En 1548, a los 18 años, Etienne de La Boetie escribió el Discurso sobre la servidumbre voluntaria. El opúsculo fue publicado póstumamente en 1572 por Michel de Montaigne. Lo que ahí se pregunta La Boetie puede sintetizarse en: ¿por qué alguien que, pudiendo ser libre, elige ser esclavo? En Súmmun Sampler. La domesticación de lo posible, Santiago Grandi, actualiza esa invitación desde Rosario 2018: posverdad, realidad virtual y tecnologías de control de por medio. Aunque en este segundo paso de lo que el autor llama «trilogía filosófica inicíatica» -en 2014 publicó (Tal vez) Nos lavaron el cerebro, (Quizás) Tenemos la solución, ambos de factura autogestiva-, antes que avanzar en las razones por las cuales se elegiría la servidumbre, más bien se pregunta por las formas que adquiere esa esclavitud contemporánea.
El mensaje –es cierto– es bastante desesperanzador. Pero en esa búsqueda pueden aparecer los indicios de una estrategia para atacar esa maquinaria que doblega vitalidades. «Dudar es revolucionario», dice Grandi, que se presenta confesando influencias como marcando un itinerario: el imaginario del Indio Solari; OK Computer de Radiohead; y Mechanical Animals, de Marilyn Manson. Y la tensión ensayística de José Pablo Feinmann, manifiesta en el tono con que se deslizan los textos que mixturan elementos de la investigación periodística, el ensayo de ideas y el relato distópico.
Hay en el libro una suerte de alquimia, una combinatoria de recursos que toma préstamos del ensayo a lo Montaigne hasta llegar a la reflexión postapocalíptica de Tiqqun, con notas sobre los efectos del poder financiero sobre los cuerpos sumisos que pueden rastrearse en los trabajos de Bruno Nápoli –otro de los citados–. Las citas son abundantes, y las hay explícitas e implícitas. Están ahí, también, las huellas de los periódicos y panfletos de los hombres de Mayo, los textos mimeografiados de los anarquistas, las parodias folletinescas, incluso cierta pulsión escrituraria abierta por el Facundo sarmientino. Y otro, más directo, Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi. Llegado el caso, se perciben inclinaciones de la escritura pedestre de Guillermo de Posfay en los fragmentos que pueden reconocerse como poemas o letras de canciones imaginarias. Además, es inevitable el link con en el registro audiovisual: de Brazil, Matrix a Black Mirror. Escenas de la ciberguerra que empieza a desencadenarse en la Argentina con nuevos nombres de tropas y destrezas técnicas: hackers, trolls, seguimientos, pinchaduras, filtraciones, un Big Brother con licencia abierta para los jueces.
En ese sentido, el texto indaga en las artes y dinámicas con las que se moldean las subjetividades en el imperio neoliberal, remarcando, en ese movimiento, la ligazón entre poder judicial, espionaje y recursos teleinformáticos –el halo informe del Big Data–, con brazos armados –fuerzas de seguridad: una moderna industria que va desde tropas especiales hasta garitas de calle y servicios de alarmas y monitoreo– localizados, de cercanía, especializadas y equipadas con alta tecnología. Una unidad de acción que se reactualiza y que transitó particularmente incólume a lo largo de los 35 años de democracia.
Con textos que fueron escritos entre 2013 y la actualidad, el libro tiene algo de emergencia: sale a la luz en un marco de arrasamiento material y simbólico que lo recibe como un trabajo que elabora una perspectiva «en contra» del capitalismo cultural. Es decir, recupera la práctica revisionista para abrir un cuestionamiento de las nuevas expresiones de la pedagogía colonial: una tarea fundamental en épocas de chetaje gobernante.
Haciendo una detención en uno de los relatos: la llegada a la Tierra de Tomasito Omega, un ser con cualidades éticas superiores que aspira a conocer a la especie humana. Más precisamente: arriba a la Rosario de 2013. Lo primero que encuentra al desembarcar y observar el río Paraná, es un ejemplar de Las puertas de la percepción, de Aldous Huxley. Ese hallazgo sembrará la semilla de su perdición: creerá que todos los seres humanos se encuentran en ese mismo estado de arrebato perceptivo que les permite alcanzar las esencias últimas de las cosas. El libro encontrado remite a William Blake y, por lo tanto, a Jim Morrison y los Doors. Asimismo, hay algo del relato distópico anglosajón, que produce una exageración de la realidad con un sentido irónico. «Somos televisados, somos señalados como cristianos en un suicidio»: es la letanía de esa especie de Cristo irredento que se sacrifica para que todos paguen tras una larga peripecia que lo asciende a «mesías del rock». Tomasito forma una banda para propalar su mensaje y termina «siendo uno más»: una imagen del país. Y, a su vez, puede leerse como la fatalidad de la palabra revelada: el mesías denuncia los crímenes y manifiesta la verdad, sin embargo, los humanos continúan haciendo lo mismo. Es decir: estamos ante la ineficacia de la voz reveladora. Los límites del argumento lógico: no alcanza con entender qué está mal para cambiarlo. El implícito parecería proponer que la disputa es por los ánimos: las formas de habitar el mundo.
Súmmun Sampler es, al mismo tiempo, un balance sobre las marcas generacionales de «los hijos de la vitalidad pro-capital»: gatillo fácil y cadáveres en el río Paraná; asesinato de campesinos e indígenas en el norte y en el sur -Daniel Solano, Christian Ferreyra-; el crimen de Mariano Ferreyra; el genocidio contra Palestina; los desaparecidos de Ayotzinapa; los negros masacrados en EEUU: Michael Brown y la militarización de Ferguson; Edward Snowden y Julian Assange; los ataques a la República Bolivariana de Venezuela; más reciente: el golpe en Brasil y la avanzada sobre Río de Janeiro –Marielle Franco-; Santiago Maldonado y Rafael Nahuel; los pibitos baleados por la policía. Son breves postales de una crisis regional y del freno brusco del bienestar permitido por el modelo sojero en expansión: el final ulterior del consenso de las commodities. «No hay ética posible» en el estado de «guerra permanente». Al menos, no como la conocemos. No se sostienen principios abstractos: los cuerpos están demasiado zamarreados por los estímulos.
Porque el mundo que se describe en Súmmun Sampler es un mundo de ofertas constantes y mercantilización de las energías humanas: acumulación de «capital humano». Todo fácil y accesible para competir: un paraíso de App –ser rico y famoso con un click–. Y la vida dispuesta –de diseño– como un anecdotario de instantes. En esa tónica, el libro toma forma como inspección de los artefactos culturales que circulan en nuestras rutinas (publicidad, televisión, series, publicaciones) sirviéndose de uno de ellos como herramienta (las letras de rock). Por esa razón, es un libro de cultura rock, en tanto se propone una mirada crítica, desacomplejada, de la realidad: una reacción instintiva, porque hay algo que anda mal. Y eso que anda mal es también la bulimia informativa que padecen algunos personajes que empiezan a transitar eso que podría llamarse «despertar». De ahí pueden leerse sus potencialidades y sus límites: ¿se pueden utilizar esas herramientas para otros fines? ¿Cómo reconducir los deseos hacia objetivos transformadores? La pregunta que subyace: ¿Qué hacer con todo ese enorme mazacote? Hay que desarmar las interpretaciones del mundo que se nos dan: autentificar la palabra, retrotraerla al cuerpo viviente.
Entonces, volviendo al principio: sobrevuela una apelación a la experimentación orgánica. El cuerpo con su duda en la era de la obviedad signada por la ansiedad, la hipertrofia de las inteligencias, el espionaje doméstico-vital, el autoritarismo de la voluntad optimista y los imperativos de la felicidad. ¿Qué hacemos nosotros para ser más libres? Incluso en el propio desfasaje del libro, como si llegara tarde, está inscripto ese gesto: es un texto de intervención marginal, que por saberse relegada se anima a un lenguaje y a un tipo de interrogación que, a su vez, reformula su propia intervención. Así logra rascar esas capas de sensibilidad neoliberal (signos, aspiraciones, gustos: como si se tratara de desatar el régimen de elección y decisión maniatado por las incitaciones de las corporaciones Umbrella a lo Resident Evil). Espasmos de incertidumbre para atacar el control certero de los cuerpos indóciles mediante policías locales y grados de violencia en aumento: violencia para repeler violencia. «Todo lo que siempre quisiste tener», es lo que dicen los carteles, los banners, las tandas. ¿Y qué es lo que queremos tener? Las formas de vida parecen ser la cuestión. «La sociedad de la abundancia haya su respuesta natural en el saqueo», es la cita de Guy Debord que Grandi selecciona.