Cuentos | Salamone - Por Ber Stinco

Estábamos haciendo la ruta de Salamone a mitad de la noche. Me interesaban todas las obras, pero, verlas de noche, me interesaba más. Así que llegábamos hasta un pueblito, ponele, Guaminí, en medio de la oscuridad, y alumbrábamos el matadero municipal con las luces del auto. Por ahí, si el parque estaba habitable, bajábamos las reposeras y nos tomábamos unas latas mirando y mirando. Llevamos una de esas heladeritas de vagancia profesional en las que entra justo un pack de seis. Por ahí nos tomábamos las seis, pero por ahí no tomábamos ninguna, y solo nos quedábamos tildados, sin bajar del auto. Entonces nos apurábamos en apagar la música y al toque ya se escuchaba ese ruidito, ese de los bichos del campo en verano que no sé cómo se llaman. Y ¡faa! era como que pegábamos una conexión de wifi mental y se nos iban abriendo todas las ventanitas de la dimensión Salamone en la cabeza. Si habremos domado reposeras en la dimensión Salamone, como para ir al festival de la doma de reposeras, de Jesús María.

Un tiro, parado frente a la municipalidad de Pringlés (alta dimensión salamónica Pringles), pensé: muchas de esas boludeces que escribe Aira se le deben haber ocurrido por acá. Entonces se me ocurrió una idea que ya se me había ocurrido antes, y que capaz también ya se le ocurrió a un montón de gente: una novela gaucha, escrita como una película de Tarantino. Es así, la venganza de cinco gauchos federales después de la caída de Rosas: un mazorquero perseguido, un negro musculoso, un siciliano loco, un indio y un riojano. ¡Los Village People de las pampas! Y que empiece: «Caminó dos pasos, se detuvo frente a su compañero, y le dijo –Cortale la cabeza… si total estos maricones nos van a decir bárbaros lo mismo». Y hacerla con los personajes re estereotipados, y ni ahí de seguir ese estereotipo posmoderno de qué no existen los estereotipos, porque eso está tan estereotipado como cualquier otro estereotipo.

El 'Angel Vengador', del Cementerio Único de Azul. Subsecretaría de Turismo de la Provincia de Buenos Aires. 162

Mientras pensaba en eso frente al matadero de Pringles se proyectó una sombra monstruosa en la pared, y, como no nos dio un infarto instantáneo, pudimos darnos cuenta de que era un gato que se cruzó delante de la luz del auto. Después de eso me acordé de mis gatos, y me acordé de una frase de Baudelaire, esa de que Dios creó al gato para que el hombre pudiera acariciar al león. ¿Habrá tenido gato, Salamone? Dos gatos viven en casa, Pompón y Elmor. A Elmor no le decimos Elmor por El Mork de Mork y Mindy. A Elmor, le decimos Elmor, porque se llama El Morcilla, y pensando en Elmor me acordé que mi abuelo me dijo que en la provincia de Buenos Aires se hacen las mejores morcillas del país. Entonces mientras pensaba en el gato me puse a buscar morcillas vascas con piñas y pasas, pero, como era un lunes feriado en ese pueblo donde estábamos, no encontramos nada.

¡Qué cosa groso los lunes feriados! ¿Cómo es que todavía nadie se avivó en crear una religión en la que esté prohibido trabajar los lunes? Dicen que Salamone, como hizo toda esta obra en cuatro años, durante ese tiempo no pudo parar ni un solo día, y que hacía las obras en simultáneo, en varios pueblos a la vez, y que iba y venía en avioneta. También dicen que el gobernador Fresco, que fue quien le encargó las más de sesenta obras durante su mandato del ‘36 al ‘40, era medio fascista, antes de que ser fascista no estuviera estigmatizado. Entonces, una noche, mientras comía morcilla viendo la entrada del cementerio de Saldungaray, elucubré que capaz que hoy el mundo se segmenta en una infinidad de grupos que acusan de fascistas a los demás grupos, cuando en el fondo todos quieren lo mismo, que es practicar la venganza e injuriar a todos los que no son como ellos.

La Cruz de 33 metros. Cementerio Laprida.

Pero no sé, no estoy seguro de que esta reflexión tenga que ver con este texto de la dimensión Salamone. Y hablando de Salamone: después de ver tantas obras a veces creo que ya lo conozco, pero no. Es que a veces creo, como los religiosos, o como los que se enamoran. Pero no. Durante lo que duró el viaje me imagine a Salamone como un montón de cosas; Un viajero. Un lector de ciencia ficción. Un vagabundo. Un contrabandista de imágenes. Un obsesivo. Un desapegado. Un intransigente. Un facilitador de. Un extranjero. Un condescendiente. Un hombre que perdió. Un verano. Un tipo que no podía dormir. Un tipo que no podía despertarse. O todo eso junto, o no, o nada que ver.


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