Poesía | Transcripciones: cinco poemas de Concepción Bertone - El fruto                                           A Hugo Diz, por Vallejo. Es la acción de caer ―esa fijación del hombre― que domina por la idea del trayecto. Las secuencias invisibles del estar colgado al yacer aplastado y a esto darle un nombre. Crecimiento. Quizás también defecto dominante del alma, del espíritu. Sazón. Signo de madurez. Punto. Dulzura. Y […]

El fruto

                                          A Hugo Diz, por Vallejo.

Es la acción de caer
―esa fijación del hombre―
que domina por la idea del trayecto.
Las secuencias invisibles
del estar colgado al yacer aplastado
y a esto darle un nombre. Crecimiento.

Quizás también defecto dominante
del alma, del espíritu. Sazón.
Signo de madurez. Punto. Dulzura.
Y eso es decir
el fruto y su deceso
al caer fatalmente por su peso
y pudrirse en la tierra y su amargura.

Mas, está lo infructuoso que optimista
le canta a su raíz. Se alza hacia abajo
y aprende. Crece. Es fiel a su trabajo.

A veces condesciendo y veo el cielo.


Ars longa, vita brevis
(Versión en latín del 1er aforismo de Hipócrates)

El altillo

Llevaba a aquel altillo
una escalera
de peldaños de mármol. Un sentimiento
y olores que lo exhuman
con el tiempo. Golpes de olores
óseos
vertebrados.

Llevaba ya
la urna
del pasado que no eludió el tamiz
de la memoria
la obviedad de la «carne pasajera»
y octubre
aunque es posible primavera
en la estación más gris
de cualquier año.

Pero llevaba ―y lleva―
a aquel altillo
la atemporalidad que dan las muertes
a libertades ―Ars― que nunca duran
porque dura lo duro. Lo que pasa.

No es extraño habitar en cierta casa
que se tornó habitable, demolida.


El puente

De carne pasajera y de silencio
es el puente que tiendes. Tanta noche
para cruzarlo en vano y no alcanzarte.
No ser la flecha ―su ápice―
y el arte del que acierta en los blancos
que no existen.

Botando ese aire ausente. Sé. Los tristes
buscan su eternidad ―que es más cercana―
y olvidan qué han soñado, en la mañana…

Sin el texto del sueño.
Sin la línea
original del sueño, se despiertan.

Son aquellos que intuyen que las puertas
de par en par abiertas. Están cerradas.


Estoy en donde estuve;
voy detrás del murmullo,
pasos dentro de mí, oídos con los ojos,
el murmullo es mental, yo soy mis pasos…
Octavio Paz

Insomnio

Se astilla contra la noche
la madera de la que está hecho el silencio
y en fragmentos irregulares saltan:
el secreto, el sigilo y la congoja,
(en un abril
pretérito
las hojas se daban a caer
del mismo lado
y acaso al mismo viento
desahuciadas).

Saltan ―de mí―
colinas y montañas
y mares transmigrados
que en mi sangre
me hablan de otro lugar (somos remotos).

Saltan de los perfiles
de las fotos, antiguas, contra un fondo gris,
la nieve ―que nunca vi caer―.

Salta
lo ausente,
los yerros, las fisuras insalvables.
Saltan otros mis pies, otras mis manos.

(Y aunque regolfe el alma
y los veranos
no se está de vuelta de nada, de nadie…).


1

Morir lentamente.
Violentamente.
Dolorosamente.
Pero no de resignación.

 

Transcripciones: cinco poemas de Concepción Bertone

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