Lenguaje que divierte, lenguaje que devela, lenguaje que resiste:
el mundo de lxs niñxs en Hermanas de intercambio
Como buen escritor, Eudris Planche Savón es un lector voraz, y se le nota el brillo en los ojos cuando se pone a hablar de las grandes obras de la literatura infantil y juvenil. Algunas de ellas, las conoció ya de adulto, pero no minimiza para él la magia de los personajes traviesos de Roald Dahl, de los mundos imaginativos de Alicia en el país de maravillas, Alicia a través del espejo o El maravilloso mago de Oz, del humor investido con crítica social de Papelucho o Konrad el niño que salió de la lata de conserva, de la capacidad de asombro de El Principito, o del didactismo y la ternura de Marcolina y su sombrilla amarilla.
En una entrevista que tuviera con el autor en el mes de junio (2018), Eudris compartió sus modelos literarios y opiniones sobre el estado actual de la literatura «infantil y juvenil» (aunque cuestiona la utilidad de esa categoría). Admiro sus convicciones. Además de ser médico se dedica a hacer buena literatura. Se compromete a un riguroso proceso de escritura y edición. Respeta a su público, a los jóvenes. Su obra combina imaginación y humor con temas difíciles y realidades frontales, tal como lo demuestra su primera novela, Hermanas de intercambio (Premio Pinos Nuevos 2015, Mención única Premio David 2013, Nominada al Premio Anual de la Crítica Literaria), en la que la joven protagonista Camila, de casi 10 años, pasa por una separación familiar.
La joven protagonista me recuerda a Matilda, de la amada novela de Roald Dahl ilustrada por Quentin Blake. Tal vez sea por la admiración que ha expresado Eudris tanto por el personaje de Matilda como por el dúo de Dahl y Blake. O tal vez la tengo presente porque fue la primera novela que recuerdo haber devorado, leyéndola solita en la camita por largos ratos justo cuando pasaba lo peor de la separación de mis padres. De todas maneras, hay que hacer una distinción significativa entre las dos protagonistas. Si bien Matilda encuentra su salvación en los libros, los estudios y la bondad de los maestros, la joven protagonista de Hermanas de intercambio no tiene tanta suerte. No llega ninguna maestra carita de ángel para sacarla del mundo hostil que le rodea, de las peleas entre familiares, de los horarios de intercambio entre casas, de los vecinos mal hablados, de las injusticias en el colegio. Solita tiene que aprender a navegar en un mundo complicado y contradictorio, y ese proceso de aprendizaje se revela sobre todo a través del lenguaje.
En este sentido Hermanas de intercambio no depende de la evasión de la realidad sino de la exploración y la transformación de la realidad. A través de narración de primera persona y entradas de diario, Camila documenta su vida durante la separación. La curiosidad, vulnerabilidad y osadía de la protagonista hacen que los lectores se rían de los malos entendidos y los juegos de palabras al mismo tiempo que sienten pena por los insultos indirectos y las promesas incumplidas. Más que nada, el lenguaje permite que los lectores se adentren en el mundo emocional de la protagonista.
Los malos entendidos, los indirectos y los juegos de palabra de Hermanas de intercambio llamarán la atención a lxs lectorxs de todas las edades. A pesar de la temática fuerte, el humor y las ilustraciones caprichosas de ARES, mantiene un tono leve que sana tanto a la protagonista como a lxs lectorxs. Camila y su hermana Yunieska se encuentran en medio de un intercambio de insultos brutales entre su abuela y su mamá. A veces Camila ni entiende de qué hablan los adultos pero sale a defender a su mamá con lágrimas, como en el juego de la computadora. Aprendemos que Camila tampoco lo tiene fácil en el colegio donde nunca la premian ni la elogian. Se ve eclipsada por su amiga quien, además de sacar las mejores notas, trae regalos del extranjero para la seño, mientras que los regalos que trae Camila vienen caminando con ella de la casa de su mamá. Y quizás lo más representativo del tono de la obra sea la discusión que marca el comienzo de la separación, cuando la mamá se quiere llevar la batidora y la hermana menor que son nuevecitas, mientras el papá se conforma con el mueble y la pobre Camila, que están de uso.
Las palabras también sirven de refugio para la joven protagonista. En su diario da salida a sus frustraciones, rencores, y reflexiones cotidianas. Allí juega con los nombres para expresarse y reclamar su espacio emocional. La hermana de su padre se convierte en la No Tía. Y se distancia de su abuela, llamándola Hortensia, la No Abuela, por los insultos dirigidos hacia su mamá. Finalmente, lxs lectorxs podrían sentir una extraña combinación de risa, ternura y pena cuando la protagonista confiesa que ha estado aumentado su nombre con cada apellido de las nuevas parejas de su mamá, llegando hasta doce apellidos, adelante y atrás. Al final de la narración nada está claro sobre el futuro de Camila ni su contexto familiar, pero la última línea me ha dejado una sonrisa en la cara. La joven protagonista se cansa de los juegos de los adultos y decide llamarse Camila nada más. «Camila con Punto después de la segunda ‘a’».
Como crítica literaria y mamá he disfrutado mucho la lectura de este primer libro de Eudris Planche Savón. Me ha deleitado el manejo del lenguaje y me ha enternecido la perspectiva de la niña que pasa por una situación difícil pero familiar para muchxs de nosotrxs. Hermanas de intercambio es un buen libro para entablar conversaciones entre jóvenes de nueve a doce años y lxs adultxs que lxs acompañan.
Hermanas de intercambio, de Eudris Planche Savón. Editorial Milena Caserola. Argentina, 2019.
Nicole Fadellin (Crítica Literaria Norteamericana) Universidad de Wisconsin-Madison, Candidata a Doctor en Literatura Latinoamericana