Lista de detenidos - Por Lucas Paulinovich

La piba que volvía del trabajo
y se la llevaron de los pelos.
El abuelo que después de muerto
vuelve a sentir que lo estafaron.
La democracia bajo sospecha.
El que lloraba antes que tiraran gases.
La que iba a tener un hijo
hasta que la patearon en la panza
y aún no lo sabe.
Un acreditado al Congreso
con los pelos embadurnados de sangre.
El que no llegó a escribir con aerosol
«muerte al Estado» y le dejaron la espalda
llena de ronchas.
Todos los que tienen cara peligrosa
y respiraban amoníaco a media cuadra.
Una piba trotskista a la que le decían:
¿quién te mandó, pendeja?
Dos o tres diputados que salieron del recinto
y entraron a la calle.
Un vendedor de gaseosa que fue a hacer unos mangos
para regarle alguna cosa a su hijo
esa noche después del acto de colación.
El movilero que cuestionaba los destrozos
y en el momento que le pegaron
explicaba la falta que hacía una buena represión.
El fotógrafo que inmortalizó
el rostro constipado del verdugo,
un probable vecino.
El verdulero que cerró la cortina
y se sumó a los manifestantes.
Docentes que unos días antes
se habían acercados y los tenían fichados.
Un gordo pelado con una mecha en la frente
y la camiseta de una banda trash metal.
Un viejo con una vincha celeste y blanca
que gritaba «desde el 2001, desde el 2001».
Cuatro encapuchados que sacaron las vallas.
Uno de los perros que soltaron sin bozal
para que mordieran a los manifestantes
y le mordió la mano al policía.
El Palacio otra vez invadido.
La línea que se cruzó, dijo el Ministro.
El pueblo defendiendo sus bancas.
La república encandilada
con las luces del camión hidrante.
Otro que se volvía con la ropa manchada
con la pintura amarilla de los chorros:
lo encontraron cuatro cuadras más allá.
Ese que cree en la Iglesia y se había puesto
a rezar en medio del tumulto.
Los pibes que fueron a pudrirla
recontra podridos de que los pudran.
La diputada que se agarró a la ventanilla
del móvil de gendarmería
para que no se lleven detenidos sin identificación.
Los que juntaban los proyectiles que quedaban tirados
y los mostraba a las cámaras.
La que trajo leche para asistir a los asfixiados.
Uno que no entendía lo que es el quorum
y le impactaron dos balas de goma
cuando se lo estaban explicando. Ahora lo sabe.
Una camiseta que encontraron tirada
con la leyenda «19 y 20» estampada al frente.
Una señora que pedía por su jubilación
sin saber que el robot de verde
era su ahijado.
A todos los que le duele la panza
con la mentira.
Y esa nena que lo mira todo
en la pantalla de una vidriera
a 300 kilómetros de distancia
en los brazos de la mamá
que señala el televisor y dice:
si los mirás de cerca
este país se arrastra.

Foto: Pablo Piovano

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