Lecturas | «Par de seis», de Federico Ferroggiaro - Por Matías Magliano | Especial para El Corán y el Termotanque

Por Matías Magliano | Especial para El Corán y el Termotanque

Par de seis (Baltasara Editora, 2017) reúne doce cuentos que abren el juego con seis de corazones subtitulados «Lo sólido desvanecido»: un reencuentro entre amigos, un sobrino al que hay que cuidar por una noche o un pequeño traspié vial le sirven a Federico Ferroggiaro (Rosario, 1976) para hacerle inferir al lector que basta un extrañamiento, un pequeño corrimiento de lo esperable para dar comienzo a una bola de nieve que alcanzará dimensiones siderales y será capaz de tumbar todas las estanterías de lo conocido, sobre las que se apoyan nuestros miedos y también nuestras seguridades. Los personajes de Par de seis, el cuarto libro de cuentos del autor, idealizan al otro en la medida de sus propios deseos y temores y al transitar corren la cortina y descubren el horror, ese otro extraño o diferente que también será el lugar donde se depositará la esperanza del amor y que en más de un cuento nos hará sentir el absurdo de estar en la fiesta a la que nunca seremos invitados.

Quizás sea en «Oswald», uno de los anchos de espadas del libro (Ferroggiaro juega con muchas barajas, se ve en la tapa) donde se vislumbra lo que el autor puede lograr con la misma prosa ágil, fresca y precisa que recorre todo el libro y que en este cuento en particular se detiene por momentos al punto de luz para alumbrar ambientes, sonidos y personajes que se apropian del lector para hacernos sentir que por mucho esfuerzo que hagamos por mantenernos intactos, nadie jamás estará a salvo de las huellas profundas que dejan los propios toques, nuestros y de nuestra familia, y que tienen la fuerza suficiente para convertirse en el alud que arrastrará todo lo que encuentre en su camino, nosotros incluidos. Cuando Oswald nos termina de sacar el aliento y parece que nada se le podrá equiparar aparece el cierre de esta primera parte: «El cuento duplicado», otro de los ases de la baraja (junto a «Bebelplatz» y «Atardece en el campo») dedicado al amor a la escritura, con más de un ensayo en su interior y que recuerda al Sensini de Bolaño que al ganar un concurso saltó del texto a lo extraliterario. En «El cuento duplicado» el narrador disparará un punto final para sacar a los personajes del texto y mandarlos a vivir a la cabeza del lector.

Foto: Redacción Rosario
Foto: Redacción Rosario

El segundo tiempo de estos cuentos abre con seis de bastos, sin que haya sido el azar el que repartió palos en lugar de corazones a estos «Fragmentos del discurso amoroso». En todo el libro cada vez que se buscó un corazón se recibieron palos y para recibir los corazones hubo que escapar de los golpes a toda velocidad. Porque en estos cuentos nada es lo que a primera vista parece o se supone, lo que se muestra no es lo que se cuenta y cada historia vela otra que subyace y que el lector deberá reinventar a partir de lo contado («Atardece en el campo» es quizás el mejor ejemplo). Esta segunda parte narra con la misma prosa amigable, que más de una vez aproxima al lector al lugar de confidente, las historias del amor después del amor, que de haber sido otro el homenajeado también podrían haberse subtitulado así estas seis figuras que tratan de asir eso que ya no es amor aunque quizás lo sea más que ninguna otra cosa, y que en Par de seis pueden adquirir sucesivas metamorfosis: desde un Alien Samsa a una sola sombra larga (relato con todos los elementos del cuento de terror que no escapa al amor que sobrevuela en todos los cuentos), las vidas pasadas o la infidelidad soñada que se rememora en una vigilia tensa que recuerda al Carver de «Quieres hacer el favor de callarte, por favor», o a la escena final de «Ojos bien cerrados», cuando Alice le dice al Dr. Harford: «Deberíamos estar agradecidos porque logramos sobrevivir a través de todas nuestras aventuras ya sea que hayan sido reales o tan solo un sueño», y estos cuentos insisten en demostrar que los sueños son parte de la realidad y no menos verdaderos.

Con «Bebelplatz» cierra la segunda y última parte en una especie de equilibrio con «El cuento duplicado»: acá también el narrador, personaje y autor se confunden y juegan a esconderse uno atrás del otro y convierten al lector en el detective que sigue las pistas de esa información que Ferroggiaro dosifica a la perfección y que es una constante en los doce cuentos, como también lo es la aparición del humor, incluso en los momentos más trágicos y de mayor tensión de los relatos y que por contraste arrancan carcajadas al lector que no puede hacer otra cosa más que agradecer.

Como en «Un tipo en moto» siempre al final del recorrido, si uno se corre de los lugares conocidos, aparece la esperanza y la posibilidad de salvación. Federico Ferroggiaro sabe que cuando uno no quiere, dos no barajan y que con un par de seis al Truco lo único que se puede hacer es mentir, y al Póker otro tanto, y reparte las cartas para demostrar que no es tanto el azar del que se espera la buena suerte, sino que quizás en esta vida no nos repartan más que palos y corazones, y si uno está dispuesto a jugar, esas cartas son suficiente para ganar la partida.

 

Ferroggiaro, Federico: Par de seis. Baltasara Editora, Rosario: 2017.

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