Por Bernabé De Vinsenci | Fotografía: Agostina De Mileto
A y B tienen, desde hace un tiempo, el oficio de miserables: policías. A trabajó lavando platos en una parrilla de la ruta 205, de dueños españoles, hasta que, un día y otro y otro, soñó que lavaba pilas y pilas de platos. Entonces, de algún modo, pensaba que hacía horas extras que nadie le pagaba. B en cambio cortaba pasto, mucho, terrenos y terrenos, por su cuenta; en verano, la temporada más alta, hacía tanto dinero que, incluso, llegó a refaccionar su casa: hacer una pieza, revocar la cocina, etcétera; pero en invierno apenas sacaba para el almuerzo. A y B se cansaron de los vericuetos de la vida, de los sueldos miserables y los trabajos forzosos. Un día A y B decidieron dignificarse, o creyeron, al menos, que se dignificarían. Decidieron hacerse policías. Un año, o poco menos, y tendrían la credencial de su dignificación, con un sueldo medianamente también digno. A y B fueron compañeros de estudio, decir estudio es mucho, ya que el curso de policía es como un curso repostería. A, con la actividad física, logró reforzar sus tetas, perdiendo, además, algo de celulitis y grasa, sobre todo en las nalgas. B, por otro lado, logró sacar abdominales y fuerza en los brazos. El curso, o lo que fuese, de policía, los perfeccionó físicamente pero le royó las cabezas; salieron creyendo que la sociedad era desigual por el delito, por las personas que menos tienen. En cuestión de meses adquirieron —adquirir es una forma de decir, porque la miserabilidad no se adquiere— su oficio de policías. Decir oficio es exagerado, porque el oficio de policía es una salida laboral para los derrotados por la sociedad, para las personas débiles. A y B fueron a trabajar a la misma ciudad, es decir, a su ciudad natal. En el curso, si bien A y B se conocían de vista, jamás se dirigieron la palabra. Para sorpresa de A y B, mediante no sé qué burocracia, mediante no sé qué disposición de un superior, les tocó trabajar juntos. Hacer el turno de dos a diez de la noche. A y B, al principio no se hablaban demasiado, o hablaban de las infracciones, mínimas, que cometían los ciudadanos. A y B les tocó recorrer de punta a punta la ciudad, de a pie, ocho horas extenuantes. Si veían un auto mal estacionado, por ejemplo, A le decía a B: mirá, ¿ves aquel auto? ¿le decís vos o yo?. Entonces B le respondía: vayamos los dos, ¿te parece? Y A asentía. Un día un chico de quince años robó una verdulería, robó tres bananas. El dueño de la verdulería algo indignado habló con A y B cuando los vio pasar. ¿Para qué carajo están ustedes?, les dijo, enojado, fuera de sí, y les describió los rasgos del chico: moreno, visera, pantalón corto, zapatillas Adidas o Nike. A y B comenzaron a frecuentar la verdulería. Pasaban unas cinco veces al día. Hasta que un día el chico de zapatillas Adidas o Nike volvió a robar otra vez. A y B lo corrieron, como si se tratase de jugar a la mancha. El chico tropezó con una raíz levantada y quedó tendido en el suelo, retorciéndose de dolor. A y B lo capturaron y lo molieron a golpes, pegándole en las costillas y la espalda. A y B sintieron que hicieron un bien común, que la sociedad con la captura del futuro delincuente, chorro de tres bananas, era más justa.
La alegría de A y B fue desmedida. Ahora se paseaban por las calles como dos héroes épicos, viendo a quién podían capturar, o viendo a quién encontraban en infracción. A y B, desde la captura del chico, comenzaron a sentir seducción el uno por el otro. Caminaban como si fuesen dos novios. Habían dejado de trabajar porque cuando uno trabaja de lo que siente satisfacción deja de trabajar. Creían que la ciudad estaba rendida a sus pies, que la ciudad era de ellos, posesión absoluta de ellos. B invitó a salir a A. A aceptó. Fueron a comer a la parrilla donde trabajaba A para demostrarle a sus ex patrones que se podía salir adelante, que uno podía salir de la miserabilidad. Pero ni A, ni B, sabían que habían dejado de ser miserables para entrar a una miserabilidad mayor y sin retroceso. El ex patrón de A quiso invitarlos sin cobrarles un peso, pero A dijo: no, puedo pagar, para eso trabajo. Lo dijo entre cordial y prepotente, seca, sin rodeos. El ex patrón que también era un miserable se fue y no volvió más a la mesa. A y B salieron de la parrilla creyendo que el mundo se rendía a sus pies. Fueron a la casa de B y bebieron alcohol, un vino caro del cual no recuerdo el nombre. A comenzó a reír, a carcajadas, incluso casi se mea, casi se caga de lo llena y borracha que estaba. B sintió que era el momento oportuno y la besó, con un besó húmedo y largo. A rió y le mordió, suave, los labios. Comenzaron a explorarse los cuerpos de miserables, con fogosidad, con lujuria, como si fuesen dos cuerpos vírgenes. Tuvieron sexo, sexo de miserables. Durmieron, como dos miserables. A las cuatro de la mañana A se levantó y vomitó. Luego siguió durmiendo al lado del miserable, como una miserable. Al otro día entraron a las dos a trabajar. Ejerciendo una vez más, como hasta el día de sus muertes, el oficio de miserables.
Como exmiembro del honorable ejército nacional repudio absolutamente el texto que acabo de leer. Exijo, inmediatamente, un derecho a réplica para publicar un cuento sobre zurdos y vagos que no tienen amor por la patria ni están interesados en el desarrollo moral y próspero de esta nación.
Aguardaré con ansias una respuesta por parte de los responsables de semejante barbaridad, sino me veré obligado a tomar medidas de mayor envergadura.
Sin más, escribe atte:
Ernesto G Lluemen. Ex brigadier del Ejército Argentino
Hola, ex brigadier. ¿Qué tal? Creo que lo único lógico y acertado que dice en su rimbombante comentario es que quienes dirigen esta página y quien escribió este texto (es decir, yo) somos, sin lugar a dudas, vagos. Terriblemente vagos. El resto de lo que dice me parece innecesario. Un abrazo. Ah, y gracias por servir a la patria.
(in reply to Ex Brigadier Ernesto G Lluemen)También, me parece que más que llamarse Ernesto, su nombre real es Jeremías. Creo. Lo sospecho.
(in reply to Bernabé De Vinsenci)No sé qué es más inapropiado, si su nombre «Bernabé» o su vil tendencia a modificarme el mío. Yo me hago cargo de mi apelativo sin restricciones ni esquivos. Mi matrícula es 097852/08. Búsquela. Todavía espero mi oportunidad para publicar un cuento, porque en este país se agiganta la idea de qué los únicos que escriben literatura son los gérmenes subversivos del nuevo milenio.
Lo desafío De Vinsenci. Ahora es personal.
Sin más, escribe atte:
Ernesto G Lluemen. Ex brigadier del Ejército Argentino
(in reply to Bernabé De Vinsenci)Una lástima, señor ex brigadier, su último comentario deja a la luz que es pésimo para la sorna. Igual, deduzco que es alguien que lee, y también deduzco, que es alguien que escribe. Con respecto al desafío del cuento, qué sé yo, escriba uno y vemos. Pero no me gusta reducir a la escritura como mera competencia. Por último, debo decirle que el nombre me lo eligió mi madre (yo, lamentablemente, no tengo nada que ver, lo llevo a cuestas). Si le digo mi segundo nombre se cae de culo.
(in reply to Ex Brigadier Ernesto G Lluemen)Permítame la risa Vinsenci. Permítame. Usted involucra a la sorna en esta conversación y yo tengo que responder por ella. Aquí estamos hablando de la falta de respeto hacia las fuerzas de seguridad. Su segundo nombre lo supongo, ¿acaso será Cobardía? ¿o tal vez Tagarna? Bernabé Tagarna De Vinsenci. Fíjese que bien suena. Una fonética que puede colaborar con el reclamo sobre la sorna. Entienda la situación. Estoy obligado a responder por mi historia. Tendremos que vernos. O hacer que lo visiten.
Sin más, escribe atte:
Ernesto G Lluemen. Ex brigadier del Ejército Argentino
(in reply to Bernabé De Vinsenci)Buen día, señor ex brigadier.
(in reply to Ex Brigadier Ernesto G Lluemen)Estuve pensando en la composición de su apellido y, ¿sabe qué?, me resulta de una composición obscena. Le pregunto, ¿Lluemen se compone de «llueve» y «semen», no será acaso un mensaje subliminal? Es una pensa que su apellido roce lo pornográfico.
Que tenga un buen día.
Lo noto nervioso De Vinsenci. Escurridizo. En menos de cuatro comentarios utilizó la palabra CULO, LECHE y PORNOGRÁFICO. Quizá está solicitando algún tipo de atención al respecto. En lo que a mi refiere, elijo otro tipo de prácticas. Lo imagino a usted, con el rostro de Bolaño, arrodillado ante mi, con los brazos abiertos y la cara expectante, solicitando una lluvia dorada mientras lee este cuento que nos trajo hasta estas perversiones.
Me interesa terminar la conversación de una buena vez. Voy a enviar un cuento a ver si tienen el coraje de publicarlo. Desconfío.
Sin más, escribe atte:
Ernesto G Lluemen. Ex brigadier del Ejército Argentino
(in reply to Bernabé De Vinsenci)Loco, ex brigadier, se murió Parra y usted viendo a ver que boludeces digo yo. Usted es digno de una paliza. Si quiere escribir un cuento, hágalo. ¿O se va a pasar toda la vida diciendo que quiere escribir un cuento? Siéntese, caliente las neuronas y tipee o escriba a mano. Es fácil. O me veré obligado a tomar medidas de mayor enVERGAdura. Usted decide.
(in reply to Ex Brigadier Ernesto G Lluemen)¿Alguien, por favor, quiere pensar en las fuerzas de seguridad?
Camarada Walter, gracias por sumarse a esta conversación tomando posición a mi lado. Defendiendo a los héroes que día a día enfrentan las injusticias que asechan sin piedad. Usted, a quién no conozco, que lleva un nombre de apellido y un nombre por nombre, merece mi respeto. Sería interesante saber si, al igual que este humilde escriba, se siente identificado con el nacionalismo católico que tanto bien le ha hecho a la patria. Necesitamos reconstruir la imagen de nuestros compatriotas. Lo invito a sumarse al repudio contra el cuento que generó este debate.
Sin más, escribe atte:
Ernesto G Lluemen. Ex brigadier del Ejército Argentino
(in reply to Jeremias Walter)¡Apoyo la moción con toda violencia!
(in reply to Ex Brigadier Ernesto G Lluemen)Ex brigadier, usted me rebalsó la paciencia. Me cansé del discursito ornamentado, moral y respetuoso. No voy a osar en ser descarado, igual. Pero para mí usted ejerce el onanismo pensando en la virgen María, qué quiere que le diga. Usted es un perverso. Dígame la verdad, ¿acaso todo heterosexual, católico y derechoso, como usted, no piensa es mujeres vírgenes? Claro que sí. Por eso usted es un acérrimo católico, porque fantasea con una virgen todopoderosa. usted hubiese querido ser Dios. Y acá viene la pregunta del millón: estimadísimo ex brigadier (es una lástima que sea «ex»), ¿Dios desvirgó a la virgen María o la virgen María murió virgen, no sería acaso un desvirgue místico? Por favor, no recurra a San Agustín. Piense desde el sentido común.
(in reply to Jeremias Walter)Lo abrazo, ex brigadier, con toda mi vagancia, lo abrazo.
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