cambiar todo lo que ella estaba diciendo me recordó las sesiones con mi psicóloga en las que a veces lo que quiero decir es justamente lo que estoy diciendo.

En el final la obra se va poniendo más violenta, tanto que en un momento registro que me encontraba con los músculos tensionados. Marta se encargó de cortarme ese momento con otra dosis de humor y me pongo a reflexionar en la cantidad de registros vocales que escuche de Liliana en toda la obra, me pareció sumamente atractivo ese recurso.

En estos días en que la violencia está tan naturalizada y masificada es muy fácil perder la paciencia, cruzar esa delgada línea que separa lo normalmente aceptado de lo demente, que hay que ir con cuidado, no vaya a ser que nosotros también tengamos que decir que matamos a un tipo.

Ficha técnica

Dramaturgia: Daniel Dalmaroni
Dirección: Walter Operto
Actúan: Pablo Minervino, Liliana Oppido, Javier Fernández
y María Victoria Vitta
Asistencia de dirección: Federico Fernández Moreno
Asistencia técnica: Natalia Operto


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