«Como la historia se repite uno puede prever algunas cosas»
Por Lucía Rodríguez | Especial para El Corán y el Termotanque
Desde quién sabe cuándo Germán es también Pentium. Sus amigos le dicen así porque le gusta arreglar computadoras. Es bachiller en Ciencia Política, librero en El Halcón Maltés (una librería céntrica) y editor en el Colectivo Editorial Último Recurso. Cada vez que puede reacondiciona instrumentos que consigue a buen precio y a principios de 2015 se compró su primera guitarra, que está aprendiendo a tocar. Tiene un pequeño taller en su casa donde se pueden ver algunas de esas cosas a medio reparar y otras sin aparente arreglo. Pero Germán, Pentium para los amigos, no es de los que piensan que las cosas no tienen arreglo.
Puede que sea porque fue estudiante universitario justo cuando parecía que el país se derrumbaba, hace ya quince años, en ese diciembre atroz. Fue ahí cuando Germán encontró su tono, el registro en el que iba a cantar desde ese momento. «Me referencio a nivel de la política con los nuevos movimientos que surgieron a partir de 2001: las nuevas formas de la política vinculadas con el horizontalismo, la autogestión, la ruptura con los partidos tradicionales», dice a modo de presentación, como si estuviera diciendo su nombre completo.
Germán habla de política prefigurativa, un concepto que tiene su origen en el anarquismo y que plantea que en la idea de un futuro exista justamente la semilla de ese futuro. «Es decir, si vos pensás que las cosas deberían ser de una manera, hacerlas de esa manera», explica. Desde 2004, un grupo de estudiantes de Ciencia Política comenzó a trabajar, sin saber, por la recuperación de ciertos textos que, en su opinión, faltaban en la currícula. Y lo que nace entre el papel impreso, una precaria forma de encuadernar y esas personas que lo emprenden, es el germen de un espacio de encuentro, militancia y lucha: el Colectivo Editorial Último Recurso.
En 2010, un compañero abrió El Halcón Maltés, una librería ubicada en Mendoza al 1400. Allí, Germán se acercó desde la editorial para que la librería se convirtiera en un punto de referencia de ciertos contenidos. Hoy, es uno de quienes lleva adelante el espacio.
Ser editor
En estos doce años, el Colectivo Editorial Último Recurso lleva más de cincuenta libros publicados. Sin embargo, no es posible conseguirlos a todos. Los libros del catálogo se eligen más por el perfil de quienes se acercan a ofrecer su material que por la obra que, si bien debe tener un piso de calidad y un perfil, lo prioritario es el compromiso con el autor. «Como editores, les explicamos a los escritores que se acercan que nosotros vamos a defender el material, a venderlo en todos lados, a moverlo. Esperamos de él o ella que sea un autor militante, que no espere consagrarse con la publicación sino que se esfuerce, que ayude a que tenga alcance. Funcionamos como una organización sin fines de lucro, nunca nos llevamos un peso de ahí, sino que pagamos el próximo libro que vamos a sacar con el actual que vendemos», explica Germán.
Para ellos, los libros son herramientas imprescindibles. Una pieza faltante al momento de enmendar. «¿Para qué sirve este libro? ¿Qué podes hacer con él?», son algunas de las preguntas a la que la obra debe responder. En los últimos tres años, Último Recurso evolucionó hacia la impronta que querían: de lo artesanal a lo industrial y de lo muerto a lo vivo. Si bien los textos que publican no son enteramente coyunturales, su catálogo aborda temas troncales necesarios para pensar el presente: el trabajo, el feminismo y democracia, etc.
En Argentina, la tarea editorial se puede circunscribir al editor como una persona que mira la realidad, piensa en qué falta y hace un aporte, desde una actitud propositiva. Ese es Germán y así es Último Recurso. Pero también hay otras versiones: el editor como financiador, quien adelanta capital para que el autor que tiene una idea pueda llevarla adelante, y el editor que lleva adelante un sello editorial y vende el servicio de armado e impresión.
Un acercamiento al kirchnerismo
Germán ceba mates sin perder el ritmo de la conversación. Es serio y atento. Escucha con respeto y construye desde ahí. Está acostumbrado al intercambio, no le es extraño. Alrededor, se percibe la tranquilidad de un barrio hacia el final del día. Un perro y un gato van y vienen de la cama al living y de vez en cuando se acercan para reclamar alguna caricia.
«A mí me cuesta el kirchnerismo desde el principio», confiesa Germán. «En 2003 mi primera lectura fue que se trataba de un movimiento burgués que tomaba el poder del Estado remplazando a otro anterior y que adoptó de uno de los movimientos sociales de nuevas izquierdas algunas de las reivindicaciones para apagar el estado de efervescencia. Eso pensé durante cinco años. Hasta el conflicto del campo. Ahí empezó mi dilema».
Germán parafrasea a Arturo Jauretche cuando dice que para decidir hacia donde ir primero hay que mirar hacia donde van nuestros enemigos. «Reconociendo cuál era el problema, que la derecha agraria golpista argentina histórica estaba atacando al gobierno, mi primera posición era estar en contra del campo», argumenta. «Empecé a reconocer a un oponente que le hacía de contención al kirchnerismo. Ahí comienza la pluralización de los medios de información. Las editoriales antes estaban más enfocadas en la recuperación del texto contestatario, fanzines. Estaban poco profesionalizadas. Desde esa época comienza la profesionalización y proliferación de sellos y proyectos editoriales. Si bien existían varios proyectos, éramos sólo nosotros los que teníamos un perfil horizontal, tanto acá como en Buenos Aires. Después fueron apareciendo otras en la Feria del Libro Independiente Alternativa (FLIA), en la primera que fue en 2010».
La FLIA es un punto de inflexión para la circulación de ciertos contenidos pero también de saberes y experiencias. Se trata de un punto de encuentro esencial para un rubro que contaba con satélites que producían como podían. «En los últimos tres años encontramos gente laburando. Es una locura si te remontás a 2004, 2005, cuando éramos poquísimos y considerando que no existe la carrera de editor, más que en la UBA. Empezaron a generarse preguntas que llevaron a la profesionalización: ¿Qué es un editor? ¿Qué es un autor? ¿Cómo puedo dedicarme a esto?», explica.
«El kirchnerismo con la parte económica se metió poco, pero sí con la cultural», afirma Germán. «Dio mucho lugar a editoriales y revistas que surgieron en ese período. Todo eso incentivó un boom que se dio entre 2008 y 2016. Pasamos de ser la única editorial con estas ideas de izquierda a encontrarnos con una feria con un montón de gente que estaba creciendo al calor de este modelo que era difícil de captar. Veníamos de una época sin ningún tipo de apoyo, o de gobiernos que nunca tiraron para las grandes mayorías. Porque eso es lo que tiene que hacer la política estatal: gobernar para las grandes mayorías. El conflicto del campo, entonces, deja de un lado al kirchnerismo, y del otro la derecha».
Germán reconoce un segundo momento en su vínculo con el kirchnerismo, que va desde la muerte del ex presidente Néstor Kirchner hasta octubre de 2015, cuando se radicaliza aún más la lucha contra la derecha, pero desde lo cultural. Se permite una escisión en el discurso único. «Para mí es claro cómo se da un proceso de enfrentamiento a una derecha golpista metida en la cultura a través de las colecciones de la Biblioteca Nacional, la Televisión Digital Abierta, Conectar Igualdad, la diversificación de la oferta de información en los medios. Y aun así no alcanza», expresa con cierta frustración.
«Todo este período me agarra laburando mucho más, pero desactivado de lo que es ganar la calle. Más desde la autogestión pero diversificando. Finalmente era eso lo que había que hacer. Dar esa batalla».
Un futuro incierto
El fin de semana de las elecciones Germán viajó 800 kilómetros hacia su tierra natal, Reconquista, para votar. Ya en el cuarto oscuro, jura haber tenido una sensación rara. Un presentimiento. «Por ahí soy un poco místico, pero sentí que ese triunfo, que parecía descontado, no era tan seguro como pensaba», explica. Cerca de las seis de la tarde del domingo 25 de octubre, Germán comienza a recibir mensajes con las novedades. Macri y Scioli iban a balotaje. De ahí en más, la historia es conocida.
El regreso en micro fue de puro insomnio. «Lo bueno de este país es que como la historia se repite uno puede prever algunas cosas», afirma. Fue así como Germán se la pasó pensando, haciendo cuentas, planificando los seis meses siguientes en la librería y en la editorial. La librería se volvería una trinchera, un lugar de militancia, de diálogo constante desde el que se intentaría ganar el voto a Scioli, militar el «Macri no». Una vez más, no alcanzó. «El estado de ánimo me duró hasta junio. El enojo y la impotencia. Esta derecha golpista, una vez más votada y revalidada, fue un golpe muy fuerte».
Germán toca hace poco tiempo la guitarra. El primer tema que aprende, que «le sale entero», es «La plaza de mi pueblo», una canción de la guerra civil española. La letra dice «En la plaza de mi pueblo/dijo el jornalero al amo/nuestros hijos nacerán/con el puño levantado». Para él, es un canto de descarga, de catarsis. Es 10 de noviembre y hace casi un año Macri está en el poder. Germán continúa en la librería, su plaza, su calle, y sigue con la Editorial como hace doce años. Aprende guitarra y arregla todo a su alrededor. El futuro es incierto pero los puños se levantan a diario.